La frustración del juez Castro y la satisfacción de haber cumplido su trabajo.
El juez Castro y el fiscal Horrach protagonizaron un episodio de divorcio profesional.
El juez José Castro, que instruyó
durante cinco años el sumario del ‘caso Nóos’, ha expresado su sorpresa y
decepción tras conocer el fallo judicial que absuelve a la infanta Cristina y a
Ana María Tejeiro, respectivas esposas de Iñaki Urdangarín y de Diego Torres. No
esperaba este tipo de sentencia con tantas absoluciones. El juez opina que, en
el caso de la infanta, parece que “la ignorancia de la que ella hacía gala” en
el juicio e instrucción “ha merecido crédito” del tribunal, “como lo que dijera
Rosalía Iglesias y Ana Mato“, en referencia a la exmujer de Luis Bárcenas y a
la exministra de Sanidad, enjuiciadas en el caso Gürtel. “Si ese es el
convencimiento al que ha llegado la Audiencia Provincial, difiere del mío –ha
añadido–, pero el que vale es el suyo y hay que respetarlo y punto”.
El juez Castro señala que el
fallo “deja un montón de incógnitas, pero deja claro que da por bueno que la
Infanta Cristina era una mujer florero”. Castro no se siente “perdedor” por la
absolución de la infanta, pero añade que, si las tres jueces hubiesen decidido
lo contrario, tampoco se hubiese sentido ganador, ya que su misión consistía en
instruir el sumario y trasladarlo posteriormente a un tribunal que es el que,
en última instancia, dictará sentencia, como así ha sido. No obstante, indica
que todo dictamen tiene una aspiración de convencimiento “no para el juez
instructor, sino para las partes del litigio y para los ciudadanos en general. Para
saber qué grado de convencimiento genera esta sentencia habrá que leer los
argumentos jurídicos, que despejarán las incógnitas, y entonces solamente
entonces cabrá opinar sobre ella”.
Los detractores de Castro le
tildan de populista, aunque no se le conoce ninguna adscripción, ni siquiera en
los sindicatos judiciales y muchos utilizan su lenguaje como argumento contra. Dicen
sus amigos que, ante las críticas, calla y defiende la libertad de expresión
como derecho porque, en ocasiones, como en el caso Nóos, el asunto tiene una
gran trascendencia social. Nadie duda de que la imputación de la infanta Cristina
le afectó en su vida diaria. A Castro, le gusta disfrutar de pequeños placeres,
como el flamenco que heredó de su época cordobesa; o el refugiarse en el bello
interior de la isla de Mallorca, con una copa de vino o un gintonic entre
amigos, aunque este placer le jugó una mala pasada cuando se vio fotografiado
junto a la abogada de Manos Limpias, Virginia López Negrete, tomando una copa
en una terraza de un bar del antiguo barrio de pescadores del Molinar, en
Palma, donde por entonces residía.
El caso Nóos ha terminado con la
vieja amistad que mantenían el juez Castro y el fiscal Pedro Horrach Arrom. Ambos
construyeron, paso a paso, el Caso Urdangarin y lo desmenuzaron en claves y
epígrafes dentro de miles de folios, manuscritos, correos electrónicos y
facturas. El juez Castro tenía la intención de jubilarse en 2015, tras pasar
los últimos 30 años como magistrado en Palma, pero parece no querer dejar los
“deberes” a otro y no lo hará hasta que termine otra de sus causas más
conocidas que sigue su instrucción, el caso Palma Arena. El magistrado cumplió
los 70 años, pero el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) aprobó su
petición para posponer su retiro acogiéndose a la prórroga de la jubilación
hasta los 72 años introducida por el Gobierno en la última reforma de la ley
orgánica del Poder Judicial. Quienes le conocen afirman que este deseo de
mantenerse en su plaza no es por lucimiento, sino solo por querer cerrar lo que
ha abierto y hacerlo con la tranquilidad de conciencia de haberlo hecho bien,
con independencia del resultado final.
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