“La de Dios es Cristo”.
David Torres comenta bajo
este título aparecido ayer en Público lo que decía Chesterton, que él se
convirtió al catolicismo un día que oyó a un cura pronunciar un sermón
espantoso en una iglesia. “Pensó que una religión que había sobrevivido casi
dos mil años a base de pésimos ministros y homilías calamitosas, forzosamente
tenía que ser verdadera. Quizá por discreción, a Chesterton se le olvidó
mencionar las matanzas de herejes, los autos de fe, la censura, las Cruzadas,
los Papas guerreros, los obispos asesinos y las violaciones a menores, entre
otros pecados bastante más graves que la falta de elocuencia. Lo asombroso es
que el cristianismo haya triunfado y se haya extendido durante milenios merced
a unos seguidores que hacen exactamente lo contrario de lo que predicó
Jesucristo: desde abominar de la riqueza a abusar de los débiles, pasando por
cualquier barbaridad que se les ocurra.
“Es normal que esta gente
se escandalice ahora por la representación de un Cristo en un cartel sevillano
en lugar de rasgarse las vestiduras por el obsceno patrimonio de las altas
jerarquías eclesiásticas o por el enésimo genocidio en Gaza. Han acusado a
Salustiano García, el artista autor del cartel de la Semana Santa, de haber
pintado un Cristo afeminado, amanerado, blandengue y depilado en lugar del
Cristo viril, ensangrentado, dolorido y exhausto con que suele desfilar por las
calles de Sevilla. Se supone que, si Cristo resucita, debe hacerlo con todos
los rastros de latigazos, el lanzazo en el costado y las marcas de los clavos
que se llevó de despedida. Es que así no hay quien crea en los milagros.
“Para mí, uno de los
mayores milagros de la tradición pictórica de Jesucristo reside en el hecho de
que lo representen bajo la figura de un hombre blanco, de etnia caucásica, a menudo
rubio y con los ojos azules, y no como un varón nacido en Palestina. Entre las
muchas paradojas del catolicismo, del protestantismo y de las iglesias
cristianas en general está el antisemitismo furibundo, cuando por origen,
nacimiento y educación, Jesucristo tenía que ser hebreo por narices y por los
cuatro costados. Un paso más allá dan los supremacistas nazis que presumen de
raza aria, quienes, como mucho, habrán ojeado un libro en toda su vida y
todavía no se han enterado de que en ese libro, la Biblia, todos los
protagonistas son judíos.
“En cuanto al sexto
mandamiento, habrá que recordar que, según los Evangelios, única fuente
autorizada, Jesucristo no dijo una sola palabra ni a favor ni en contra de la
homosexualidad. Aquella vindicación del matrimonio según la cual el hombre
debía dejar a sus padres para unirse a una mujer en una sola carne no fue
seguida por ninguno de sus discípulos ni por el propio Jesucristo. Los pecados
que sí condenó explícitamente fueron la acumulación de capitales (‘es más fácil
que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de
los cielos’) y la pederastia (‘al que escandalice a uno de estos pequeños que
cree en mí, más vale que le cuelguen al cuello una piedra de molino y lo hundan
en el mar’), dos prácticas ampliamente extendidas en la Iglesia católica”…
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