Los caladeros en los que pesca el fascismo.
Juan Tortosa alude en
Público a quienes pescan en aguas revueltas. “La desesperación, la ausencia de
expectativas o el cabreo con la infame vida que les ha tocado en suerte son el
caldo de cultivo ideal para que calen los mensajes ultras. Los desheredados
votando ultraderecha conforman una de las paradojas más lacerantes del tiempo
que nos está tocando vivir. Si a esto sumamos una generación de jóvenes con
tantas ganas de emociones fuertes y aventura como escasez de cultura, nos
encontramos entonces con el cóctel perfecto. Una bomba de relojería al servicio
de la involución tanto en Europa como en América que anda produciendo estragos
desde hace ya un par de décadas. Ahí tenemos fenómenos como los de Bolsonaro,
Milei, Orban, Meloni... o Donald Trump, cuyo regreso parece cada vez más
inevitable (…)
“Entre la variada
tipología de pacientes a los que atienden algunos sicólogos amigos míos se
encuentra, según me cuentan, un perfil que no para de crecer: el de los jóvenes
que votan a Vox porque les incomoda el feminismo o andan convencidos de que los
inmigrantes les quitan el trabajo. Quizás toda la vida ha sido igual, solo que antes
no iban al sicólogo. Forman parte de la carne de cañón imprescindible para que
los proyectos totalitarios acaben triunfando si antes no se percatan de la
estafa de la que son víctimas. Ponen el cuerpo, su futuro y hasta su vida al
servicio de intereses que no son los suyos y cuando se percatan ya es demasiado
tarde. Que decidan ir al sicólogo puede que sea un buen síntoma, pero desde
luego no suficiente.
“La historia de la
humanidad se ha construido siempre sobre la sangre de ingenuos que creen a pies
juntillas las mentiras de quienes hacen con ellos lo que quieren. Políticos,
intelectuales y dinero han necesitado siempre de una cuarta pata para conseguir
sus objetivos: la de los desheredados dispuestos a demostrar su adhesión
inquebrantable con aquellos que sepan tocarle la fibra, la de quienes gritan
encantados desfasados himnos que se aprenden de memoria, la de quienes usan
pulseritas, se envuelven en banderas o usan perfiles en redes clamando por una ‘España
indivisible’... Carne de cañón, como decíamos, para la ultraderecha, porque la
izquierda de nuestro país no parece encontrar la manera de explicarles que los
están engañando, que andan apoyando a quienes los dejarán tirados a las
primeras de cambio mientras los jueces siguen perdonando corruptos y empurando
izquierdistas. (…)
“La ciudadanía se ha
quedado sin periódicos, sin radios, sin teles que les cuenten las putadas que
les gastan los poderosos. Les mienten con el mayor de los descaros, les repiten
consignas torticeras que acaban interiorizando sin que nadie les brinde la
oportunidad de contrastar lo que se les dice. Saben que la realidad que viven
está muy lejos de lo que les cuentan, pero los mensajes de quienes tienen la
sartén por el mango son demasiado reiterativos y acaban calando. (…) Aumenta el
porcentaje de suicidios entre los menores de treinta años, aumenta la cifra de
quienes solo ven incertidumbre en su futuro y de quienes, empeñados en buscar
emociones fuertes, acaban seducidos por el mensaje y el comportamiento violento
de los fascistas. Las consultas de sicólogos están llenas de gentes que buscan
respuestas que no encuentran en su día a día mientras los políticos se dedican
a debatir sobre el sexo de los ángeles y los medios de comunicación a manipular
como si no hubiera un mañana. Eso es lo que hay”.
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