jueves, 10 de octubre de 2013

La banda del Tuerto, los temblores y terremotos marca Fabra.

 
Vuelve a la actualidad Vicente Vilar, químico empresario que, en 2003, denunciara y destapara el mayor caso de corrupción de la historia provincial de Castellón y pusiera contra las cuerdas a Carlos Fabra, ex presidente de la Diputación y presidente del PP. Y vuelve éste, presentándose el pasado día 3 de los corrientes ante la Audiencia. Vilar desmiente, en su declaración,  lo que había denunciado: “Carlos nunca me pagó nada”. Dice que Fabra no intervino en nada para que sus productos fitosanitarios se legalizaran y que todo se debió a un “cabreo”. Vilar cumple una pena por violación, robo y lesiones a su exmujer, Montserrat Vives, igualmente imputada en el caso. Y no quiere seguir con la batalla judicial porque, hasta ahora, ha sido el único condenado y no espera verse acusado junto a Fabra. Su mujer, Montserrat, se hizo amiga de María Amparo Fernández, esposa de Carlos Fabra. Tanto que los Fabra fueron padrinos de dos de los hijos del matrimonio Vilar-Vives. En Castellón, se recuerda que, en la sede de Naranjax, firma dirigida por Vicente Vilar, la empresa incrementó su facturación en los últimos años, cuando era “habitual” ver en ella a Fabra y a otros políticos del PP. Pero, durante el divorcio de su mujer, Vilar fue acusado de violación, de robarle 3.000 euros, de detenerla ilegalmente y de lesionarla. Hechos que le acarrearon una condena de 10 años de cárcel. Y ahora asegura que todo fue un montaje político tras haber presentado la denuncia contra su examigo, Carlos Fabra, después de años y años de amistad íntima.  

Vilar siempre presumió de tener cajas y cajas de documentación en Naranjax y empezó una guerra para la que no dudó en usar todas sus armas. Incluso editó un CD bajo el título 'La banda del Tuerto', por el que fue condenado. En aquella aventura musical se burlaba de Carlos Fabra y de su entorno, con canciones como 'Los perros de Don Fabricio'. Musicalizó las entretelas de su relación con Fabra y la justicia acabó condenándole por su contenido. “Ni Camps, ni Zaplana, ni Aznar, ni Rajoy –decía el estribillo de la primera canción que bautizaba el álbum–; la Banda del Tuerto es la que manda en Castellón”. En las diez pistas que lo completaban había para todos. En “Benvenuto Don Carlone”, retrataba la visita de Fabra al pueblo de Vilar para asistir a una procesión; “Montserrat” la dedicada a su exmujer;  en “Fabrichor” yLos perros de Don Fabricio”, cantaba cómo operaba el alter ego musical de Fabra con él y otros empresarios en la provincia; hasta su amante brasileña (en Canción para Carla) o el actual abogado de Montserrat Vives, Wenley Palacios (con Ven a mi despacho), tenían sus propios temas. “No voy a parar en mi apuesta para que salga a la luz todo lo que ha pasado y contarlo con música –declaraba Vilar al diario Levante-EMV, en noviembre de 2005 es una buena fórmula; le gustará a la gente”.

La portada ilustraba una caricatura del presidente de la Diputación de Castellón y otros protagonistas del que, a la postre, sería el caso Fabra. “Como compositor de la letra y la música (aunque no intérprete) –confesaba Vilar–, creo que soy bueno y nunca hay que perder el sentido del humor”. El barón del PP se querelló y reclamó, en su denuncia inicial, un millón de euros. En la condena, Vilar no se libró de una indemnización de 30.000 euros (posteriormente rebajados a 6.000) por “daños morales”.. “El contenido excede a todas luces la crítica política”, recogía la sentencia firme de la Audiencia de Castellón, sobre el maldito CD cuya prohibición cautelar de su difusión cayó sobre él en cuanto Carlos Fabra interpuso su denuncia. Y sólo Internet permitió que la huella de la frustrada carrera musical de Vicente Vilar no despareciera de golpe.

Carlos Fabra en su última declaración judicial. En segundo plano, Vicente Vilar.
 
“Fabra y los temblores –titula Javier Andrés Beltrán en la web ‘La lamentable’–. Primera consecuencia de la extrema dilación del proceso: el Fabra que hoy comparece ante la justicia no es el mismo al que su socio y amigo Vicente Vilar denunció hace una década. La misma persona, sí, pero no el mismo personaje. Así lo refleja la soledad que le acompaña en su entrada a la audiencia. Nada que ver con la imagen de prietas las filas y adhesiones inquebrantables de sus comparecencias en los juzgados de Nules. De aquel gentío sólo repiten los muchos periodistas, sus fieles guardaespaldas, y unos pocos de los más íntimos. Lo que si ha aumentado son los efectivos de la Guardia Civil y la Policía Nacional que le protegen –de qué, ó de quien, no se sabe– con un ardor guerrero que ya hubiera querido para sí la folklórica Isabel Pantoja, ella sí que lo pasó mal en las puertas de los juzgados de Marbella. La salida de Fabra podría ser igual de caótica y multitudinaria si finalmente es absuelto. Volverán los palmeros para llevarlo en volandas y serán legión, al tiempo. El abrazo en público, y el deseo de buena suerte, del presidente Alberto Fabra en la víspera del juicio es una clara señal al respecto: saldrá a hombros si es capaz de cortar las dos orejas y el rabo de la exculpación. Una posibilidad que gana enteros tras el sorprendente giro en la declaración de Vilar. El empresario que le denunció exculpa ahora a Fabra: no le pagó para que mediara por sus fitosanitarios y fueron ellas, las ex mujeres, las que se pasaban las maletas cargadas con millones. Una “ensalada familiar” –dijo– en alusión, tal vez, a que Mª Amparo y Montserrat se conocieron en un puesto de verduras del Mercat Central de Castelló, donde compran las amas de casa bien de ‘toda la vida’… en la que ha sido otra de las grandes revelaciones que dejó la primera semana de juicio. Vilar dice que no quiere “meterle en un lío”, ahora que lo ha metido en la sala de vistas, y que le acusó por cabreo, porque no se le puso al teléfono los días en que su ex mujer lo acusó por violación en aquella denuncia que se tramitó en el chalet de los Fabra. Vamos, que diez años, nueve jueces, cuatro fiscales, miles de folios… sólo por un ‘cógeme tú el móvil’. ¿Qué ha cambiado para que cambie su relato? ¿Miente ahora o mintió antes, y por qué? Se ha apuntado una razón de peso: Vilar ha cumplido casi seis de los diez años de cárcel de la condena por la agresión sexual a su ex esposa y da marcha atrás porque si se prueba el cohecho él también sería condenado. Eso le asegura un largo periodo más entre rejas, justo ahora que está más cerca del tercer grado y de volver a pisar la calle. En esas circunstancias puede llegar a confesar ser el toro que mató a Manolete. Acostumbrado a ganar en la lotería, la buena suerte que acompaña a Fabra no le abandona y muchos creen que también le ha tocado el ‘gordo’ de la lotería judicial tras el repentino ataque de sinceridad que le ha dado a Vilar”.
 
 Vicente Vilar, durante la vista judicial.

“Sentar a Fabra en el banquillo de los acusados y ponerse a temblar la tierra ha sido todo uno –escribe David Torres en Público.com, bajo el título ‘Terremotos marca Fabra’–. Ya se sabía que intentar procesar a Fabra tiene sus riesgos. Por eso en Castellón se toman la justicia con mucha calma: diez años de prospecciones judiciales sólo para sentar un culo ante el juez. Pero, al mover a Fabra de su lugar natural en la pirámide alimenticia, por poco no se les desparraman las mareas. Fabra en el banquillo es un oxímoron viviente. Y también una metonimia porque en Castellón la justicia no es ciega: es tuerta y lleva gafas oscuras. La filiación mafiosa fue apuntada tiempo atrás por el propio acusado, quien una vez contó cómo su padre le repitió palabra por palabra el consejo de Vito Corleone a su hijo Michael: ‘Mantén cerca a tus amigos, pero más cerca a tus enemigos’. Para prolongar las semejanzas con la saga, la semana pasada el empresario Vilar se desdijo de golpe de todas sus acusaciones: ‘Aquella denuncia fue fruto de mi cabreo con Fabra’. El hombre parecía Frankie Pentangeli tragándose sus palabras con patatas al ver a su hermano recién desembarcado de Sicilia entrar en el tribunal con la boina todavía atornillada a la sien. Entre hermanos, matrimonios, primos y hijos anda el juego. Castellón, por lo que se ve, es un gran negocio familiar y las familias unen mucho aunque también hay peleas. Vilar contó esa extraña peregrinación de los maletines yendo y viniendo por los despachos oficiales, provocando contratos y movimientos telúricos. Luego, Fabra explicó que llevaba la contabilidad como si la provincia fuese una tienda de ultramarinos. Unas veces los ingresos los hacía el chófer, otros el escolta, otras el propio Fabra, depende de quién llevara el maletín ese día.

“En el país de los ciegos –comenta Fabra– el rey es Fabra. Hay una célebre frase mafiosa: ‘Que parezca un accidente’. En Castellón, en efecto, la justicia parece un accidente, pero a cámara lenta y con moviola. Ha tardado tanto en reaccionar que la Audiencia, entre bostezo y bostezo, tuvo ocasión de declarar prescritos cuatro de los cinco delitos fiscales que le imputaban a Fabra, un hombre a quien le caducan las acusaciones como si fueran yogures. La verdad es que un proceso judicial que se alarga más de una década no es exactamente un caso de corrupción, sino más bien una beatificación. Al final es muy posible que lleven los papeles al Vaticano mientras a Fabra lo sacan a hombros del juzgado, incorrupto y mártir, entre erupciones y seísmos de alegría. Un poco más de suerte, la misma con la que siempre gana a la lotería, y Fabra puede hacer realidad el sueño de Lex Luthor en California: un terremoto resquebraja la costa de Castellón y el aeropuerto virgen de los nietos se le queda a huevo para inaugurar un club náutico”.

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