“El juez Carretero y las tías”.
“Algunos jueces - opina
Antonio Avendaño en ElPlural.com- en verdad muy pocos, están en cuestión no
porque las izquierdas se hayan vuelto más sectarias de lo que es habitual en
política, sino porque esos profesionales de la judicatura han dado motivos para
la sospecha al prolongar artificialmente la instrucción de determinados casos
con poca chicha penal, pero con mucha carnaza política. Y, huelga decirlo,
muchísima carnaza mediática. Cegadas ambas por el humo del resentimiento
electoral y la paranoia antisanchista, ni la derecha mediática ni, por
supuesto, la derecha política reconocerá nunca que la presunción de parcialidad
ideológica sobre ciertos jueces está justificada.
“El caso del juez Adolfo
Carretero es distinto. Instructor de la causa por agresión sexual de Íñigo
Errejón a la actriz Elisa Mouliaá, Carretero no es sospechoso de parcialidad
política pero sí de una extralimitación profesional que roza el atropello: su
interrogatorio a la denunciante es casi un manual de cómo no debe hacer su
trabajo un juez del siglo XXI… aunque sí uno del siglo XVII… El sonrojante
interrogatorio a Mouliaá sitúa al juez Carretero a mitad de camino entre el
zafio castellano viejo de Larra, el anacrónico aprendiz de Torquemada y el cura
rijoso del pasado que se deleitaba requiriendo al pequeño pecador arrodillado
en el confesionario que le diera más y más y más detalles de sus actos impuros:
¿y cuántas te tocabas veces, hijo mío, y lo hacías tú solo o en compañía de
otros, y, dime, dime, en quién pensabas, en tu hermana, en tu prima, en mi
sacristana…?
“Le ocurre quizá a
nuestro juez con las mujeres lo que a los inquisidores con los cristianos
nuevos: ni tías ni judíos han sido nunca de fiar. El obispo de Pamplona, fray
Prudencio de Sandoval, ya lo dejó claro siglos atrás: ‘¿Quién podrá negar, argumentaba
el piadoso benedictino que en los descendientes de los judíos se perpetúa y
dura la inclinación al mal de su antigua ingratitud y desconocimiento, como en
los negros el accidente inseparable de su negritud? [Aunque] el judío puede
descender por tres lados de gentilhombres o de viejos cristianos, un único mal
linaje lo infecta y lo echa a perder”.
“Viendo el vídeo del
interrogatorio a la actriz se cierne sobre la audiencia la impresión de que
quizá el juez opina de las mujeres que, en el fondo, todas son, ¿cómo decirlo?,
un poco casquivanas, ¿verdad?, aunque seguramente él, fiel seguidor como el
Braulio de Larra del castizo precepto de ‘al pan, pan y al vino, vino’,
preferiría sugerir que son unas calientapollas y, en fin, digámoslo todo, algo
putas por naturaleza, ¿no?, pues en ellas, como en los judíos de antaño, se
perpetúa y dura la inclinación al mal, de manera que, aun entre las más castas,
pervive un mal linaje que las infecta y echa a perder. Si eres judío, eres
judío y si eres tía, eres tía.
“Soy como soy”, dice el
juez en defensa propia. Quizá todo se reduzca a que, en el fondo, Carretero se
tiene a sí mismo por un hombre que no se chupa el dedo, un probo funcionario
persuadido de que ninguna tía, por muy buena que esté, le va a hacer creer a
él, precisamente a él, ¡ja!, que no le gusta un poquito dejarse magrear, de lo
contrario se quejaría, ¿no?, si a la tía no le gustaba ¡de qué iba a estarse
quieta, joder!, ¿por qué cojones no le paró los pies al muchacho?, ¿es que
acaso, y más siendo actriz, no conoce a los hombres, que somos como somos y
tenemos ciertas urgencias que toda mujer debería conocer?, me pasa eso a mí y
menuda hostia que le arrimo al mariconazo que intente meterme mano…
Antonio Avendaño señala
que Carretero ha defendido que él se limitó, como siempre, a hacer su trabajo,
es decir, a intentar determinar si la actriz había sido realmente vejada
sexualmente o la suya era una denuncia falsa. “Debería haber recordado nuestro
juez el viejo chiste: ‘No me molestó que se llamara hijo de puta, me molestó el
tonillo en que me lo dijo’. En efecto, el tonillo lo es todo. El tonillo es
mucho más significativo que la literalidad, es la clave interpretativa más
infalible, la que mejor entienden los niños, los perros, las tías y los judíos,
la que nos dice si estamos ante una broma o ante un ultraje, ante una humorada
o ante una ofensa, ante una instrucción profesional o ante un ejercicio
inquisitorial”.
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