15 de abril. Berlusconi se salió con la suya.
Berlusconi ejerce de "gran hermano" y de "hombre orquesta".
Sus abusivas y reiteradas apariciones públicas en la prensa y televisión, que por algo la mayoría de ellas son de su propiedad, han dejado más que claro que la consigna preferida del “Cavalieri” es la que todo vale, desde una bufonada, hasta el ataque más agresivo en contra de sus enemigos. De ahí proviene su riqueza personal y dominio de los medios de comunicación, obtenidos y acrecentados con operaciones desaprensivas y con un cúmulo de conflictos de intereses que en ningún otro Estado moderno serían tolerados. Il Cavaliere nunca olvidó a los jueces ni a los fiscales, frencuentemente insultados en sus discursos. Y, en los últimos años, consiguió el récord de tener hasta cinco juicios abiertos en su contra. Aunque todas las causas acabaron en absolución, prescripción del delito o en la maraña interminable de la burocracia.
Uno de sus canales televisivos fue multado con 150.000 euros por violar el principio de neutralidad política. Un incidente para él sin importancia. Berlusconi habla de todo ante un público entusiasta que aplaude constantemente sus payasadas. El mismo que está dispuesto a permitir que el control del Parlamento, por supuesto, el suyo, lleve a cabo toda clase de reformas siempre en beneficio propio, con el apoyo de “sus” diputados y senadores. "Los meses y años que tenemos por delante son difíciles –declara Berlusconi, recién elegido–. Será una legislatura distinta a la del 2001. Daré menos espacio al teatrito de la política y de las televisiones. Aplicaré una política exterior diferente; no haré conferencias de prensa y no leeré los periódicos que, obviamente, tomarán posición contra mí. Quiero esforzarme y ser el estadista que cambie el país”. Efectivamente, con una mayoría de los medios de comunicación doblegados a sus exigencias, no necesitará leer la prensa ni informarse a través de ella. Y con un país en el bolsillo, no precisará cambiarlo por otro distinto. Con cuatro operaciones de diseño le bastará para seguir actuando como siempre ha hecho. Al menos, mientras sigan confiando en él.
La razón fundamental de la victoria de Berlusconi –según Giovanni Sartori, un prestigioso politólogo– es que es un político muy hábil y un actor muy bueno que controla los medios de comunicación. Lo que sorprende es que la izquierda le haya permitido seguir controlando los medios. En estas condiciones, ganaría incluso yo”.
A Silvio Berlusconi, con 71 años y sin arrugas en la cara gracias a alguna operación de cirugía estética, le ha vuelto a tocar el premio gordo de la lotería. Sus votantes, una mayoría de italianos, le han elegido de nuevo como “mejor” candidato de las urnas, con lo que, por tercera vez –la primera fue en 1994 y la segunda en el 2001–, se sentará en la poltrona de la República Italiana, para hacer y deshacer cuanto le guste y prive, como hacen los reyes absolutos. Gracias a su inmenso poder mediático –canales de televisión, órganos de prensa y agencias de publicidad– podrá hacer lo que se proponga, convirtiéndose en “ciudadano Kane”, cubierto de inmunidad como jefe de Gobierno ante las numerosas acusaciones de corrupción, abuso de poder y difamación. Y una forma de aumentar la enorme fortuna en la que la revista Forbes lo ubica como el segundo hombre más rico de Italia, el tercero de Europa y el decimoquinto del Mundo.
Sus abusivas y reiteradas apariciones públicas en la prensa y televisión, que por algo la mayoría de ellas son de su propiedad, han dejado más que claro que la consigna preferida del “Cavalieri” es la que todo vale, desde una bufonada, hasta el ataque más agresivo en contra de sus enemigos. De ahí proviene su riqueza personal y dominio de los medios de comunicación, obtenidos y acrecentados con operaciones desaprensivas y con un cúmulo de conflictos de intereses que en ningún otro Estado moderno serían tolerados. Il Cavaliere nunca olvidó a los jueces ni a los fiscales, frencuentemente insultados en sus discursos. Y, en los últimos años, consiguió el récord de tener hasta cinco juicios abiertos en su contra. Aunque todas las causas acabaron en absolución, prescripción del delito o en la maraña interminable de la burocracia.
Uno de sus canales televisivos fue multado con 150.000 euros por violar el principio de neutralidad política. Un incidente para él sin importancia. Berlusconi habla de todo ante un público entusiasta que aplaude constantemente sus payasadas. El mismo que está dispuesto a permitir que el control del Parlamento, por supuesto, el suyo, lleve a cabo toda clase de reformas siempre en beneficio propio, con el apoyo de “sus” diputados y senadores. "Los meses y años que tenemos por delante son difíciles –declara Berlusconi, recién elegido–. Será una legislatura distinta a la del 2001. Daré menos espacio al teatrito de la política y de las televisiones. Aplicaré una política exterior diferente; no haré conferencias de prensa y no leeré los periódicos que, obviamente, tomarán posición contra mí. Quiero esforzarme y ser el estadista que cambie el país”. Efectivamente, con una mayoría de los medios de comunicación doblegados a sus exigencias, no necesitará leer la prensa ni informarse a través de ella. Y con un país en el bolsillo, no precisará cambiarlo por otro distinto. Con cuatro operaciones de diseño le bastará para seguir actuando como siempre ha hecho. Al menos, mientras sigan confiando en él.
La razón fundamental de la victoria de Berlusconi –según Giovanni Sartori, un prestigioso politólogo– es que es un político muy hábil y un actor muy bueno que controla los medios de comunicación. Lo que sorprende es que la izquierda le haya permitido seguir controlando los medios. En estas condiciones, ganaría incluso yo”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario