25 de abril. Fernando Lugo, ni en el sitial episcopal, ni el sillón presidencial.
Fernando Lugo, nuevo presidente de la República Parguaya.
Lugo quiere reconstruir un nuevo país, frenar la desigualdad social y la corrupción, aumentar su riqueza a través de la exportación de energía eléctrica. ¿Lo conseguirá? Por de pronto, ya ha dicho que no quiere vivir en el palacio del Gobierno, en Asunción, sino en el mismo lugar en donde vive, entre los pobres. No conozco a ningún presidente ni jefe de Estado que haya empezado su labor con decisiones parecidas. Será una lección para cualquier político. Espero que sus principios no se rompan al paso del tiempo.
Nacido hace 58 años en el seno de una familia humilde y conocido como “el obispo de los pobres”, Fernando Lugo, quien renunciaba en la Navidad del 2006 a su estado clerical para dedicarse a la política, lograba el pasado domingo terminar con seis décadas de gobierno absoluto del Partido Colorado. Con un país sumido en la pobreza y el desempleo que obligó a emigrar a cientos de miles de paraguayos, “el obispo rebelde” de la mísera diócesis de San Pedro, suspendido hace ocho meses “a divinis” por el Vaticano (sanción que lo inhabilita a ejercer su ministerio), conseguía aglutinar a la derecha representada por el PLRA y a una treintena de grupos de izquierdas y organizaciones sociales y sindicales. Su discurso esperanzador y su amplio espectro ideológico le ha conducido a la victoria.
Sin embargo, Lugo ya ha anticipado que no ocupará la residencia presidencial porque quiere seguir viviendo en su casa del barrio asunceño de Lambaré para “estar cerca de los vecinos” y que tendrá a su hermana, Marta, maestra jubilada, como primera dama. Un caso similar al de Evo Morales. El ex obispo pretende encabezar “un gobierno caracterizado por la honestidad y no por la corrupción". Recomiendo la lectura de la novela del paraguayo, Augusto Roa Bastos: “Yo, El Supremo”, Premio Cervantes en 1989. El Paraguay fue uno de los primeros países sudamericanos en obtener la independencia para, inmediatamente, caer en brazos de uno de los más déspotas dictadores de la época, Gaspar Rodríguez de Francia.
En la campaña electoral, los “colorados” desacreditaron a Fernando Lugo de la forma más ruin, acusándole de terrorista de izquierdas y de seductor de mujeres. El senador Juan Carlos Galaverna le acusó de estar financiado por Hugo Chávez y de introducir agentes agitadores en Paraguay para, así ,ganar las elecciones. “Si este sacerdote impío traicionó a la Iglesia –criticó Ovelar, ex ministra de Educación del gobierno de Nicanor Duarte–, ¿cómo no va a traicionar al pueblo?”. Sin embargo, frente a estas acusaciones, Lugo aumentó su popularidad y su credibilidad ante un pueblo desencantado y escéptico. "Si hay algo que me llama la atención es justamente esta guerra sucia que se ha desatado inmisericordemente contra mi persona –lamentaba Lugo–, pero tenemos la mística, tenemos la fuerza para afrontarlo y estamos más allá y por encima de todas estas mentiras, de todos estos engaños y de todas estas calumnias".
Lugo concibe la política y la religión como "dos caras de una misma moneda". Durante los once años dedicados al obispado rural, se dio cuenta que faltaba esa herramienta política de transformación y esa voluntad de cambio real. "Hasta ahora –sostiene este ex obispo al que muchos identifican con la Teología de la Liberación–, estuve en una catedral enseñando, compartiendo, sufriendo, construyendo. A partir de ahora, me dedicaré al país. Los ciudadanos de Paraguay nos merecemos una nación más justa, más fraterna”.
Lugo asegura que Paraguay no quiere "relaciones de amos y esclavos" sino de "igual a igual con todos los países, sean pequeños o grandes. Apostamos por la integración regional, latinoamericana y mundial, no podemos andar mal con nuestros vecinos". Recuerda que al exilio político de los 40 a los 70 se ha sumado el exilio económico y que va a ser muy difícil el sueño de que vuelvan todos los paraguayos. “Con una política de creación de empleo, queremos, por lo menos, frenar esa gran migración juvenil hacia afuera". Más de cien mil paraguayos emigraron del país en los últimos tres años, buscando mejores condiciones de vida en Argentina y Estados Unidos.
Sin embargo, Lugo ya ha anticipado que no ocupará la residencia presidencial porque quiere seguir viviendo en su casa del barrio asunceño de Lambaré para “estar cerca de los vecinos” y que tendrá a su hermana, Marta, maestra jubilada, como primera dama. Un caso similar al de Evo Morales. El ex obispo pretende encabezar “un gobierno caracterizado por la honestidad y no por la corrupción". Recomiendo la lectura de la novela del paraguayo, Augusto Roa Bastos: “Yo, El Supremo”, Premio Cervantes en 1989. El Paraguay fue uno de los primeros países sudamericanos en obtener la independencia para, inmediatamente, caer en brazos de uno de los más déspotas dictadores de la época, Gaspar Rodríguez de Francia.
En la campaña electoral, los “colorados” desacreditaron a Fernando Lugo de la forma más ruin, acusándole de terrorista de izquierdas y de seductor de mujeres. El senador Juan Carlos Galaverna le acusó de estar financiado por Hugo Chávez y de introducir agentes agitadores en Paraguay para, así ,ganar las elecciones. “Si este sacerdote impío traicionó a la Iglesia –criticó Ovelar, ex ministra de Educación del gobierno de Nicanor Duarte–, ¿cómo no va a traicionar al pueblo?”. Sin embargo, frente a estas acusaciones, Lugo aumentó su popularidad y su credibilidad ante un pueblo desencantado y escéptico. "Si hay algo que me llama la atención es justamente esta guerra sucia que se ha desatado inmisericordemente contra mi persona –lamentaba Lugo–, pero tenemos la mística, tenemos la fuerza para afrontarlo y estamos más allá y por encima de todas estas mentiras, de todos estos engaños y de todas estas calumnias".
Lugo concibe la política y la religión como "dos caras de una misma moneda". Durante los once años dedicados al obispado rural, se dio cuenta que faltaba esa herramienta política de transformación y esa voluntad de cambio real. "Hasta ahora –sostiene este ex obispo al que muchos identifican con la Teología de la Liberación–, estuve en una catedral enseñando, compartiendo, sufriendo, construyendo. A partir de ahora, me dedicaré al país. Los ciudadanos de Paraguay nos merecemos una nación más justa, más fraterna”.
Lugo asegura que Paraguay no quiere "relaciones de amos y esclavos" sino de "igual a igual con todos los países, sean pequeños o grandes. Apostamos por la integración regional, latinoamericana y mundial, no podemos andar mal con nuestros vecinos". Recuerda que al exilio político de los 40 a los 70 se ha sumado el exilio económico y que va a ser muy difícil el sueño de que vuelvan todos los paraguayos. “Con una política de creación de empleo, queremos, por lo menos, frenar esa gran migración juvenil hacia afuera". Más de cien mil paraguayos emigraron del país en los últimos tres años, buscando mejores condiciones de vida en Argentina y Estados Unidos.
Lugo quiere reconstruir un nuevo país, frenar la desigualdad social y la corrupción, aumentar su riqueza a través de la exportación de energía eléctrica. ¿Lo conseguirá? Por de pronto, ya ha dicho que no quiere vivir en el palacio del Gobierno, en Asunción, sino en el mismo lugar en donde vive, entre los pobres. No conozco a ningún presidente ni jefe de Estado que haya empezado su labor con decisiones parecidas. Será una lección para cualquier político. Espero que sus principios no se rompan al paso del tiempo.
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