1 de octubre. (Y II) Exiliados españoles en México: de conquistadores a conquistados.
El entonces presidente, Lázaro Cárdenas.
Mau Aub. “Murió de pronto –dice de él Buñuel, quien esperaba, a su vez, su turno–, mientras jugaba a las cartas”. Su cuerpo descansa en el Panteón Español del cementerio de México, en un espacio rodeado de tumbas de niños.
Luis Buñuel rueda su última película a los 77 años. La muerte le sorprende en México, en 1983, lejos de la España que le había visto nacer y rebelarse.
Se calcula que, en el curso de los años 1939 y 1940, unos siete mil trescientas exiliados españoles llegaron a puertos mexicanos, aunque la emigración continuó después. El Centro Republicano Español de México publica, en 1979, una relación de 330 médicos españoles muertos en el exilio hasta aquella fecha. Entre los periodistas, se recuerdan especialmente nombres preclaros como Enrique Díez–Canedo, maestro de periodistas y eminente poeta; Roberto Castrovido, que dirigió el periódico republicano “El País”; Francisco Villanueva, corresponsal extranjero; Fabián Vidal, director de “La Voz de Madrid”; Aguirre, director de “El Día Gráfico”, de Barcelona; Isabel Oyarzábal de Palencia, redactora de “La Voz” y diplomática; Indalecio Prieto, director de “El Liberal”, de Bilbao, diputado y ministro durante la República… Fueron iniciadores y colaboradores en los suplementos de cultura de los principales diarios, en revistas y boletines de partidos políticos, organizaciones sindicales y en centros culturales y regionales.
La generosa acogida y colaboración del presidente mexicano, el general Lázaro Cárdenas, permitió, en breve tiempo y con una mínima tramitación, la nacionalización de todos los que lo deseaban, no dudando en modificar la ley de acogida para que pudieran desempeñar sus profesiones y oficios. “Era una forma de beneficiarse –apunta Andrés Trapiello en la novela “Días y noches”– de los más cualificados doctores, ingenieros, tipógrafos, abogados, peritos, arquitectos, sin contar a los más agudos y preclaros intelectuales, escritores y artistas que, sin lugar a dudas, iban a impulsar la industria, la medicina o la cultura del país como de hecho así iba a ocurrir”.
Se crearon centros que absorbieron una importante fuerza laboral y profesional: “La Casa de España”, “La Junta de Cultura Española”, (con su presidente, José Bergamín, Josep Carner y Juan Larrea y su órgano de expresión en la revista “España Peregrina”), el “Instituto Luis Vives” (fundado en México, en 1939), el “Colegio Madrid” (fundado en México, en 1941), el “Ateneo Español en México”, la “Unión de Profesores Universitarios Españoles en el Extranjero” (fundada en París, en 1939), la “Agrupación de Universitarios Españoles”, la “Agrupación de Escritores y periodistas en el Exilio”, la “Academia Hispano-Mexicana” (fundada en México, en 1940), la “Unión de Intelectuales Españoles”, con independencia de las que prestaron su concurso en la Universidad Autónoma de México. Las editoriales creadas por los españoles pasaron de cincuenta.
Entre los personajes españoles de la diáspora republicana que fueron recibidos por México o por alguno de los países americanos cabe señalar a los Premios Nóbel: Juan Ramón Jiménez (de literatura) y Severo Ochoa (de bioquímica); al cineasta Luis Buñuel; a los músicos Manuel de Falla o Pablo Casals; a los escritores Max Aub, Ramón J. Sender, Francisco Ayala, Manuel Andújar y a casi todo el grupo de “la generación del 27”. Otros exiliados conocidos son los filósofos José Gaos, Joaquín Xirau, J. D. García Bacca; el filósofo, poeta y crítico literario, Adolfo Sánchez Vázquez, quien dirigiera la Casa de los “Niños de la Guerra”, escritor una veintena de libros; los historiadores Rafael Altamira, Claudio Sánchez-Albornoz; Pere Bosch Gimpera, ex rector de la Universitat Autònoma de Barcelona; Pérez Díaz, Augusto, alias Benedico, abogado y actor profesional; los pensadores Ferrater Mora o Américo Castro; los científicos Arturo Duperier (en rayos cósmicos) y Rafael Méndez (en farmacología cardiovascular)… Con la ayuda de la JARE, de influencia prietista, y del SERE, de influencia negrinista, se fundó el “Centro Médico de Especialidades”, el “Centro Médico-Farmacéutico”, la “Benéfica Hispánica” y el “Sanatorio”. Más de la mitad de los trescientos cinco catedráticos titulares en la España de 1939 termina por exiliarse a México. Entre ellos, había cinco rectores. Todo ello lo recopilo en mi libro inédito: “España, vista por sus exiliados”.
La generosa acogida y colaboración del presidente mexicano, el general Lázaro Cárdenas, permitió, en breve tiempo y con una mínima tramitación, la nacionalización de todos los que lo deseaban, no dudando en modificar la ley de acogida para que pudieran desempeñar sus profesiones y oficios. “Era una forma de beneficiarse –apunta Andrés Trapiello en la novela “Días y noches”– de los más cualificados doctores, ingenieros, tipógrafos, abogados, peritos, arquitectos, sin contar a los más agudos y preclaros intelectuales, escritores y artistas que, sin lugar a dudas, iban a impulsar la industria, la medicina o la cultura del país como de hecho así iba a ocurrir”.
Se crearon centros que absorbieron una importante fuerza laboral y profesional: “La Casa de España”, “La Junta de Cultura Española”, (con su presidente, José Bergamín, Josep Carner y Juan Larrea y su órgano de expresión en la revista “España Peregrina”), el “Instituto Luis Vives” (fundado en México, en 1939), el “Colegio Madrid” (fundado en México, en 1941), el “Ateneo Español en México”, la “Unión de Profesores Universitarios Españoles en el Extranjero” (fundada en París, en 1939), la “Agrupación de Universitarios Españoles”, la “Agrupación de Escritores y periodistas en el Exilio”, la “Academia Hispano-Mexicana” (fundada en México, en 1940), la “Unión de Intelectuales Españoles”, con independencia de las que prestaron su concurso en la Universidad Autónoma de México. Las editoriales creadas por los españoles pasaron de cincuenta.
Entre los personajes españoles de la diáspora republicana que fueron recibidos por México o por alguno de los países americanos cabe señalar a los Premios Nóbel: Juan Ramón Jiménez (de literatura) y Severo Ochoa (de bioquímica); al cineasta Luis Buñuel; a los músicos Manuel de Falla o Pablo Casals; a los escritores Max Aub, Ramón J. Sender, Francisco Ayala, Manuel Andújar y a casi todo el grupo de “la generación del 27”. Otros exiliados conocidos son los filósofos José Gaos, Joaquín Xirau, J. D. García Bacca; el filósofo, poeta y crítico literario, Adolfo Sánchez Vázquez, quien dirigiera la Casa de los “Niños de la Guerra”, escritor una veintena de libros; los historiadores Rafael Altamira, Claudio Sánchez-Albornoz; Pere Bosch Gimpera, ex rector de la Universitat Autònoma de Barcelona; Pérez Díaz, Augusto, alias Benedico, abogado y actor profesional; los pensadores Ferrater Mora o Américo Castro; los científicos Arturo Duperier (en rayos cósmicos) y Rafael Méndez (en farmacología cardiovascular)… Con la ayuda de la JARE, de influencia prietista, y del SERE, de influencia negrinista, se fundó el “Centro Médico de Especialidades”, el “Centro Médico-Farmacéutico”, la “Benéfica Hispánica” y el “Sanatorio”. Más de la mitad de los trescientos cinco catedráticos titulares en la España de 1939 termina por exiliarse a México. Entre ellos, había cinco rectores. Todo ello lo recopilo en mi libro inédito: “España, vista por sus exiliados”.
1 comentario:
Nuestros exiliados (muertos vivos)(Max Aub) hoy más vivos que muertos. Quiero creer que la Conquista, fue también en alguna medida Encuentro, en el ánimo -al menos- de cualquier desconocido marinero. Por ello cabría quizá, aludir al exilio como reencuentro. (chiflos)
Publicar un comentario