En Valencia, el ruido amansa a las fieras.
"Que bote Rajoy", entonaron centenares de valencianos. Y Rajoy botó.
El hecho es que el estruendo de petardos en noches falleras valencianas atrae no sólo a las masas enfebrecidas por el espectáculo de las fallas valencianas sino que hace olvidar uno de los problemas más acuciantes del PP. Porque el ruido amansa a las fieras y los estruendos de los petardos hasta las acobarda. Estas mismas ideas vinieron a mi mente el miércoles pasado, en cuanto vi a Mariano Rajoy dispuesto a presenciar la “mascletà” desde el balcón del Ayuntamiento valenciano. Aunque más que por el espectáculo pirotécnico, Rajoy estaba ahí, interesado en apoyar al presidente de la Generalitat, Francisco Camps, quien vive los momentos más difíciles de su trayectoria política, arropado por la alcaldesa Rita Barberá. Tres miembros preclaros de un partido, necesitados de tracas y de pólvora para distraer y amansar al personal.
Mariano Rajoy se libró fácilmente de las preguntas incómodas de la prensa sobre el “caso Gürtel” gracias a la táctica empleada en este caso, con un policía entre él y los periodistas debidamente acreditados que intentaba hacerle unas preguntas. Así evitó tener que explicar lo que los chicos/as de la prensa quería precisamente escuchar. Los tres políticos del PP –Rajoy, Barberá y Camps– saludaron sonrientes a la multitud, mientras otros dos policías custodiaban la puerta del balcón, evitando que otros veinte periodistas accedieran a la espaciosa antesala. El argumento de los agentes fue que el jefe de prensa del Ayuntamiento había prohibido la entrada “por motivos de seguridad”. El mismo razonamiento fue esgrimido por los responsables de comunicación del Consistorio momentos después de establecerse la barrera policial. Sin embargo, sí hubo paso franco para miembros de protocolo del Consistorio y varios invitados.
Ni siquiera al acabar la “mascletà”, cuando varios de los invitados ya habían salido de la estancia, pudieron pasar los periodistas. Y quienes lo intentaron, recibieron empujones de los agentes, con un lenguaje chulesco. De esta forma, Mariano Rajoy, atrincherado y rodeado por una barerrera imposible de pasar, se libraba de preguntas incómodas En todo caso, sólo contestaría a la prensa para declarar que se sentía “muy bien rodeado” y que era un “honor” estar en aquella ciudad, donde había hecho su servicio militar. Pero, cuando los informadores quisieron preguntale por lo que realmente le interesaba, ya se había dado la vuelta, dirigiéndose a la sala contigua, vetada igualmente a la prensa, en donde se ofrecía un aperitivo preparado por el Ayuntamiento.
La alcaldesa, Rita Barberá, se mostró “orgullosa” y agradecida por el “esfuerzo” que cada año realizan las comisiones falleras y la “contribución” hecha por el mundo fallero y todo su entorno “al mantenimiento de los puestos de trabajo y de la actividad económica”. Un movimiento económico de 754 millones de euros que se mueven “cada año” y que es similar al presupuesto del consistorio valenciano “entero” para un ejercicio. “Entre todas las fiestas populares que se celebran en España –dijo–, y puede que en el mundo entero, las Fallas son las que en mayor porcentaje sustenta el pueblo”.
El miércoles pasado, poco antes de que Rajoy emprendiese un viaje a Valencia, la portavoz popular, Soraya Sáenz de Santamaría, banalizaba en una intervención en el Congreso sobre el interés de debatir la creación de una formación profesional para los artistas fallero y foguerers. Inmaculada Rodríguez-Piñeiro, portavoz de Economía y diputada por Valencia, acusó a Soraya de “menospreciar” a los artistas falleros y denunció que el PP intetara “ridiculizarlos” mientras les “expresa su amor en Valencia”. La diputada socialista añadía que “ya está bien de hipocresía y de instrumentalizar las Fallas sólo para sus intereses” y preguntó a los dirigentes del PP valenciano qué tienen que decir “ante el nuevo menosprecio de sus jefes de Madrid, cuando Rajoy aplaude las palabras de su portavoz y acude a Valencia”. Por su parte, la secretaria de Organización, Leire Pajín, insistía en que, mientras su formación presenta “iniciativas positivas” para los intereses de los trabajadores del arte fallero, en el PP “ridiculizan y se ríen” de la principal fiesta valenciana.
El hecho es que el estruendo de petardos en noches falleras valencianas atrae no sólo a las masas enfebrecidas por el espectáculo de las fallas valencianas sino que hace olvidar uno de los problemas más acuciantes del PP. Porque el ruido amansa a las fieras y los estruendos de los petardos hasta las acobarda. Estas mismas ideas vinieron a mi mente el miércoles pasado, en cuanto vi a Mariano Rajoy dispuesto a presenciar la “mascletà” desde el balcón del Ayuntamiento valenciano. Aunque más que por el espectáculo pirotécnico, Rajoy estaba ahí, interesado en apoyar al presidente de la Generalitat, Francisco Camps, quien vive los momentos más difíciles de su trayectoria política, arropado por la alcaldesa Rita Barberá. Tres miembros preclaros de un partido, necesitados de tracas y de pólvora para distraer y amansar al personal.
Mariano Rajoy se libró fácilmente de las preguntas incómodas de la prensa sobre el “caso Gürtel” gracias a la táctica empleada en este caso, con un policía entre él y los periodistas debidamente acreditados que intentaba hacerle unas preguntas. Así evitó tener que explicar lo que los chicos/as de la prensa quería precisamente escuchar. Los tres políticos del PP –Rajoy, Barberá y Camps– saludaron sonrientes a la multitud, mientras otros dos policías custodiaban la puerta del balcón, evitando que otros veinte periodistas accedieran a la espaciosa antesala. El argumento de los agentes fue que el jefe de prensa del Ayuntamiento había prohibido la entrada “por motivos de seguridad”. El mismo razonamiento fue esgrimido por los responsables de comunicación del Consistorio momentos después de establecerse la barrera policial. Sin embargo, sí hubo paso franco para miembros de protocolo del Consistorio y varios invitados.
Ni siquiera al acabar la “mascletà”, cuando varios de los invitados ya habían salido de la estancia, pudieron pasar los periodistas. Y quienes lo intentaron, recibieron empujones de los agentes, con un lenguaje chulesco. De esta forma, Mariano Rajoy, atrincherado y rodeado por una barerrera imposible de pasar, se libraba de preguntas incómodas En todo caso, sólo contestaría a la prensa para declarar que se sentía “muy bien rodeado” y que era un “honor” estar en aquella ciudad, donde había hecho su servicio militar. Pero, cuando los informadores quisieron preguntale por lo que realmente le interesaba, ya se había dado la vuelta, dirigiéndose a la sala contigua, vetada igualmente a la prensa, en donde se ofrecía un aperitivo preparado por el Ayuntamiento.
La alcaldesa, Rita Barberá, se mostró “orgullosa” y agradecida por el “esfuerzo” que cada año realizan las comisiones falleras y la “contribución” hecha por el mundo fallero y todo su entorno “al mantenimiento de los puestos de trabajo y de la actividad económica”. Un movimiento económico de 754 millones de euros que se mueven “cada año” y que es similar al presupuesto del consistorio valenciano “entero” para un ejercicio. “Entre todas las fiestas populares que se celebran en España –dijo–, y puede que en el mundo entero, las Fallas son las que en mayor porcentaje sustenta el pueblo”.
3 comentarios:
El título de tu estupendo post demuestra que no sólo la música tiene esa facultad. Saludos.
Te agradezco, apreciado Guillermo, tu comentario. Todo lo que entra por los oidos, los ojos, el olfato, el paladar y el tacto puede ser percibido con miles de matices, incluso por el quinto sentido de la crítica. Eso es lo que intento hacer en mi blog que sigues habitualmente.
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