Mario Benedetti, el poeta que se fue sencillamente.
Ayer fue enterrado Mario (Orlando Hardy Hamlet Brenno) Benedetti, un escritor y poeta uruguayo que naciera el 14 de septiembre de 1920 y muriera el pasado domingo. En sus 88 años de existencia el poeta, narrador, dramaturgo, ensayista y escritor, nos ha dejado más de 80 obras, algunas de las cuales han sido traducidas a más de veinte idiomas. Novelas como “La tregua”, llevada al cine, poemarios como “Sólo mientras tanto”, y cuentos como “Recuerdos olvidados”, marcados por el amor, la solidaridad y, a medida que pasaba el tiempo, por la muerte, son hoy conocidos por no pocos de los 300 millones de personas de habla hispana. Su última obra, el poemario “Testigo de uno mismo”, fue presentada en agosto del año pasado, dos años después de que falleciera su esposa Luz López Alegre, su gran amor y compañera de vida, tras 60 años de vivir con ella.
Tras el golpe de Estado de 1973, Benedetti abandonó Uruguay e inició el exilio en Argentina, Perú y Cuba. “Me echaban y me amenazaban de muerte –recuerda el escritor–. De Uruguay tuve que irme porque estaban a punto de meterme preso y torturarme. De Buenos Aires, porque una asociación profascista me puso en una lista de condenados a muerte y me dieron 48 horas para que me fuera. Me marché a Perú. Me deportaron a Argentina. Me ofrecieron asilo en Cuba, donde dirigí un departamento de literatura en La Casa de las Américas y, por primera vez, me gané la vida literariamente”…
En 1980, llega a España y se instala en Palma de Mallorca, en donde yo vivía entonces y le conocí directamente. Pero el clima de la isla y su humedad le obligan a instalarse en Madrid por su ambiente seco. No todos sus artículos publicados en “El País” cuentan con el aprecio de muchos intelectuales españoles. “Ciertas elites, no necesariamente de derechas, fruncían su nariz –escribe Camapanella–. Así, Juan Goytisolo, Mario Vargas Llosa y José Ángel Valente, entre otros, escribieron duras respuestas a lo que planteaba el uruguayo”. Pero se encontró con otros exiliados de su país como la poeta Cristina Peri Rossi, con Juan Carlos Onetti o Eduardo Galeano, y se relacionó con otros intelectuales españoles.
A lo largo de su vida ganó diferentes premios que reconocían su calidad literaria y humana aunque el Cervantes se quedó sin Benedetti, como un borrón de los más sonados en un historial y, a diferencia de otros escritores sudamericanos que sí lo conseguían, como Vargas Llosa. Benedetti nunca renunció a los valores de la revolución cubana ni a su ideología de clase. Nunca escribió en función de premios, mientras el Cervantes se quedaba definitivamente sin él. Fue un hombre generoso, sencillo, vital, respetuoso hasta con los “plumíferos neoliberales” que no cesaron de criticarle. Y siempre fue considerado como el poeta de los oprimidos. Recuerdo, a modo de reconocimiento, uno de sus poemas que más me gustan de él: “Cuando éramos niños”.
Cuando éramos niños
los viejos tenían como treinta
un charco era un océano
la muerte lisa y llana
no existía
luego cuando muchachos
los viejos eran gente de cuarenta
un estanque era un océano
la muerte solamente
una palabra
ya cuando nos casamos
los ancianos estaban en los cincuenta
un lago era un océano
la muerte era la muerte
de los otros
ahora veteranos
ya le dimos alcance a la verdad
el océano es por fin el océano
pero la muerte empieza a ser
la nuestra
1 comentario:
Esa silla parece como una design de Alvar Aalto. Me encanta!
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