Gobierno colombiano y FARC: conversaciones “sin ilusiones, pero sin desesperación”, en Oslo.
Juan Manuel Santos, presidente de Colombia.
Negociadores colombianos para la paz, en Oslo.
Trece meses de largos preparativos han servido para que esta misma mañana se inicien las conversaciones, en Oslo y, posteriormente, en La Habana, sobre la paz colombiana. En agosto de 2011, Alfonso Cano, máximo jefe de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), anunciaba el deseo de la guerrilla de emprender diálogos de paz que pusieran fin a la guerra que vive Colombia –país de más de 46 millones y medio de habitantes–, desde hace casi medio siglo. Las FARC-EP dicen creer en la solución política y en el diálogo como ruta acertada. Por su parte, el Gobierno de Juan Manuel Santos ha anunciado que Colombia, “después de tanta sangre derramada, necesita y merece la paz”. Y el fiscal general, Eduardo Montealegre, afirma que “la salida al conflicto colombiano no está por la vía de las armas”.
Los Gobiernos de Cuba y Noruega, como garantes, y de Venezuela y Chile, como acompañantes, están alrededor de la mesa de conversaciones que el Ejecutivo de Colombia y la guerrilla de las FARC han formalizado. El director de la Corporación Nuevo Arco Iris (CNAI), que se autodefine como “un centro de pensamiento, investigación y acción social para la profundización de la democracia”, observa que el Ejecutivo siempre ha tenido la acogida cubana y mantiene ahora una “buena relación” con el presidente venezolano, Hugo Chávez. La participación de este país ha sido rechazada de plano por el expresidente Álvaro Uribe (2002-2010), muy crítico con el incipiente proceso de paz abierto, pero está muy bien valorada por la exsenadora Piedad Córdoba, líder de Colombianas y Colombianos por la Paz (CCP), que, en años recientes, facilitó la entrega de una veintena de rehenes de las FARC. Para Córdoba, la presencia de Chávez “es importante (...) en la medida que Colombia es un país limítrofe”
En la agenda de estas conversaciones se ha acordado abarcar los temas de “política de desarrollo agrario integral”, “participación política”, “fin del conflicto”, “solución al problema de las drogas ilícitas”, “víctimas” e “implementación, verificación y refrendación”. En el pacto, aparecen asuntos como el cese /(bilateral y definitivo) del fuego y de hostilidades, el abandono de armas y la reinserción de los rebeldes, incluso en la política, como oposición y mediante los movimientos que surjan del acuerdo final. “Antes de que los (ex)guerrilleros pronuncien sus discursos en el Congreso, habrá llegado la paz”, ha dicho Belisario Betancur, expresidente conservador. A Betancur se le debe un fracasado proceso de paz con las FARC que avanzó hasta un alto el fuego y la creación de un partido que fue casi extinguido a bala con el asesinato de miles de sus miembros, incluidos candidatos presidenciales.
Tanto Santos como Rodrigo Londoño, líder guerrillero, más conocido como Timochenko, parecen estar muy seguros de lo que van a negociar. El historiador, Jorge Orlando Melo, sostiene que hay que ir a conversaciones “sin ilusiones, pero sin desesperación” y matiza que puede ser mucho más arduo resolver los problemas que seguirían a un cese de hostilidades, que el propio fin militar del conflicto. Trece meses de largos preparativos han servido para que esta misma mañana se inicien las conversaciones, en Oslo y, posteriormente, en La Habana. Porque acabar las hostilidades sería solo el fin del principio
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