Hostias para todos.
Los acontecimientos de la semana pasada han generalizado la noción de que las hostias repartidas por los antidisturbios serán, en adelante, el alimento esencial para todos los estratos revueltos de la sociedad. Hostias para los manifestantes contestatarios, para los que protestan por principio, para los que ni se les ocurre criticar o condenar pero tampoco alaban la ímproba labor policial, los que se cobijan en un bar, de espaldas a las broncas y descontentos… Hostias incluso para los que jamás las probaron, repartidas a porrazo limpio por los guardianes de la paz e impuestas por la superioridad, de donde salió la orden de hostiar a todo dios.
Aunque, a veces, pueden salir declaraciones que despisten, como la del secretario general del Sindicato Unificado de Policía (SUP), José Manuel Sánchez Fornet, sugiriendo que las cargas policiales llevadas a cabo el pasado martes día 25 en la estación de Atocha tras la primera protesta de la Coordinadora 25S en los alrededores del Congreso le deberían “costar el cargo a alguien”. José Manuel Sánchez apunta que el problema en estas ocasiones no es de la propia policía, sino “de quien gobierna”, de “algunos mandos” y de “algunos policías”. Y añade que “tenemos un grave problema que intentamos resolver”. Pero el tiburoneo ya está hecho.
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