“Una monarquía bananera”.
“Convertida
la realidad española en un gran programa de telebasura –escribe Luis García
Montero, en Público.es, bajo este título, al que podría completarse: en esa
corte de los milagros–, aquí puede pasar cualquier cosa. La información veraz,
objetiva y comprobada es más importante que nunca. Depende de ella no sólo
nuestra democracia, sino nuestra salud mental (…) El rey de Marruecos indulta a
48 españoles. Como el rey de España vive horas bajas, parece que el Gobierno y
su hermano marroquí procuran devolverle el prestigio sentimental a través de
medidas de gracia. ‘Es un regalo de vuestro rey’, le dijo un carcelero a uno de
los presos que dejaba en libertad. Todos tan felices. Pero de pronto Hamid
Krayri, abogado de la
Asociación de Derechos Humanos de Marruecos, da la voz de
alarma. Ha quedado libre un pederasta de comportamiento peligroso y repugnante.
Por culpa de un error – nos cuentan– se mezclaron dos listas, una de presos a
indultar y otra de presos a repatriar. Acabaron todos en libertad y camino de
España. Aunque llama la atención la prisa con la que se gestionó el regreso a
España del pederasta libre y aunque tiene una biografía llena de peripecias
extrañas, el Gobierno no ofrece explicaciones. Se vale, además, de un uso
manipulado de la Ley
de Protección de Datos para ocultar el nombre de los otros indultados por
error. Así que por nuestras calles pueden andar sueltos 29 violadores, asesinos
y criminales peligrosos. Más preocupante incluso que el caso publicitado del
pederasta es el anonimato de los otros delincuentes.
“En
algunos medios marroquíes –prosigue García Montero– se ha vinculado al
pederasta con los servicios secretos españoles. Aquí se extiende el rumor.
¿Pero será posible? La verdad es que cualquier chapuza es creíble en esta
monarquía bananera. Hasta el disparate más grande puede suceder. La salud
política, las relaciones internacionales, la economía, la corrupción y los
accidentes ferroviarios dependen en España de explicaciones que no pueden darse
de forma razonable. Ante los silencios que protegen al Gobierno –más que a los
datos-, dependemos de la investigación periodística.
“Por
ahora sólo hay una cosa clara: este escándalo ha sido posible gracias a los
avances de la opinión pública en Marruecos y al desmantelamiento de la
española. Mientras la indignación de los ciudadanos marroquíes puede provocar
ya que un rey feudal rectifique, la impunidad y la prepotencia del Gobierno
español hace posible cualquier desafuero. Somos tratados como siervos más que
como ciudadanos. Los indultos a la carta pertenecen a la España de pandereta en la
que el responsable de un partido afirma ante el Parlamento, sin ningún tipo de
vergüenza democrática, que no se enteró de nada mientras su tesorero estaba
haciéndose multimillonario con el cobro de comisiones ilegales y favores
políticos.
“Todo
se relaciona. A esta España maltratada, más cerca políticamente de África que
de Bruselas, viene Olli Rhen, el Vicepresidente económico de la Comisión Europea ,
para darle la razón al FMI y pedir una bajada del 10 % en el salario de los
trabajadores. España es tratada como una colonia, porque este Gobierno –y el
anterior– le han servido nuestro Estado en bandeja al colonialismo europeo y a
las grandes fortunas de la monarquía bananera. También en economía necesitamos
de un periodismo serio que explique el origen de la crisis española, la
situación de un país desnutrido y la verdad de nuestros salarios. Hay trabajos
y salarios tan miserables que ya no hace falta quedarse parado para vivir por
debajo del umbral de la pobreza”. García Montero termina con esta verdad como
un templo: “Necesitamos información para salvarnos de una corte de los milagros
en la que cualquier cosa es creíble”.
1 comentario:
Ciertamente que "lo que pasa" en este país tiene un componente surrealista y de absurdez que paraliza en ocasiones las iniciativas más nobles del ser. Sobretodo cuando se constata que ese aparente sinsentido responde a un canallismo institucional perfectamente estructurado y consolidado. Los transmisores de la información o clase periodistica, tampoco están libres de la sospecha generalizada de su pertenencia o adscripción a las redes de corrupción más amplias. Todas las asociaciones están putrefactas. El desconcierto es tal, que uno ya no sabe ni como ser de izquierdas. Y en este sentido, el gran dilema es: cómo no contaminarse en lo colectivo. ¿Se podría sobrevivir y contribuir al progreso en compañia de otros permaneciendo incólume en coherencia y dignidad...? Entretanto, en esa incertidumbre permanecemos solos, convertidos en islas aisladas y recónditas. Y claro está, así ganan los de siempre.
chiflos.
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