Valencia quema, en una noche, 750 millones.
El león del Congreso de los Diputados que se quemó
el año pasado en la plaza del Ayuntamiento de Valencia.
Los valencianos son,
junto a los alicantinos y sus hogueras de junio, uno de los pocos pueblos
capaces de competir por quemar en una noche el trabajo de todo un año. Víctor
Romero lo resume así en El Confidencial: “La tradición pirófila se ha ido
perfeccionando, haciéndose cada vez más compleja, en una combinación de arte,
cultura, entretenimiento y exceso festivo que secuestra la ciudad desde
primeros de marzo hasta cada día de San José (19 de marzo), a pocas horas del
equinoccio de primavera”. Según él, concurren
en las calles las procesiones de las comisiones falleras a ritmo de bandas de
viento y percusión, la peregrinación de 100.000 a la Catedral con motivo de la
Ofrenda a la Virgen de los Desamparados, los cortes de tráfico, las carpas
nocturnas a ritmo de música electrónica, las aglomeraciones por las
'mascletàs', los castillos de fuegos artificiales y un número cada vez más
elevado de turistas que no quieren perderse la fiesta popular.
De esta forma, la
ciudad de Valencia se convierte, en unos días, en un escaparate de creatividad
folk, un gran negocio y una actividad económica en sí misma con un impacto
directo estimado que puede superar los 700 millones de euros y que tiene, en el
sector de la hostelería, al principal beneficiario, con una ocupación del 98%. Las instituciones y las marcas se vuelcan en la
campaña para tratar que la fallas sea reconocidas por la Unesco como Patrimonio
Cultural Inmaterial de la Humanidad, un reconocimiento del que ya disfrutan, el
flamenco, los 'castellers' catalanes o el Tribunal de la Aguas de Valencia,
además de la dieta mediterránea. “La declaración de Patrimonio es una
oportunidad para reorientar la estrategia de las fallas hacia el turismo
cultural –sostiene Fuset, el concejal de fiestas–, a las que se apuntan famosos,
como Antonio Banderas, sumador a la campaña de apoyo a través de Twitter”.
“Es un recurso
turístico excepcional –reconoce Luis Martí, presidente de la Federación
Hotelera de la provincia– al que no le sacamos todo el partido que deberíamos”.
La previsión para este año es que, durante las fiestas, se desplacen a Valencia
cerca de un millón de personas, nacionales y cada vez más extranjeros, pero
muchos otros son de la propia Comunidad Valenciana y no hacen noche en hoteles
o alojamientos comerciales. En cualquier caso, las fallas implican, cada vez
más, a un mayor número de sectores. La falla más cara fue la de Convento
Jerusalén, que esta noche 'quemará' 200.000 euros en una obra de Pedro
Santaeulalia. El sector hostelero se come casi el 73% de todo el negocio que se
genera, pero hay muchas más actividades que se benefician del flujo económico. Y
hasta Cristóbal Montoro tiene motivos para estar contento de que los valencianos
decidan quemar millones de euros en una sola noche del año, cuando el IVA
generado por la repercusión económica supera los 60 millones de euros, mientras
las cotizaciones a la Seguridad Social o retenciones de IRPF derivadas de los
contratos que se firman pueden superar los 25.
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