Cebrián, el hombre que levantó Prisa y luego la hundió.
Prisa navegando contra un iceberg.
“Estos
días –escribe Sebastiaan Faber bajo el título “A pique. Juan Luis Cebrián o la
decadencia”, en Fronterad.Revista digital– Juan Luis Cebrián está dando imagen
de capitán marinero pero en un sentido perverso. Después de haber dado con el
iceberg, insiste en mantenerse al timón, no para permitir que todos se salven
sino para asegurarse de que todos se hundan con él. Según parece, en octubre
fue capaz de sabotear su sucesión como presidente ejecutivo de PRISA, a pesar
de que el holding hubiera perdido la mayor parte de su valor en bolsa y
arrastre importantes deudas que están por vencer. Al mismo tiempo, como
informaba El Independiente, ‘se habrían garantizado ya los apoyos para, al
término de su mandato ejecutivo, asumir la presidencia del diario El País’.
Cebrián dejará la presidencia a comienzos del año que viene, y será sucedido
por Manuel Polanco como presidente no ejecutivo. Mantiene una pensión de siete
millones de euros, además de un bonus de acciones valorado en casi dos
millones. En su día, hizo lo imposible: consiguió que un diario fundado, en
parte, por (ex)franquistas alcanzara un prestigio similar al del New York
Times. En los últimos años logró, junto con Antonio Caño, que ese mismo diario
perdiera la mayor parte de su capital cultural. El despido de John Carlin por
discrepar abiertamente de la línea editorial del diario con respecto a Cataluña
–seguido a los pocos días por el irónico aviso de ese mismo diario que es el
movimiento independentista catalán el que está ‘destruyendo la prensa libre’–
fue solo la última en una larga serie de recaídas. La prestigiosa Columbia
Journalism Review llegó a dedicar una pieza al caso, en que recordaba que El País,
desde sus comienzos, lleva lidiando ‘con dos identidades en conflicto: el
diario de referencia del mundo hispanohablante y el canal de propaganda de los
poderes madrileños’. Según Carlin, el tono intransigente que ha adoptado el
diario con respecto a Cataluña se debe a la proximidad entre PRISA y la clase
política madrileña, que comparten almohada (“They are absolutely in bed with
each other”). Mientras tanto, Cebrián ha aprovechado su percha en su diario
para despotricar contra los indepes catalanes, advirtiendo contra ‘la agitación
populista puesta en marcha por la Generalitat, en connivencia con el anarquismo
irredento’ y ‘movimientos antisistema, singularmente agrupados en Podemos’. Es
difícil imaginarse qué pasaría si Cebrián volviera a asumir la presidencia de
El País. ¿Será posible que se hunda todavía más?
Cebrián, molesto por las preguntas de Évole.
“Para comprender lo ocurrido en
las últimas semanas –prosigue Sebastiaan Faber– quizá sirva volver a Primera Página,
el libro de memorias que salió hace un año y con el que Cebrián quiso coronar
lo que él mismo no deja de ver como una brillante carrera al servicio de su
profesión y su patria: una vida ejemplar digna de aplauso y admiración. Si
hubiera presentado sus memorias hace diez años ese aplauso mediático se habría
producido sin chistar de forma masiva y obligada. Pero, en 2016, la sala se
quedó en silencio. Un silencio roto al cabo de un tiempo por unas palmadas
aisladas que provenían, cómo no, de las páginas de El País. Y es que España ha
cambiado. El control que tenían figuras como Cebrián –y el pavor que inspiraba
su poder– ya no es lo que era. Como decía el experto en sondeos, Jaime Miquel,
en junio del año pasado: ‘Aquí se ha terminado un ciclo, que se puede llamar
postfranquismo, y consiste en la interpretación del mandato como la licencia
para el caudillaje’. A Cebrián –así como a varios compañeros de generación– le
cuesta asumir ese cambio. O, lo que es lo mismo, solo sabe leerlo en clave de
decadencia. Para Cebrián, España va mal cuando, en realidad, quien va mal es
él. He aquí lo tragicómico: que Cebrián proyecte su propio deterioro moral e
intelectual sobre su entorno. El veterano periodista, convertido en empresario,
se llevó los primeros chascos en la misma recepción de su libro, a finales del
año pasado. Lo que, al parecer, se había imaginado como una gira hagiográfica
se convirtió en una serie de entrevistas espinosas que no le dejaron muy bien
parado. Primero, en Salvados, Jordi Évole le hizo pasar un mal momento. ‘Yo no
he venido aquí a hablar de mis contradicciones’, le tuvo que espetar al
Follonero cuando este se atrevió a preguntarle sobre su astronómico sueldo al
mando de PRISA, a pesar de las pérdidas sufridas por la empresa. Esa misma
semana, Carlos Alsina, en Onda Cero, fue más lejos y se atrevió a preguntarle
por otros temas tabú, como la aparición del nombre de su exmujer en los
llamados Papeles de Panamá o su relación con Massoud Zandi, el empresario
iraní. Otra vez, Cebrián reaccionó mosqueado: ‘No he venido aquí a hablar del
señor Zandi’, afirmó; ‘he venido a hablar de cuestiones políticas y de mis memorias
que cuento en el libro’. Quizá lo que más sorprendía en la actitud de Cebrián
en estas entrevistas no fue su autosuficiencia, o sus malos modos, habituales
por otra parte en hombres poderosos de su generación, por más liberales o
progresistas que se crean. No, lo sorprendente fue la escasa comprensión que
Cebrián parecía tener del papel que le tocaba en el contexto de lo que no
dejaba de ser una simple entrevista periodística, y el papel correspondiente
que les tocaba a Alsina y Évole –colegas de profesión, al fin y al cabo”.
Juan Luis Cebrián nace en el seno
de una familia acomodada, a cinco años de la Guerra Civil. Según cuenta en Primera
Página, su padre es redactor jefe y director del órgano oficial de FET y de las
JONS y, más tarde, secretario general de Prensa del Movimiento. Sin embargo, no
le impone su falangismo a su hijo. “De niño y adolescente, Cebrián es muy
católico; por poco se mete a cura. Pero corren los años sesenta, y varias
experiencias vitales –posibles gracias a los privilegios que le proporciona su
familia– le permiten descubrir la libertad como valor, el liberalismo moderado
como opción política y el periodismo como una vocación que le permita
prosperar. Durante la mili, pasa diez días traumáticos en prisión (‘Fue mi
única experiencia de pérdida efectiva de la libertad física, pero bastó para
que anidara en mí una aversión enfermiza a la cárcel’). Una beca de la Fundación
March ‘generosamente dotada’ le permite hacer pasantías de periodismo en
importantes redacciones de Londres y de París. Y goza por primera vez del sexo
sin ataduras: ‘En Londres desperté a la vida amorosa y el donjuaneo, que nunca
hasta entonces se me había dado bien. […] Asumí que la libertad sexual era solo
un aspecto de la libertad a secas, algo que solo comencé a vivir plenamente
entonces’. ‘Mi vocación’, escribe, ‘no era la política, por más que me
atrajera. Tampoco el sacerdocio, al que había idealizado como una forma de
ayudar a los demás’. Trabaja en Pueblo, en Informaciones y, hacia el final del
régimen, en Radio y Televisión Española como jefe de servicios informativos. En
1975 asume la dirección del diario El País, proyecto nuevo de José Ortega
Spottorno, Manuel Fraga y Jesús de Polanco. Estos sucesivos puestos directivos
en el mundo de los medios le dan un acceso asiduo a las altas esferas del
poder. Alterna de forma cotidiana con ministros, el entonces príncipe Juan
Carlos y los líderes de la oposición. Al mismo tiempo, se convierte en amigo,
confidente y ocasional conspirador de la élite económica y cultural. A finales
de 1976, conoce al general Sáenz de Santamaría, al que identifica como ‘uno de
los represores del maquis en Galicia, donde adquirió fama como sanguinario jefe
de la contrapartida’: ‘Fuera por el alcohol, que consumimos generosamente, o
por lo explícito de la conversación, […] se inició entre nosotros la forja de
una incipiente simpatía mutua que habría de intensificarse con los años’).
Cebrián se sabe en el centro de estas redes. Aunque disfruta su papel de
hacedor, también lo asume con naturalidad. ¿Qué ha hecho para merecerlo? Si las
memorias dejan algo en claro, es que en cada momento de su vida, las conexiones
familiares le allanan el camino. Es un testigo –y actor– privilegiado en más de
un sentido. No es que no tuviera talento. Pero más le valían los padrinos que
se lo reconocían. (Como nos recuerda Gregorio Morán, en la España franquista,
no era el talento el factor decisivo para alcanzar el éxito profesional)”.
A finales de enero de este año, Cebrián
movió ficha para prorrogar su contrato en Prisa... (Otra vez).
Durante más de una década
Cebrián, según Sebastiaan Faber, dirige el diario El País con excepcional
visión y atino. “Su gran mérito es haber reconocido el valor del periodismo
profesional –su valor político, pero también su beneficio comercial y capital
cultural– y haber sabido crear un medio que durante mucho tiempo lo encarnó,
fichando a los mejores periodistas del momento. De lo que no ha sido capaz de
librarse del todo, en cambio, es de la hipocresía y del oportunismo que, en los
largos años de la dictadura, eran indispensables para la supervivencia
económica y política, y que no han resultado precisamente inútiles en la España
democrática tampoco. Los politólogos no yerran cuando sostienen que las
dictaduras infligen daño duradero en el tejido moral de las sociedades. Del
falangismo paterno parece haber heredado cierta afición a la jerarquía. Le
gusta mandar. ‘Desde muy joven he ocupado puestos de responsabilidad en mi vida
profesional’, escribe, ‘y siempre he dado la importancia adecuada a los signos
externos del poder’. Así, cuando asume
la dirección de Informativos en RTVE, su entonces jefe en el periódico, Jesús
de la Serna, le da un consejo ‘en plan sentencioso’: ‘Recuerda que el capitán
del barco come siempre solo en su camarote’. Cebrián asegura que ‘no lo [ha] olvidado
nunca’. Hombres como Cebrián tienen la curiosa tendencia de minimizar su propio
peso institucional – ‘Soy un periodista como miles de otros periodistas’, le
decía a Évole; “[…] jamás he querido ser poderoso’– al mismo tiempo que lo
ejercen en cada gesto y en cada palabra. Sin darse cuenta, exudan la
impaciencia y agresividad contenidas del que está acostumbrado a soltar órdenes
y ser obedecido y temido. Pero el truco sólo les funciona mientras la cultura
circundante lo sustente y ellos tengan con qué amenazar; una forma de capital
político que, en el caso de Cebrián, está menguando a ojos vistas. Puede ser
mala noticia para él; para España, no tanto”.
Juan Luis Cebrián y Felipe González.
A mediados de este mes, Juan Luis
Cebrián abandonaba la presidencia de Prisa poniendo fin a una carrera
empresarial en la que se hizo millonario mientras la compañía se iba cayendo a
trozos. Así lo explica Iñigo Sáenz de Ugarte en Eldiario.es. “No podemos seguir
viviendo tan bien”, dijo a los periodistas a los que despidió después de
ingresar 13 millones un año antes. Con una deuda gigantesca, tuvo que buscar el
apoyo de los bancos y del Gobierno para continuar en el puesto. “Juan Luis
Cebrián tenía la medicina perfecta para la crisis de la prensa y de su empresa.
En una reunión del consejo directivo de Prisa, cogió su iPad y lo levantó por
encima de su cabeza. ‘Este es el futuro’, dijo hace unos años a los principales
directivos de las empresas del grupo. Como Moisés, enarbolaba las tablas de la
ley –al menos, una– que debían servir para mantener a sus empresas a salvo de
las tormentas digitales. La solución mágica que el profeta mostraba a sus
seguidores. Este miércoles, Cebrián, de 72 años, bajaba un escalón
–aparentemente solo uno– desde la cumbre del universo en el que ha residido
desde los años 70. Abandonaba la presidencia ejecutiva de Prisa, pero pretende
quedarse para continuar controlando El País y prestar al Gobierno los servicios
que se requieren de él. Cebrián y Jesús de Polanco convirtieron a Prisa en el
grupo de comunicación más influyente de España. Luego, la arruinó, ya él solo,
y, finalmente, la fue vendiendo por partes para impedir su quiebra. Fue en esa
última etapa cuando más dinero ganó. Nunca fue consciente de la paradoja. Para
él, todos tenían la culpa: la crisis económica española, la crisis de la
prensa, el carácter de los periodistas o incluso su edad, Internet. Todos menos
él. Como director, Cebrián convirtió a El País en la referencia periodística y
cultural del periodismo español de su época. Fue un diario que nació en el
momento perfecto y con los padrinos adecuados. El primero fue Manuel Fraga,
aunque éste pronto descubrió que no le serviría de plataforma personal. Le
debió de empezar a quedar claro cuando vio la foto de José María de Areilza en
el primer número del periódico. El segundo fue Felipe González, hoy miembro del
consejo editorial de Prisa, cuya política económica dirigida por Boyer,
Solchaga y Solbes, siempre recibió el apoyo o, como mínimo, la comprensión de
El País”.
Los Ecos de Sociedad del diario
ABC daban cuenta el 4 de junio de 1966 del enlace de Juan Luis Cebrián Echarri
con Gemma Torallas Gatoo, en la iglesia de San Pedro Mártir de los Padres
Dominicos, en Alcobendas. “Cincuenta y un años después –escribe Juan Carlos
Escudier en Público– Cebrián se va pero se queda ‘con la tranquilidad del deber
cumplido’, siempre que éste fuera hundir el barco o dejarlo a la deriva con una
vía de agua del tamaño de la del Titanic, tras comprobar que desguazarlo y
venderlo por piezas no ha dado resultado. Lo que se propone ahora este genio de
las finanzas es encaramarse a una fundación desde la que seguir controlando
como presidente de El País el timón ideológico, tal es la propuesta que lanzó a
unos atónitos accionistas a los que deja una ruina de 1.500 millones de euros y
la obligación de enchufar otros 450 y convertir 100 millones de deuda en
capital. Ello no le impedirá seguir amorrado a la ubre, que lo de su bonus y su
pensión millonaria, ay Santa Rita, no se tocan. Para sus propósitos cuenta con
el apoyo de Moncloa y de la banca acreedora, que ya se cobrará el favor cuando
toque, porque ahí fundamenta el apóstol del periodismo su libérrima condición
para garantizar, según dice, la autonomía de decisión de los periodistas y
directores de Prisa. Cebrián se yergue como vanguardia contra el populismo y
baluarte último de la formación de una opinión pública adecuada ante ese ‘basurero
de opiniones de Internet’ que le ha comido la tostada. Estamos ante el bastión
inexpugnable de la libertad de prensa, dispuesto a sus 73 años a seguir
sacrificándose por la causa de la democracia en España, sin más recompensa que
unos cuantos millones de euros. Del negocio petrolero en el que le dio entrada
su amigo Massoud Zandi, el mismo para el que Felipe González grabó unos
entrañables vídeos de recomendación, es que no se vive. Así que el 31 de
diciembre, si el tiempo no lo impide y la autoridad lo permite, que con Soraya
está todo atado, Cebrián cederá la presidencia de Prisa, epílogo y comienzo de
la nueva trayectoria de quien se nos presenta periódicamente como el hombre que
trajo la democracia a España, que lo de Suárez está en discusión, y que
representa en todo su esplendor ese régimen del 78 que no cede el paso ni en
las intersecciones. Le seguiremos viendo en el púlpito impartiendo la doctrina
de su infatigable sacerdocio. Amén”.
Ilustración de Ramón Arias.
Tras la última junta
extraordinaria de accionistas del Grupo Prisa, se inicia la irresistible caída
de lo que es el hilo conductor mediático del entramado. Así lo presenta Fernando López Agudín en el
artículo “La caída de Cebrián, la crisis del PPSOE”, aparecido el 17 de
noviembre en Público: “Tan pésimo gestor como buen periodista, José Luis Cebrián
no supo contener su ira ante su cese, descalificando a su principal accionista,
Amber Capital, como titular de un fondo buitre por haber duramente criticado su
gestión empresarial. Pese a que intenta como gato panza arriba mantenerse de
alguna forma en la cúpula, su futuro parece marcado por la unanimidad con la
que se ha votado su relevo y, sobre todo, por el abandono obligado del apoyo
del PP y del PSOE. No es hoy el mejor
momento para cesarle, la crisis del Régimen del 78 se agudiza, ni tampoco aparece
un sustituto, pero mantenerle hubiera impedido la ampliación de capital por
parte de la Caixa, Santander y Telefónica. Ciertamente, el PP y el PSOE
necesitaban su continuidad, tanto como al IBEX-35 le era fundamental
sustituirle. Divergencia de intereses que Cebrián ha intentado instrumentalizar
sin conseguirlo. La Moncloa ya no podía
echarle una mano que le salvara del firme cerco al que le sometía el
accionariado. En esta ocasión, no ha encontrado el apoyo de Soraya Saenz de
Santamaría, ni el de Alfredo Pérez Rubalcaba, más allá, eso sí, de que su
salida ha sido bien engrasada: seis millones de euros más, otros cinco por la
ampliación de capital. De ahí que unos y otros, desde Génova y Ferraz, hayan
concentrado sus esfuerzos más en buscarle un sustituto afín, que en su defensa
imposible. Porque el balance político de su presidencia ha sido tan sumamente
rentable para el PPSOE como muy perjudicial el balance económico para PRISA. Esta
contradicción, entre los intereses económicos y políticos que ha hundido a
Prisa, es igualmente irresoluble para el sucesor que el PPSOE designe. El País
y la Ser, bajo la dirección de Cebrián, han abandonado a sus lectores y oyentes
habituales de centro izquierda para dirigirse a los de derecha. De hecho, ambos
medios compiten hoy con ABC y Onda Cero. En consecuencia, han perdido un
mercado mayoritario progresista que no puede ser compensado con uno minoritario
conservador... El grave problema para el
PPSOE es tanto objetivo como subjetivo. Necesitan mantener al grupo como correa
de transmisión bipartidista a la vez que
necesitan encontrar un buen profesional como Cebrián sin los vicios de Cebrián.
No es fácil hallar un curriculum PPSOE tan bien acreditado como el del cesado
presidente. Ser mano derecha de Soraya Santamaría, tras haber sido la mano
derecha de González y Suárez, es una tarea de auténtico profesional del poder
formado a lo largo de varias décadas. La caída de Cebrián es la metáfora de la
crisis del PPSOE”.
Cebrián, por Tere García.
Rubén Arranz cuenta en Vozpópuli
cómo Cebrián se levantó ese mismo día, 15 de noviembre, y dijo que se iba a ver
al Rey. “Juan Luis Cebrián, viéndose acorralado por sus opositores, se levantó
de su asiento visiblemente molesto y aseguró que se iba a ver al Rey. Unas
horas después de anunciar ‘su decisión’ de dejar la presidencia de Prisa, el
exdirector de El País protagonizó un acto público en el Hotel Ritz madrileño en
el que afirmó que, en contra de lo que habían publicado varios medios de
comunicación, su proceso de sucesión había sido sencillo y se había activado
por su propia voluntad. O aireó una verdad que nadie fue capaz de ver o lanzó
un embuste de dimensiones bíblicas, porque el principal accionista del grupo,
el fondo de inversión Amber Capital, manifestó en la Junta Extraordinaria de
Accionistas celebrada que la marcha de Cebrián ha estado precedida de una
cruenta batalla interna que no ha estado exenta de sangre. ‘Hemos tratado de
negociar con Juan Luis su salida, pero ha sido complicado. Ha puesto muchas
condiciones y entonces el Comité (de Nombramientos y Retribuciones) ha llegado
a la conclusión de que había que cesarle’, afirmó Joseph Oughourlian. A los
medios de comunicación que han relatado la guerra de accionistas de Prisa,
Cebrián los acusó de difamar, de difundir noticias falsas, ‘estupideces y
pamplinas’. El escritor y académico de la RAE es ‘importante’, es ‘España’, es
‘la institucionalidad’ y es el garante del buen periodismo de este país, como
ironizó Oughourlian. Sólo la ‘prensa tradicional’ es seria y rigurosa. Los diarios
digitales forman parte del ‘basurero de internet’. Actualmente, se libra una
batalla entre la verdad y la mentira y la incoherencia.
Sáenz de
Santamaría, entre Cebrián y A. Caño, director de El País, protegiendo al editor
hasta donde creyó conveniente.
“Con su discurso –continúa
contando Rubén Arranz–, Cebrián se sitúa en el bando de quienes defienden la
libertad y garantizan el buen hacer. La realidad le ubica en otro plano. Denunció
Cebrián en su discurso las estratagemas de determinados fondos buitre, que
aterrizan en las compañías con dificultades financieras y ‘a veces ponen sus
intereses por encima del interés social’ (…) no dudando en arriesgar la
supervivencia de las empresas (…) con tal de asegurarse para ellos un retorno
sustancial en su inversión’. La frase la pronunció quien, en 2011, percibió una
retribución de siete cifras, quien cobrará un ‘bonus’ de 6 millones de euros
cuando se jubile e ingresará 1,9 millones de euros en acciones si la ampliación
de capital que aprobó la Junta de Accionistas llega a buen puerto. Aunque esta
última sea necesaria, en buena parte, debido a los errores garrafales de su
gestión. Su ‘hedge fund’ no compró este porcentaje de la editora de El País por
su especial interés en el buen periodismo ni en el panorama mediático en
España. Lo hizo porque había recibido una importante suma de sus inversores y
pensó que podría rentabilizarla apostando por Prisa. Entonces, Cebrián no tuvo
tantos miramientos para abrir la puerta a este tipo de empresas. Entre otras
cosas, porque la crisis apretaba, los bancos habían cerrado el grifo del
crédito y a los gestores de Prisa les llegaba el agua al cuello… Cebrián, todo
un campeón en estas artes, niega la mayor sobre estos movimientos y asegura que
estaba deseando irse de Prisa, pero que se ha mantenido más tiempo del que
tenía pensado en el cargo porque así se lo pidieron la mayoría de los
accionistas. Oughourlian lamenta que haya puesto mil y un impedimentos para
irse. El acuerdo entre los accionistas implicará una profunda renovación del
Consejo de Administración y de los puestos directivos del grupo. Cebrián lo
quiso apostillar proponiendo a Gregorio Marañón –uno de sus más ‘fieles
aliados’- como candidato a presidente, pero su idea contó con la oposición de
los consejeros no ejecutivos. En Moncloa, supieron de este regicidio poco antes
de que se consumara. De parte de los rebeldes y del propio Cebrián. Y no
expresaron su rechazo. Soraya Sáenz de Santamaría protegió al editor hasta
donde creyó conveniente. O hasta donde su poder o su paciencia alcanzaron… Tiene
razón Cebrián cuando dice que, en España, el poder libra una batalla desde hace
muchos años por controlar a los medios. El problema es que cuando un medio se
acerca al poder para pedir ayuda, normalmente no la obtiene sin
contraprestación”.
Cebrián intentó desbaratar la 'operación Manuel
Polanco' antes de la Junta de Accionistas.
“Ha caído un símbolo
–reconocía Jesús Cacho en Vozpópuli del
pasado domingo–. Se ha cerrado otro capítulo de la historia de la Transición,
una época que ha durado 40 años, los que van de la muerte en la cama del
general Franco hasta la abdicación de Juan Carlos I. La mayoría de los
protagonistas del periodo, gente que dejó su sello en la política, en la
economía, en las finanzas, en la comunicación, han pasado ya a mejor vida, sea
porque han fallecido (Adolfo Suárez, Jesús Polanco, Emilio Botín) o porque,
jubilados, se dedican ahora a ver las tardes pasar al sol del otoño (Felipe,
Aznar, Alierta y algún otro). Son contados los testigos de aquella época que
siguen con mando en plaza. Tal vez Mariano Rajoy sea uno de los últimos de
Filipinas. Juan Luis Cebrián, otro de los indiscutibles protagonistas de la
Transición, acaba de echar el cierre. Se ha ido. Mejor dicho, lo han echado los
accionistas del grupo Prisa, haciendo bueno aquello de que quien a hierro mata
a hierro muere. Se cierra una etapa de la Historia de España, sin que lo que ha
de venir, lo que debe nacer, el futuro que está por llegar, acabe de hacerse
presente en medio de las convulsiones de un parto cuyos dolores encarna como
nadie la tragedia de Cataluña (…) Cebrián, tan moderno él, tan elegante, tan
demócrata, tan fino, es un producto típico de la España franquista, un eximio
representante de esos valores que conforman la urdimbre de ese establishment
que, las raíces firmemente asentadas en el franquismo, echó arboladura de fama
y dinero con la democracia. Esos españoles que hicieron de la libertad un
negocio. Poder y dinero. Soberbia y cobardía. La cobardía ha sido quizá la
herencia más envenenada del franquismo. La cobardía y el miedo a expresarse en
libertad, el miedo a hablar de frente y mirando a los ojos, a dar la cara, a
honrar ‘a dignidad de la andadura vertical y del paso erguido del hombre’ de
que hablaba Ernst Bloch, cualidades todas que nacen de un escrupuloso
cumplimiento de la Ley. Regalo del franquismo fue que, muerto Franco, el poder
en España se haya seguido ejerciendo en la sombra, en la penumbra de los
cenáculos, en las influencias, en el hoy por ti mañana por mí, a través del
conseguidor de turno, mediante la corruptela perpetua. Una España cuyo mejor
embajador ha sido y es Cebrián.
“A Cebrián –reconoce Jesús Cacho,
en El negocio de la Libertad’– nunca le
ha gustado dar la cara porque nunca ha tenido necesidad de hacerlo. Ha
dispuesto de tanto poder que no ha necesitado arriesgar. Le bastaba con figurar
en la mancheta de 'El País' como director, primero, y como mandamás, después,
para infundir un pánico casi general entre el stablishment patrio sin tener
siquiera que forzar el gesto. Era el ‘cañón Bertha’ del que presumía Jesús
Polanco. Mucho más inteligente que el fundador (‘no le hagas caso a Jesús, que
es un frívolo al que solo interesan las relaciones sociales’, decía un día a un
amigo a las puertas del Ritz, en los tiempos en que don Jesús bebía los vientos
por la Barreiros), Juan Luis es un tipo duro y rocoso, además de un gran
cínico, a quien, la pura verdad, los accionistas no han conseguido aún
desalojar de Prisa. Bastaba amagar con un editorial en 'El País' para que el
Villalonga de turno y el imperio Telefónica se lo hicieran por la pata abajo.
Semejante capacidad de influencia sería difícil de entender sin reparar en la condición
del grupo como portaestandarte ideológico del PSOE en el poder durante más de
13 años, con Felipe González al frente, con Rubalcaba siempre, incluso con el problemático
Zapatero después. Si a don Jesús le atraían los devaneos con la alta sociedad,
a Cebrián solo le han interesado poder y dinero. Un tipo dispuesto a matar por
el poder y el dinero, en perfecta comunión con los valores de las élites que
gobernaron la Transición, nuestros pequeños ‘amos del universo’, gente
extasiada ante el milagro de los panes y los peces del boom inmobiliario y la
burbuja financiera. Tal fue la identificación de Cebrián con su época que fue
capaz, mimetismo casi místico, de endeudar a Prisa en más de 5.200 millones,
una enormidad imposible de devolver en cualquier circunstancia, que condenaba
al grupo de forma inmisericorde a la quiebra. Sólo a este prepotente engreído
se le pudo ocurrir una operación tan desastrosa, además de innecesaria, como la
salida a Bolsa de Sogecable. El aguerrido periodista, el ejecutivo agresivo, el
intelectual orgánico, creyó que valía para todo, para un roto y para un
descosido, para convertir 'El País' en el primer diario español y para competir
con el más aguerrido lobo de Wall Street. Y siempre con la misma fórmula: con
su capacidad de intimidación ante las cobardes élites empresariales hispanas”.
¡¡Ay, madre!!!... Rajoy reunido con agentes del Morsad.
Otras fotomontajes de la semana:
Miel republicana.
Cada vez
que entras a Tuiter! Según Fer Novato.
Cuando te pasas de patriota
y montas sin querer una ‘senyera’ en el balcón. Por Iñaki Berazaluce.
El Jueves.
El humor en la prensa de esta semana: El Roto, Forges,
Peridis, Vergara, J. R. Mora, Pat, El Boca del Logo, Malagón…
Pep Roig,
desde Mallorca nos recuerda: Ofensiva, Tinieblas democráticas, Firmeza, Nunca más y Sin comentarios.
Joseph Oughourlian, (Amber Capital), dueño del 20% de Prisa dijo a Cebrián en un perfecto castellano lo que jamás nunca nadie se atrevió a decirle en España.
fondo Amber Capital: en contra paquete accionarial de Juan Luis (Cebrián)".
“Váyase. Sr. Cebrián. Usted agravó la crisis del Grupo Prisa, cobró como pirómano y cobró como bombero. Es una escándalo”. Eso dijo, en junio del 2013, Santiago Cascar Romero, periodista que invirtió 42.000 euros en acciones de Prisa, exigiendo responsabilidades a Juan Luis Cebrián en la Junta de Accionista de Prisa celebrada en el Museo Reina Sofía de Madrid.
Un accionista de Prisa increpa a Cebrián: "¡Váyase, es usted un zombi empresaria.
A Juan Luis Cebrián se le cuela un accionista 'follonero' en plena Junta de PRISA - 01-04-2016
En junio de 2017 le tocó el turno al presidente del comité de empresa de 'El País', Manuel González, que utilizó su turno de preguntas como accionista para leerle la cartilla a los mandamases de PRISA. Cebrián prefirió no responderle y sacar pecho por el triunfo de “la libertad de expresión”. Su alegato es bestial y refleja cómo en la redacción de El País se la tienen jurada a Cebrián y Antonio Caño:
La Trinca - El barón de bidet [Castellano].
Momentazo Tricicle .
Flavia, la elefanta más triste del mundo.
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