Sigmund Freud y los perros.
Pascual Vaugon, nacido en Le Mans (Francia), maestro
restaurador de antigüedades que vive en Alaró (Mallorca) desde 1990, escribía
en su web del pasado 24 de noviembre:
Sigmund gustaba decir que
los perros tenían una innata capacidad para discernir a aquellos que brindaban
amor y los que “donaban” odio, cosa que para los humanos era algo imposible, ya
que eran propensos a confundir ambos sentimientos. En una carta que le escribe
a su ex paciente, Marie Bonaparte, la cual tenía un perro, Topsy, sobre el cual
había escrito un libro que fue traducido al alemán por Sigmund y su hija Anna,
Freud le decía lo siguiente:
“…y consigues explicar
los motivos de que se pueda querer a un animal como Topsy (o Jofie, el perro de
Freud) con tanta intensidad; se trata de un afecto sin ambivalencia, de la
simplicidad de una vida liberada de los casi insoportables conflictos de la
cultura, de la belleza de una existencia completa en sí misma. Y, sin embargo,
a pesar de todas las divergencias en cuanto a desarrollo orgánico, el
sentimiento de una afinidad íntima, de una solidaridad indiscutible. A menudo,
cuando acaricio a Jofie, me he sorprendido tarareando una melodía que, pese a
mi mal oído, reconocí como el aria de Don Juan.
“Prefiero la compañía de
los animales a la compañía humana. Son más simples. No sufren de una persona
dividida. El animal es cruel, salvaje, pero jamás tiene la maldad del hombre
civilizado. Ésta es la venganza contra las restricciones que esa sociedad les
impone… Mucho más agradables son las emociones simples y directas de un perro
al mover su cola, o al ladrar expresando displacer. Las emociones del perro nos
recuerdan a los héroes de la antigüedad. Tal vez sea esa la razón por la que
inconscientemente damos a nuestros perros nombres de héroes como Aquiles o
Héctor.
“Un paciente me contó que
tenía una perra de mascota, y que cada vez que su padre llegaba de trabajar,
ella corría a besarlo, subiéndose al mueble; pero, una vez, la perra, que se
disponía a recibir como siempre a besos a su padre, se bajó del mueble y no
volvió a celebrar más la llegada de su amo de esa manera. Cuando descubrieron
que su padre tenía una amante, y los abandonó por ella, entendieron por qué la
perra había cambiado tanto.
“Los perros aman a sus
amigos y muerden a sus enemigos; muy diferente a las personas, que son
incapaces de amor puro y siempre mezclan el amor y el odio”.
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