“Nadie vende a un ser querido como mi burra Baldomera”.
Hace
unas semanas, contábamos cómo Ismael Fernández, el dueño de la burra Baldomera,
volvió, tras un confinamiento, a encontrarse con ella y cómo la burra le
reconoció, emitiendo sus rebuznos. Tras más de 200 entrevistas que le hicieran
periodistas nacionales y extranjeros, Ismael confiesa que su objetivo es ser el
profesor de Literatura que lleva dentro, a lo que piensa dedicarse en breve, a
través de las redes. Por el aniversario de la edición
de la obra clave de Juan Ramón Jiménez, piensa asociar en redes sociales al
animal bajo el nombre de “Baldomera y yo” asociado al “Platero y yo” del gran
escritor de Moguer.
Y,
en una entrevista, en ElPlural.es, con Juan Luis Valenzuela, Ismael confiesa: “Estamos
necesitados de noticias positivas y de sentimientos puros, y no solo por la
pandemia sino en general. En las grandes ciudades nos estamos deshumanizando,
pero a eso también hay que añadirle el momento del vídeo. El 18 de mayo fue el
día en el que finalizó el confinamiento en Málaga. Yo subí ese vídeo a mis
contactos de Málaga y de ahí saltó a nivel nacional y luego a internacional. Creo
que es la primera vez que un vídeo se aúpa de esa manera porque era una
situación, la de la pandemia, que afectaba a todo el mundo. Si unimos que ese
sentimiento de amor entre los dos es un lenguaje que no entiende de idiomas en
el contexto de una situación internacional que estábamos sufriendo, está clara
la explicación”.
Ismael
comenta que a muchos medios que le entrevistaron les chocó que una persona
formada y periodista le gustase vivir en el campo, tener animales, leer, etcétera.
Hasta tal punto que un medio le calificó como “granjero” sin entender que le
gusta ir a un concierto, leer mucho, aplicar las nuevas tecnologías o asistir a
una exposición al mismo tiempo que cuidar animales o hacer tareas agrícolas.
“Un
medio publicó que yo había firmado un contrato millonario con una agencia de
publicidad. En realidad, no fue un contrato, sino un acuerdo. Ni una agencia de publicidad sino de
distribución de contenidos y tampoco es millonario (por ahora no he recibido ni
un euro). Lo desmentí, pero no sirvió. En todo caso, si un día una agencia se
interesase no entraría Baldomera. Jamás lo permitiría. Por un lado, está el animal,
y, por otro, yo. Baldomera siempre va a estar ahí y va a tener este lugar que
ha tenido hasta ahora. Es más, todos los días me preguntan si se puede venir a
ver a la burra y siempre contesto igual: “Mi casa —y la de Baldomera— jamás se
convertirá en un zoológico. Baldomera no se vende, no se toca y, en cualquier
caso, las ofertas que vengan —que ya me están llegando— serán siempre sobre el
material, es decir sobre el vídeo o sobre productos derivados. Baldomera jamás
cambiará la vida que tiene ahora, forma parte de mi familia y nadie vende a un
familiar”.
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