“Yo, Ennio Morricone, he muerto”… Y la política herrática del rey emérito.
Carta de Morricone escrita antes de morir.
“Yo,
Ennio Morricone, he muerto”. Con este comienzo impactante iniciaba el
compositor y maestro italiano una epístola final. Es un breve texto con el que el
autor de algunas de las bandas sonoras más famosas de la historia del cine se
despedía de sus familiares y amigos, falleciendo, en la madrugada del pasado
lunes, en la clínica romana en la que permanecía ingresado por las complicaciones
surgidas tras caerse días atrás y romperse el fémur. El
oscarizado compositor explica que solo hay una razón para despedirse de este
modo: “No quiero molestar”. Dirige un recuerdo “particular” a Peppucio, el
director Giuseppe Tornatore, para quien trabajó en todas sus películas, y a su
esposa, Roberta Pacetti, con la que compartió su vida desde que se conocieran,
en 1950. Todo ellos “amigos fraternos muy presentes en estos últimos años de
nuestra vida”. Morricones cita a sus hermanas, Adriana, Maria y Franca; a sus
cuatro hijos, Marco, Alessandra, Andrea y Giovanni; y a sus nietos, Francesca,
Valentina, Francesco y Luca. Pero, especialmente a su esposa, María Travia, con
la que compartió su vida. “Para ella renuevo el amor extraordinario que nos ha
mantenido juntos y que lamento abandonar. Mi más doloroso adiós”, termina. El
genio, fallecido durante la noche del lunes en la clínica Campuos Biomedico, en
Roma, creó algunas de las mejores bandas sonoras que se recuerdan antes de la
caída del Telón de Acero. Afiliado confeso al Partido Comunista Italiano, su
alineamiento político frenó su reconocimiento en la industria del cine, a pesar
de ser, junto a John Williams, Hans Zimmer o Philip Glass, uno de los mejores
compositores de bandas sonoras de la historia. En 2006, Morricone había
recibido un Oscar honorífico a toda su carrera, que es la forma diplomática que
suele aplicar Hollywood cuando alguno de los miembros más notables del cine
amenaza con jubilarse sin un solo premio en su estantería. El problema es que,
si bien el compositor italiano siguió componiendo muchos años más –se retiró a
principios de 2019–, la mayoría de sus mejores obras datan de antes de los 90,
cuando ser miembro de algún partido comunista en los EEUU suponía una lacra
social –y laboral– importante.
Adiós a Ennio Morricone.
Cuando
cayó el Muro de Berlín, todo EEUU conocía perfectamente a Morricone. Pavel
Ramírez, recuerda en Lainformación.com: “Tras dar sus primeros pasos en los
años 50 como compositor fantasma –una
expresión análoga a la de 'negro' en la literatura: que crea bandas sonoras
atribuidas a compositores más prestigiosos–, comenzó a trabajar en Hollywood en
los años 60 en los 'spaguetti western' de la época gracias, en parte, a su
amistad con gente como Sergio Leone, compañero de pupitre en la escuela. Sus
inconfundibles silbidos y las quejas de su trompeta ya son parte de la
historia: en esos años, puso música a “Por un puñado de dólares” (1964), ‘El
bueno, el feo y el malo’ (1966) o ‘¡Agáchate, maldito!’ (1971). En los años 80,
Morricone alcanzó el olimpo de las bandas sonoras. Había recibido su primera
nominación al Oscar en 1978 por ‘Días de gloria’, un drama romántico protagonizado
por Richard Gere y Brooke Adams que, sin embargo, solo sirvió para consagrar a
Terrence Malick como uno de los mejores directores de cine independiente. En
1984, Hollywood le consideró de nuevo por la banda sonora de ‘Érase una vez en
América’, para muchos la mejor música para una película creada en la historia y
en la que explora el oboe como el instrumento principal. Paradójicamente, no
obtuvo el Oscar porque la Academia descalificó a la película al no ver el
nombre de Morricone en los créditos finales de la obra. Para ‘La Misión’ (1986,
Roland Joffé), Morricone volvió a recurrir al oboe para crear una de las bandas
sonoras más bellas de todos los tiempos, capaz de acompañar el proceso
transformador de su protagonista, un cazador furtivo de indios, el capitán
Rodrigo Mendoza (Robert De Niro), que termina formando parte de una misión
católica en el Amazonas. La cinta, muy polémica en su día, ganó solo el premio
a la mejor fotografía, dejando a Morricone sin reconocimiento por tercera vez.
Tampoco lo consiguió con el frenesí rítmico de ‘Los intocables de Eliott Ness’
(1987) ni con otra de gángsters, ‘Bugsy’ (1991). Tendría una última oportunidad
de conseguir el Oscar en el año 2000, cuando compuso la banda sonora de “Malèna”,
un drama amoroso ubicado en Italia durante la Segunda Guerra Mundial y
protagonizada por Monica Bellucci y Giuseppe Sulfaro”.
Tampoco
hubo suerte –en parte, por la mala acogida de la crítica en Europa de la
película– y porque, a lo largo de su carrera, Morricone nunca consiguió
convencer a Hollywood con producciones italianas. Ni siquiera con obras
inmortales como “Cinema Paradiso” que, en 1989, había ganado el Oscar a la
mejor película de habla no inglesa, pero cuya excelsa banda sonora pasó
inadvertida para la Academia. Compositor y director de orquesta altamente
reputado, Morricone compuso la banda sonora de más de 400 películas y series de
televisión. Recibió un Óscar honorífico en 2006 y ganó el Óscar a la mejor banda
sonora en 2016 por la cinta “Los odiosos ocho”. Acababa de ser premiado en
España con el Premio Princesa de Asturias de las Artes 2020. Hoy, tras haberse
ido en silencio, Ennio Morricone desapareció “con respeto al sentimiento de
humildad que siempre ha inspirado los actos de su existencia”, según el abogado
de la familia del compositor, Giorgio Assumma. Según recoge la República, Assummaha
explicó que el maestro “ha mantenido hasta el último momento lucidez y gran
dignidad”. Asimismo, el compositor “dedicó un recuerdo conmovedor a su
audiencia de cuyo afectuoso apoyo siempre ha sacado la fuerza de su creatividad”.
El
primer ministro, Giuseppe Conte, escribió en sus redes sociales: “Recordaremos
siempre, con infinita gratitud, el genio artístico del maestro Morricone. Nos
hizo soñar, emocionar, reflexionar, escribiendo notas memorables que
permanecerán indelebles en la historia de la música y del cine”. Y el ministro
de Cultura, Dario Franceschini, aseguró que este es “un día triste para la
cultura”. El músico italiano hizo soñar a varias generaciones con sus bandas
sonoras para el cine con marca propia, que le encumbraron como uno de los
mayores compositores de todos los tiempos. Nacido en Roma el 10 de noviembre de
1928, Morricone estudió en el Conservatorio Santa Cecilia bajo la dirección de
Goffredo Alessandrini y se diplomó en composición, trompeta y canto coral.
Comenzó como compositor de música sinfónica y de cámara, extendió su actividad
a la música ligera y trabajó además de arreglista de cantantes como Gianni
Morandi o Jimmy Fontana. Su primera incursión en el mundo del cine, al que
quedaría para siempre vinculado, se produjo en 1961 con la banda de la película
“Il federale” de Luciano Salcio y acabaría fraguando una estrecha colaboración
con otros cineastas como Marco Bellocchio o Bernardo Bertolucci. Su gran éxito
llegó con el padre del spaghetti western, Sergio Leone, de quien fue compañero
de escuela en Roma. Para él compuso las dramáticas bandas de “Trilogía del
Dólar”, spaghetti western protagonizada por Clint Eastwood: “Per un pugno di
dollari” (1964), “Per qualche dollaro in più” (1965) e “Il buono, il brutto, il
cattivo" (1966) (El bueno, el feo y el malo). Y trabajó con otros
directores como Pier Paolo Pasolini, Lina Wertmuller, Roman Polanski, Oliver
Stone y Pedro Almodóvar, en “Átame” (1990). Algunas de sus aportaciones más
célebres son las composiciones para la cinta “Nuovo Cinema Paradiso” (1988), de
Giuseppe Tornatore; la obra maestra de Bernardo Bertolucci, “Novecento” (1976),
o la historia de aquel misionero jesuita de “The Mission” (1986). En sus
estanterías lucen decenas de premios, como tres Grammy, cuatro Globos de Oro y
un León de Oro de Venecia. En 2006 recibió el Óscar honorífico y una década
después, en 2016, lo ganó por la banda sonora de “The Hateful Eight” (2015) de
Quentin Tarantino. Este año había sido galardonado con el Premio Princesa de
Asturias de las Artes 2020 junto a otro de los grandes compositores, el
estadounidense John Williams, y pretendía acudir a recogerlo. Sus composiciones
se asientan sobre dos grandes pilares Johann Sebastian Bach e Ígor Stravinski: “Son
ellos dos los polos determinantes”, reconoció el maestro en un libro-entrevista
con su otro gran amigo, Giuseppe Tornatore.
El compositor italiano, Ennio Morricone.
Pero
si hay un secreto en las partituras de Morricone es el silencio: “El silencio
es música, al menos tanto como los sonidos –recomendaba–, quizá más. Si quieres
entrar en el corazón de mi música, busca entre los vacíos, entre las pausas”. En
enero de 2019, a los 90 años, Morricone comunicó que dejaría de componer y,
durante ese año, ofreció una serie de conciertos para poder recordar los temas
que le hicieron célebre. En Roma, se exhibió en las imponentes Termas de
Caracalla y dejó como legado una inolvidable carrera de la que solo se arrepintió
de una cosa: no haber dedicado más tiempo a su esposa, María, con la que tuvo
cuatro hijos y que le acompañó en sus últimos momentos. Su infancia transcurrió
en el pintoresco barrio del Trastevere, vivió en su ático de Ara Coeli, en la
céntrica y bulliciosa Plaza Venecia, y, en los últimos años, se mudó al más
apacible barrio del EUR. En su ciudad, descubrió su amor por las partituras
gracias a su padre, que también era músico. Así empezó una carrera en la que
fueron frecuentes las crisis de creatividad surgidas por las prisas de la
industria del cine, como él mismo reconocía. Pero nunca perdió esa pasión, ni
siquiera en los peores momentos. Jamás dejó de amar la composición y las
orquestas. “Cuando era muy joven, dije a mi mujer: ‘Cuando tenga 40 años, acabo
con el cine’, pero seguí. Después de los 40, dije: ‘Cuando tenga 50 años, lo
dejo’, pero no fue así. Obviamente continué con 60, 70, 80 años... Siempre he
ido diciendo que dejaría de escribir para el cine con 90 años. Y ni siquiera
ahora sé qué haré”.
Morricone, el genio que decía que no.
Máximo
Pradera comenta en Público, bajo el título “Morricone, el genio que decía que
no”, que al venerable Ennio le ha pasado, en el fondo, lo que nos gustaría a
todos. “Se ha muerto sano. Un día estaba de gira por Europa y al otro se rompió
un fémur y se fue para siempre. ¿Quién de nosotros no firmaría un final así? ¿Y
a los 91 años? No puedo concebir una vida más plena que la de aquellos que se
han dedicado a dar placer a los demás. Ennio llevaba haciéndolo desde los 17
años. Primero, como trompetista en las orquestas que grababan las bandas
sonoras de los 50. Aprendiendo el oficio desde abajo. Dalla gavetta – como
solía decir él. Luego, como arreglista de canciones en la RCA. Allí nos regaló
auténticas joyas. La orquestación de “Sapore di sale”, por ejemplo. Con sus
disonancias de piano y su ostinato de bajo, tan rompedores hoy como hace 50
años. O la de “Guarda come dondolo”, del gran Edoardo Vianello. Para Mina
compuso una canción que quedó para siempre: “Se telefonando”. Vendió un millón
de copias en el 66. Morricone contó alguna vez que la melodía de tres notas del
estribillo se la había sugerido una sirena de policía que había escuchado en
Marsella. El Maestro era así. Encontraba la inspiración hasta debajo de las
piedras. El tema principal de “Sostiene Pereira”, por ejemplo, lo concibió tras
oír a unos manifestantes coreando: ¡Li–ber–tá, Li–ber–tá! El sonido Morricone
se fraguó a partir de su colaboración con Sergio Leone. ¿Y en qué consiste ese
sonido? Es la mezcla del pop de calidad con la música sinfónica. O clásica. O
seria, como la queramos llamar. Morricone llegó a la música ligera con una
formación muy sólida, adquirida tras sesudos estudios en la Academia Santa
Cecilia de Roma. Tan sesudos, que las primeras bandas sonoras las tuvo que
firmar con seudónimos: Dan Savio o Leo Nichols. Porque no quería que sus
profesores del Conservatorio pudieran decirle: te has prostituido, hijo mío. No
te enseñamos armonía y contrapunto para que musicaras un duelo del oeste…
Máximo
Pradera nos recuerda que hay tres tipos de directores – según le contó
Morricone a Joaquín Soler Serrano en el “A fondo” que grabaron, en 1980, en
TVE–. Los que me dicen que no tengo ni puta idea de música, haz lo que creas
que le va a la película. Luego están los colaboradores. Tienen ideas, pero me
dejan trabajar. Y, finalmente, los listillos, que se creen que saben más música
que yo. Y no solo te dicen lo que tienes que componer, si no que le exigen a la
partitura cosas absurdas.
–Necesito
un fragmento que sea muy triste, pero además muy alegre, muy irónico, muy
tierno y muy erótico. Pero ojo, Ennio, que en la escena hay un muerto en la
habitación contigua y la música lo tiene que reflejar.
“Morricone
se fue a la tumba arrepentido de lo que le obligó a componer aquel insensato.
Por si fuera poco, tuvo que expresar esa sarta de incongruencias emocionales en
ocho segundos y medio. A pesar de que conocía el oficio mejor que nadie,
Morricone temblaba con cada nuevo encargo. “Me pesa tanto la responsabilidad
–decía–, que mi primera reacción en cada proyecto es decir que no”. Es lo que
le ocurrió, por ejemplo, en “La Misión”. Los productores le invitaron a Londres
a ver la película ya montada y las escenas le parecieron tan sublimes que. al
principio. se echó para atrás. “Solo puedo estropear esta joya –les dijo–. ¡Tengo que declinar el encargo!” Luego, superadas
sus reservas morales, que implicaban una lucha consigo mismo a la altura de un
conflicto kantiano, empezaron a fluir las ideas. Con suma facilidad. Morricone
era tan rápido ante el pentagrama como Clint Eastwood con el revólver. Con su
muerte, se pasó de rápido. Qué lástima que nos haya dejado. Y qué rabia que no
pueda venir ya a Oviedo a recoger el premio Princesa de Asturias. Bueno, él se
lo pierde. No hay ser más entrañable que un camarero asturiano ni comida más
contundente que un platazo de chorizo a la sidra”.
Juan Carlos I saluda a su hijo Felipe VI tras la ceremonia de abdicación
celebrada el 19 de junio de 2014.
Y
de la música de este maestro italiano , pasamos a la
política herrática de un rey emérito que se defiende panza arriba. En su
artículo aparecido en Público el pasado jueves y titulado “Viva el rey manque
robe”, David Bollero escribe: “Pensar en el Betis, incluso sin ser futbolero,
le lleva a uno a la expresión ‘Viva el Betis manque pierda’. A la luz de los
hechos que están revelando medios británicos y la justifica suiza –ante la
pasividad de la española– sobre Juan Carlos I,
comienzan a observarse movimientos que sugieren expresiones como ‘viva el rey
manque robe’. Los informes de la justicia suiza, las declaraciones de diversos
testigos y las propias palabras del emérito, han acorralado a Juan Carlos I, metiendo
en el cerco a su propio hijo, por muchos esfuerzos que dediquen los poderes
fácticos por evitarlo. La comunidad monárquica mira hacia otro lado, a pesar de
que el encumbrado Juan Carlos I ha pasado de tener una imagen inmaculada a
aparecerse a los ojos de la opinión pública como un adúltero corrupto,
mentiroso y ladrón, entre otras cualidades... Y a pesar de ello, ‘viva el rey
manque robe’.
“Pedro
Sánchez –continúa Bollero– sólo se siente ‘perturbado’ y sólo baraja tocar la
Constitución para limitar la inviolabilidad del rey. Se equivoca pues, de
tocarla. Lo que tiene que hacer es convocar un referéndum que nos brinde la
oportunidad de elegir nuestra fórmula de Estado y sacudirnos a una estirpe
impuesta de comportamiento inmoral. Se equivoca Sánchez al volver a activar con
Zarzuela una segunda 'Operación Salvar la Corona' como ya hicieran con la
precipitada abdicación del emérito porque el hedor a corrupción lo inundaba ya
entonces todo. Como 'coronavirus' que es, parece que optan por lavarse las
manos y listo. Y se equivoca Sánchez al agradecer a Felipe VI que se distancie
de su padre. En lugar de ser una familia modélica, como se espera de una casa
real, si se es monárquic@, la familia borbónica está desestructurada: la lista
de infidelidades de Juan Carlos I ha humillado a Sofía y, cada vez está más
alejada de la escena pública, Felipe VI renuncia a su herencia antes de que
ésto sea legalmente posible y le quita la asignación a su padre, el cuñado en
prisión, el otro ya ni es cuñado, el sobrino del tiro en pie coqueteando con la
extrema-derecha y las hermanas por libre... Un gustazo de cena de Nochebuena,
vaya. Pero ¿saben que les une a todos y todas? Que, presuntamente, chuparon del
bote de los tejemanejes de Juan Carlos I, como se desprende de la luna de miel
millonaria de Felipe VI y Letizia. Pensar que se ignoraba de dónde procedían
los millones es tan ingenuo como creer que la infanta Cristina firmaba por amor
los papeles de Urdangarín... aunque entonces, la Justicia española se lo creyó.
¿Por qué ahora va a ser diferente con el emérito y Felipe VI? Ya saben... ‘viva
el rey manque robe’.”
Jarro de agua fría a Felipe VIº.
Daniela
De Amorín, en el artículo titulado “Jarro de agua fría a Felipe para empezar la
semana: Se acerca tormenta en la Zarzuela”, publicado en kaosenlared.net,
advierte que Suiza ya ha enviado a España los datos solicitados sobre los
movimientos económicos de Juan Carlos I. “Se acerca una gran tormenta en la
Zarzuela –nos advierte–. La semana comienza con una delicada noticia que Felipe
ha encajado con preocupación. Suiza ya ha enviado a España los datos
solicitados sobre los movimientos económicos de Juan Carlos I. A partir de
ahora, la Fiscalía ya dispondrá de toda la información necesaria para
investigar las cuentas del rey emérito en el país helvético. Entre los datos
que se solicitaron están todos los aspectos del depósito de 100 millones de
dólares que la Arabia pagó en 2008 el rey Juan Carlos. Se trata de un ingreso
que se realizó el 8 de agosto de este año por parte de la fundación panameña
‘lúcuma’ en una cuenta de la banca privada Mirabaud, situada en Suiza. La
Fiscalía considera este depósito como la punta del iceberg de un rastro más
amplio de comisiones que vincula el rey con la construcción del AVE a la Meca.
Una vez que la documentación esté en manos de Tribunal Supremo, el fiscal al
que se ha encargado el caso tendrá que decidir qué hacer. Sin embargo, no
bastará con determinar si los indicios contra el rey emérito son suficientes,
sino también habrá que fijar el alcance de su inviolabilidad. En principio, el
rey sólo podría ser imputado por delitos cometidos a partir del año 2014,
momento de su abdicación. Sin embargo, los letrados del Congreso determinaron
que la inviolabilidad debía extenderse si el origen del presunto blanqueo se
sitúa en un momento en que todavía era monarca. Queda claro que la
investigación sobre Juan Carlos Iº estará llena de trabas políticas y
jurídicas. Aunque, finalmente, no se pueda demostrar nada, a ojos de los
ciudadanos el escándalo del monarca emérito servirá para cuestionar a la
institución y poner el foco mediático sobre su sucesor”.
Las firmas de Juan Carlos I y Corinna Larsen en el contrato de la
donación de 65 millones de euros.
El pasado jueves, tras las últimas informaciones sobre el rey emérito, el diario
“El Español” publicaba el contrato por el cual el anterior monarca donaba los
65 millones a Corinna Larsen, fruto del contrato del AVE a la Meca, dejando de
lado a sus hijos. La donación se produjo en junio de 2012 y en ella se excluía
“de forma expresa de la herencia” del rey emérito. Al parecer, nunca se planteó
como un dinero para legar a don Felipe y las infantas de Elena y Cristina. En
el documento aparecen juntas, por primera vez, las firmas de Juan Carlos I y de
su compañera sentimental de entonces, la empresaria alemana Corinna Larsen.
Dicho documento lo tiene en su mesa el fiscal suizo Yves Bertossa, que
investiga esta donación saudí a don Juan Carlos y que también acabó en cesión
parcial para Corinna a través de la Fundación Lucum, una entidad panameña
creada ex profeso para evitar tributar siguiendo las reglas fiscales. “El
Español” explica que el dinero pagado por el rey saudí Abdalá bin Abdulaziz
al-Saúd se ingresó en una cuenta de Lucum en el banco Mirabaud de Ginebra,
Suiza, a través de los gestores Dante Canónica y Arturo Fasana, administradores
de la fundación pero que, en realidad, representaban a don Juan Carlos de
manera oculta, según investiga la fiscalía suiza. El fiscal Bertossa investiga
el rastro del dinero del rey Juan Carlos, que, presuntamente, se mantuvo oculto
en Suiza 4 años, procedente de Arabia Saudí como comisión por lograr el
contrato para establecer el tren de alta velocidad entre Medina y La Meca.
Felipe
VI, con el presidente Pedro Sánchez y el vicepresidente Pablo Iglesias
Esther
Palomera titulaba el pasado viernes en ElDiario.es “La maldición de los
Borbones alcanza a Felipe VI, un rey aún sin relato propio”, un artículo en el que
recordaba: “Atropellos mortales, enfermedades incurables, muertes prematuras,
accidentes de automóvil, exilios, acusaciones de alta traición… Desde la muerte de Carlos III, hay una
especie de maldición que persigue a los Borbones y que se agrava con la llegada
al trono de Alfonso XIII. Cuenta la leyenda que todo empezó el día que su madre
desoyó la recomendación del rey para que no llamase Alfonso a su hijo póstumo.
El monarca quería evitar el mal fario del número 13. La reina María Cristina no
hizo caso y ahí está la historia: el rey fue acusado por las Cortes de los
delitos de lesa majestad, rebelión militar y alta traición. Fue expulsado de
España y vagó durante años por Francia, Estados Unidos, Suiza e Italia hasta
que murió en febrero de 1941 en una habitación del Grand Hotel, en Roma. Supersticiones
aparte, su nieto Juan Carlos I podría correr la misma suerte. Más bien, idéntica
desgracia. La del repudio de su pueblo ya la tiene. Ganada a pulso por un
comportamiento deshonesto con el país al que decía servir y del que durante
años se sirvió él para un enriquecimiento ilícito tan obsceno como indigno.
Hoy, la Moncloa no descarta que el emérito acabe en el exilio, como su abuelo.
De hecho, hace meses que cree necesaria una salida ‘que no dañe a la
institución’ ni a Felipe VI más de lo que ya lo ha hecho el destrozo provocado
por el emérito. El Gobierno trabaja con la Casa Real en construir al monarca un
relato para su reinado (…) Lo de menos ya es el horizonte penal que le espere
al emérito, lo que importa es que la mala estrella de los Borbones haya
alcanzado ya de lleno a Felipe VI cuando acaba de cumplir su sexto año de
reinado. Preocupa en Zarzuela y preocupa en el Gobierno. No es para menos
porque, a diferencia de su padre –que antes de presunto corrupto y evasor
fiscal, se le reconoció como hacedor de la democracia, figura clave de la
Transición y ¿héroe? del 23F– Felipe VI es aún un rey sin narrativa propia que,
de no escribirla pronto, podría pasar a la historia sólo por haber sido el hijo
de un rey corrupto.
El
mismo viernes, El Confidencial revelaba que el rey emérito retiró dinero en
efectivo de forma habitual entre 2008 y 2012 de la cuenta a nombre de la
Fundación Lucum abierta en el banco suizo Mirabaud. “En un único año, 2010,
habría sacado de la cuenta 1,5 millones de euros. Además, según revela este
mismo periódico, en la entidad suiza figura como contacto de esa cuenta la
dirección del Palacio de la Zarzuela. ‘Borbón y Borbón, Juan Carlos. Espagne.
Palacio de la Zarzuela-Madrid’. El único ingreso procedió de otra transferencia
sospechosa: 1,9 millones de dólares procedentes del rey de Baréin, Hamad bin
Isa Al Khalifa, por importe de 1,9 millones de dólares. El dinero lo había
transportado el propio monarca español en una maleta a Suiza, según ha contado
a un fiscal de aquel país su gestor de fondos, Arturo Fasana. En 2010, cuando
Juan Carlos I todavía estaba al frente del trono en España. La decisión sobre
la petición de apertura de un procedimiento penal o el archivo de la causa
llegará pronto, a finales de agosto o principios de septiembre, cuando el
fiscal haya recibido la totalidad de la comisión rogatoria solicitada a Suiza
sobre los movimientos en la cuenta que albergó los 64,8 millones transferidos
por el rey saudí y que el monarca donó supuestamente ‘por amor’ a su ex amante,
Corinna Larsen, según el relato que ella misma hizo ante la fiscalía suiza”.
Fotomontajes, imágenes y
fotos sorprendentes:
Mural homenaje a Ennio Morricone, obra del artista Harry Greb
(Harrygrebdesign), realizado sobre una pared de un impecable blanco.
Muestra
a todo color una imagen del artista portando una corona y con Oscar en la mano
mientras con la otra pide silencio, un gesto muy característico suyo y muchas
veces fotografiado. Además, durante la pandemia, Greb también realizó un mural
en el Hospital Lazzaro Spallanzani en el que recreó una escena de la famosa
“Alguien voló sobre el nido del cuco” (1975) protagonizada por Jack Nicholson,
en la que podemos reconocer al actor abrazándose a un personaje con mascarilla
y guantes en homenaje a los sanitarios.
“Querer desligar a la Monarquía y a Felipe VI de su padre, Juan Carlos I, ‘El Pichabrava’, es querer tomarnos por tontos. Pero claro, es que tontos súbditos en este reino hay a mansalva. ¿Recordáis el cuento aquel de ‘El rey va desnudo’? Acá, ‘El nuevo traje del Emperador’ ”. (Skakeo FanZine)
La España súbdita. “Si este pueblo se le arrodilla a una espada y una
manilla, este pueblo me da vergüenza”. (Skakeo FanZine)
Antonio Maestre: “Para ganar los 65 millones de euros, Juan Carlos I
tendría que haber gobernado desde 1792”.
Cuidado, que muerden.
Por Una España Republicana. (Juan Pedro Domínguez Peña.)
Los Reyes Felipe y Letizia, más cercanos que nunca en su visita a las
distintas regiones de España.
Santiago Abascal copia
casi al pie de la letra un discurso amenazador de Donald Trump.
Clero y monarquía.
Somos inviolables.
Revista Life.1954.
Fotografia Nat Farbman.
La señal marítima del Dicue del
Oest, de Palma de Mallorca, es uno de los rincones frescos de la ciudad. Desde
hace años, el acceso permanece cerrado.
Buenos días.
El humor en la prensa de
esta semana: El Roto, Peridis, Vergara, Eneko, Pat, Enrique, Javirroyo, Malagón,
Salazar & Maikel…
Nuevos brotes.
Zapping
Así acaba una mala peli.
Buscando a los Borbones.
Sánchez se dedica a tonterías como la recuperación de la economía
Un matiz insignificante.
Ortega Smith y la ignorancia como bandera.
Cucarachas.
Pep Roig, desde Mallorca:
Fiesta para unos, castigo parar todos, Se acabó la diversión, Abuso consentido
y sin sentido, A lo loco, Diagnóstico, Malicia, ¿Máscara
o mascarilla?…
…
Los vídeos de esta semana:
¿Qué tienen en común
películas como "El bueno, el feo y el malo", "Cinema
Paradiso" o "La misión"? Tienen en común al genial Ennio
Morricone, cuya muerte llora hoy Italia y todo el mundo del séptimo arte.
Muere Ennio Morricone, la
batuta eterna de Hollywood
Fallece el compositor
italiano Ennio Morricone a los 91 años I MARCA
Falleció Ennio Morricone,
mítico compositor de música para el cine
El oboe de Gabriel. Ennio
Morricone (La Misión)
La semana 'horribilis' de
la Casa Real: el cerco se estrecha sobre el emérito
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