La Iglesia reconoce que hay “anomalías” en 2.500 bienes inmatriculados.
Los obispos españoles
están dispuestos a estudiar “una a una” todas las anomalías que pueda haber en
las inmatriculaciones realizadas por la Iglesia católica, según adelantó
Fernando Giménez Barriocanal. El vicesecretario para Asuntos Económicos de la
Conferencia Episcopal (CEE) recuerda que, del listado de
cerca de 35.000 bienes elaborado por el Gobierno, la Iglesia detectó 2.500
incidencias. Es decir, alrededor de un 7%. La Coordinadora Recuperando, que
aglutina a más de 30 asociaciones patrimonialistas de todo el país, considera
que esa cifra es fruto del acuerdo al que llegaron el Gobierno y la Conferencia
Episcopal, que hace pagar a la iglesia un “premio menor”.
La iglesia, sin embargo,
sólo está dispuesta a hablar sobre las 2.500 anomalías, según apunta Giménez
Barriocanal, quien añade que la mayoría de estos bienes son generadores de
gastos, bienes que hay que mantener y poner a disposición del pueblo. En este
sentido replica que los bienes no están registrados a nombre del obispo, sino
del pueblo cristiano. “La Iglesia debe custodiar los bienes que se le han
entregado, y no quiere privilegios, pero tampoco discriminaciones”, apunta el
representante de la Conferencia Episcopal, quien reconoce que seguramente hay
cosas que se han hecho mal, y se compromete a corregirlas “una a una”, aunque advierte
de que la Iglesia todavía no ha recibido un listado de anomalías. “Cuando lo
recibamos, estamos dispuestos a corregir todo lo que sea necesario, para eso
hay que estudiar caso a caso”.
Según Rodríguez, portavoz
de Recuperando, tanto el Gobierno como la Conferencia Episcopal “se han
empeñado en enterrar una parte de la memoria y una parte de la verdad en
relación con los bienes inmatriculados” e insta al Ejecutivo a declarar la
inconstitucionalidad de todas las inmatriculaciones. El Gobierno guarda en un
cajón la ley que prohibía a la Iglesia privatizar monumentos. Cultura mantiene
congelada la reforma de la Ley de Patrimonio Histórico, que preveía también la
creación de patronatos para gestionar los bienes de la Unesco.
El nuevo órgano de
control de los monumentos representaba una seria restricción en la
administración de los bienes culturales y la Iglesia perdería la autoridad
directa sobre el edificio, tal como ocurre en la actualidad con la Catedral de Burgos,
la Giralda de Sevilla o la Mezquita de Córdoba, cuya gestión ha sido contestada
largamente por algunos sectores ciudadanos. La reacción de los purpurados fue
inmediata. El obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, tildó la nueva normativa
de “propia de países dictatoriales”, por tratarse de una “ley invasiva”, que no
respeta la “libertad religiosa”. En la actualidad, todo el patrimonio
histórico, público o privado, está tutelado por el Estado a través de los
gobiernos regionales. Sin embargo, el interlocutor de la Unesco es el Gobierno
central, y no las comunidades autónomas, con lo que se produce una clara
disfunción administrativa, que la nueva normativa trataba de corregir.
El catedrático de la
Complutense considera que los bienes de interés cultural en posesión de la
Iglesia tienen un “problema jurídico de raíz”. Se trata de edificios que, en
general, fueron construidos en el pasado con la “aportación del pueblo
correspondiente”. La Iglesia, por lo tanto, no dispone de títulos que legitimen
su propiedad, que ha ido consiguiendo gracias a la legislación hipotecaria de
las inmatriculaciones. “Ha sido un propietario atípico”, subraya. La Iglesia
católica tiene hoy en su poder 3.111 monumentos declarados bienes de interés
cultural, lo que representa el 80% de todo el tesoro arquitectónico de España.
Decenas de estos valiosos edificios están siendo vendidos a terceros en los
últimos años.
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