Rubiales cae, pero el monstruo sigue vivo.
Así titula Nacho
Caballero el artículo aparecido en ElPlural.es en el que habla sobre el caso de
Luis Rubiales:
“Su comportamiento
sexista y su inmolación posterior en la orgía pesebrera que han escenificado
los miembros de la Real Federación Española de Fútbol en su Asamblea General
acabarán con su trayectoria al frente del organismo. Su abuso de poder hacia
Jennifer Hermoso ha cavado la tumba de un siniestro personaje que escaló hasta
la cúspide del Fútbol Español bajo la premisa de levantar alfombras y erradicar
la tela de araña clientelar que tejió Ángel María Villar durante casi tres
décadas. Muerto el perro, se acabó la rabia, ¿verdad? Todos celebramos en su
momento la caída del Corleone federativo y la llegada posterior de la entonces
cabeza visible del sindicato de futbolistas. No pudimos estar más equivocados. Se
rodeó de su gente de confianza, exhibió mano de hierro y populismo contra todo
lo que amenazara el balompié patrio, desde la base. Paladas de relato -comprado
por los medios que hoy le ajustician con razón- para enterrar prácticas
mafiosas a sotto voce de las que hizo alarde su predecesor y las que juró
combatir. Eso sí, no exentas de la torpeza inherente al novato poderoso y
engreído. La sociedad española y los poderes fácticos, pulgar abajo, han
dictado sentencia, pero la soga que exprimirá su vida hasta el último estertor
no será la de la corrupción.
Y continua: “Durante
cinco años ha desfilado con total impunidad, atornillado a un sillón del que ni
siquiera un rosario infinito de escándalos le ha hecho tambalear; llevando
hacia el escarnio público al fútbol español. Este no es sino otro ejemplo de
sus ínfulas chulescas. Pero, ¿y ahora qué? ¿Dónde quedan los Supercopa Files?
¿Y las orgías pagadas con dinero de la Federación? ¿Y los viajes a Nueva York?
¿Dónde irán a parar los espionajes, escuchas clandestinas y los detectives
privados a periodistas rebeldes? ¿Y las amenazas a los que se atreven a alzar
la voz contra la corrupción sistémica?… El machismo de Rubiales no quedará
impune. Se ha demostrado y con creces. Respuesta de una sociedad española que demuestra
siempre mayor altura de miras que sus dirigentes. Pero, por el camino, aún
quedarán largos años para que la Justicia se pronuncie sobre toda la ristra de
escándalos perpetrados durante su lustro en la cima. Los responsables -espero-
pagarán las consecuencias de su codicia, impunidad y el expolio sistemático.
Reparación parcial. Una tirita que a duras penas contendrá la hemorragia fruto
del enésimo atentado en nombre y en defensa del fútbol.
“La Real Federación
Española de Fútbol desprenderá idéntico hedor cloaquero al de hace 30 o 40
años. Siguen los mismos. A rey muerto, rey puesto. Villar, en su momento,
Rubiales después o Pedro Rocha -favorito para sustituir a la víctima perpetua
de Motril- son un mero ambientador que amortigua la infecta fragancia que
destila un organismo inmóvil, que a duras penas naufraga en los vicios más
abyectos del pasado. Una hidra que responde a los espadazos ajenos regenerando
la misma cabeza. Una y otra vez. Ahora sí, el refranero español viene que ni
pintado: el mismo perro, pero con distinto collar. El fútbol español se muere
lentamente, presa de pusilanimidad. O, mejor dicho, lo dejan morir a golpe de
chequera y cuando no de prevaricación.
“El fútbol español ha acumulado atentados por doquier. Actos de inmolación que resquebrajan progresivamente su cariátide. Se muere lentamente, presa de pusilanimidad. O mejor dicho, lo dejan morir a golpe de chequera y cuando no de prevaricación -o delitos de otra índole-. Una cobardía que obstaculiza la urgente renovación total de todas y cada una de las instituciones de gobierno y de control. Desde la RFEF hasta La Liga, aunque el tuitero de barra de bar que la regenta despiste a los medios de comunicación con el siempre atractivo influjo del billete. Maniobras entre bambalinas que no las firma ni el mismo Al Capone. Blindaje que le libra de un paseíllo hacia el patíbulo mediático. El mismo que ahora recurre su archienemigo Rubi. Javier Tebas resiste, sin importarle a nadie más que al aficionado que ve cómo su equipo intenta zafarse a duras penas de las garras de la desaparición. Al mismo que sus satélites mediáticos traicionan para cobrar el suculento premio por el silencio”
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