martes, 25 de noviembre de 2025

Juan Carlos: “Queridísimo papá…”.

 

Nieves Concostrina relata, en Público, la carta que Juan Carlos dirige a su padre el 15 de julio de 1969: “Acabo de volver de El Pardo, adonde he sido llamado por el Generalísimo; y como por teléfono no se puede hablar, me apresuro a escribirte estas líneas para que te las pueda llevar Nicolás, que sale dentro de un rato en el Lusitania.  Llegó el momento que tantas veces te había repetido que podía llegar y comprenderás mi enorme impresión al comunicarme su decisión de proponerme a las Cortes como sucesor a título de Rey. Me resulta dificilísimo expresarte la preocupación que tengo en estos momentos. Te quiero muchísimo y he recibido de ti las mejores lecciones de servicio y de amor a España. Lecciones que me obligan como español y como miembro de la Dinastía a hacer el mayor sacrificio de mi vida, cumpliendo un deber de conciencia y realizando con ello lo que creo es un servicio a la Patria: aceptar el nombramiento para que vuelva a España la Monarquía y pueda garantizar para el futuro, a nuestro pueblo, con la ayuda de Dios, muchos años de paz y prosperidad”. (...)

Concostrina prosigue: “Escrita de puño y letra por el traidor de su hijo, Juan Carlos la dejó abierta sobre la mesa de su despacho y musitó con los ojos humedecidos ‘dios dirá… ¡Qué le vamos a hacer!’. Juan de Borbón debió de soltar por su boca lo más grande durante la lectura y, sobre todo, cuando la terminó; desde cagarse en el padre de su hijo sin reparar en que era él mismo y sin deducir que de tal palo tal astilla, hasta soltar dioses que retumbarían al otro lado del Atlántico. Su hijo lo había traicionado. ‘¡A mí! ¡Coño! ¡Al legítimo Príncipe de Asturias!’. Juan Carlos, además, se permitía en su hipócrita carta utilizar en vano las palabras dios, dinastía, monarquía, patria y familia (todas escritas con mayúsculas para mayor pitorreo), precisamente las cinco instituciones a las que estaba traicionando mientras se inclinaba para comer de la mano de un dictador fascista y asesino. (...)

“Decía hace unas semanas Juanjo Millás durante su conversación con Javier del Pino en el programa ‘A vivir’ que Juan Carlos de Borbón era un gran traidor, y si no lo dijo exactamente así, da igual, lo digo yo. Este defraudador traicionó a sus padres, traicionó a su esposa, traicionó a Franco, traicionó al país, traicionó a su dinastía, traicionó a los españoles, traicionó a las amantes, traicionó a su hijo legándole una corona desprestigiada, deteriorada y corrupta; traicionó a su dios, traicionó a su secta católica y se ha pasado por su real arco del triunfo sus diez mandamientos. Ni siquiera dejó intacto el de ‘No matarás’. Juan Carlos, en resumidas cuentas, es el mayor traidor del reino porque carece absolutamente de escrúpulos y de moralidad. Pero la felonía hacia su padre fue de traca. (...)

“Que los borbones fabulan, ya no se le escapa a nadie, pero que Juan tuviera el rostro de reivindicar que el pueblo español debía manifestar libremente su voluntad cuando seguimos en 2025 sin derecho a hacerlo, tiene bemoles. Siempre que en este país se ha preguntado si se quiere o no un rey, han tenido que preguntarlo con trampas. Lo hizo Franco, con su referéndum fraudulento, y lo hizo el falangista Adolfo Suárez, metiéndonos un rey indigno en el referéndum de la Constitución porque sabía que este país iba a votar mayoritariamente no a la monarquía si se preguntaba de forma aislada....

“Juan se quedó en Estoril reconcomiéndose, su camarilla continuó llamándole majestad para consolarle, y el felón, el infante Juan Carlos, llegó orgulloso y servil a las Cortes la tarde del 23 de julio de 1969 para jurar sobre la novela bíblica los Principios del Movimiento Nacional (el día anterior las Cortes habían votado la sucesión de Juan Carlos a título de rey por 491 votos afirmativos, 19 negativos y 9 abstenciones). Entre esos principios hay uno que dice que la nación española acata la ley de dios y que la doctrina católica es inseparable de la conciencia nacional y de las leyes... Con aquel juramento del 23 de julio, Juan Carlos pasó por arte de birlibirloque y con el mismo descaro del que luego hicieron gala su hijo y su nieta, a ser general de brigada de Infantería y Aire y contralmirante de Marina. Y eso sin saber disparar.

“Y así llegamos al 15 de junio de 1971, cuando el dictador designó al infante Juan Carlos príncipe sustituto interino... Y como Juan Carlos fue un infante agradecido al criminal que tantas desgracias trajo a este país, tres días después del feliz acontecimiento de la muerte de Franco fue proclamado rey bastardo de España en las Cortes. Su padre, desde París, le envió un entusiasta telegrama que rebosaba emoción y amor paterno: ‘Que dios te bendiga y buena suerte. Abrazos. Padre’. Vamos, para que se te salten las lágrimas. Y en su papel de rey bastardo, ilegítimo, contrario a sus propias leyes dinásticas e igualmente contrario a las normas democráticas, ha continuado Juan Carlos hasta el mismo día de su abdicación como consecuencia de sus desmanes. Y, en fin, así se instauró la dinastía Franco. No hubo restauración. Seguiremos esperando el día de poder votar para deshacernos de esta estirpe indigna que nos instaló un dictador sanguinario hace 50 años”.

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