“Juancar, castigado sin cumple”.
Aníbal Malvar confiesa en
Público su desolación. “Porque el hombre
que fuera motor de la Transición, el padre de todos nuestros derechos
democráticos, el campechano conciliador que garantizó la unidad de España, el
dorado embajador que condujo desinteresadamente a las empresas españolas a la
expansión transfronteriza y al progreso, el apaciguador de los furores
sargenteros que quisieron restaurar en España la dictadura militar, el epítome
del imperio hispano, o sea, su campechana majestad Juan Carlos I, ha sido
vetado por Felipe VI en la celebración del cincuentenario de la restauración
borbónica. Es el niño malo al que no invitan a la fiesta de su propio
cumpleaños. El Capitán América despedido por Marvel.
“Felipe VI se está
pasando. Aquí somos más de los Quintero que de Shakespeare, majestad. Menos
cicuta y más solysombra. El héroe español ha de morir de una cogorza, como Max
Estrella, y no de una puñalada palaciega, en plan Hamlet.
“Porque Juancar, nos pese
o no, es un héroe nacional. Así lo asentaron en nuestro subconsciente
colectivo, durante más de cuarenta años, políticos de toda ideología y ralea,
historiadores que se plegaban a la exigencia pseudo intelectual de no irritar a
la corona, directores de medios que siempre encontraban algo mejor que
investigar, empresarios que pagaban la coima zarzuelera con la mejor de sus
sonrisas y, por supuesto, la prensa rosa, la más leída en el país de Cervantes,
el termómetro de nuestra cultura. El Hola! era el boletín oficial de Casa Real,
el devocionario couché a través del cual el jefe del Estado se comunicaba con
sus súbditos, a veces de uniforme, otras muchas en bañador. Y en couché vimos
crecer a los niños y envejecer dignamente a la ejemplar Sofía, bebiendo
sorbitos de Moët & Chandon en cornucopia mientras los gorriones silbaban
melodías de Barenboim en el jardín.
“¡Hola! y sus pares no
solo crearon al héroe, sino que también ocultaron al antihéroe. Muchos
paparazzi de la época me han contado (y han contado) que gran cantidad del
material que reunieron en sus persecuciones por la intimidad vagabunda de Juan
Carlos I no fue publicado jamás. Sin embargo, los negativos inéditos se pagaban
mucho mejor que los editados. La paradoja se explica fácil. Las imágenes
sensibles eran adquiridas y ocultadas por las revistas para evitar escándalos.
La censura en España no bastaba. Cualquier paparazzi tenía buenos contactos en
el extranjero, y The Sun y Daily Mirror serían muy generosos por unas fotos
adánicas del rey de España con una vedette sobre la cubierta de un yate.
Negativos secuestrados de este tipo hicieron cien millonario (en pesetas, y no
exagero) a más de un fotógrafo.
“Conociendo casos
similares que después salieron a la luz, no sería de extrañar que aquellas
películas acabaran siendo compradas a estas revistas por el Centro Nacional de
Inteligencia, el chiringuito de los espías, con lo que los españoles podemos
presumir de haber pagado con nuestros impuestos un extenso álbum de fotos
eróticas del priápico Borbón. Es para estar orgullosos. Estoy deseando que
llegue 2075 para que las desclasifiquen. Qué morbazo.
“Lo mismo que con sus
avatares bragueteros sucedía con sus negocios delictivos. Omertà. Complacencia.
Vasallaje. Ni siquiera tenemos el rey que merecemos. Tenemos el rey que
fabricamos. Y ahora nos comportamos como el doctor Frankenstein, y anhelamos
matar a nuestra propia creación.
“Estaba tan aburrido y
despechado nuestro rey, contemplando las aguas mansas del Golfo, que hasta se
puso a trabajar y escribió una autobiografía de 500 páginas. Bueno, con ayuda
de una escritora, que la consanguinidad es muy puta para el arte de las letras.
No le dejan otra opción a nuestro otrora glorioso soberano que dedicarse a la
literatura, como cualquier poeta muerto de hambre. A mí, como vate también
hambriento, me da ternura. Y le agradezco sinceramente todo lo que ha hecho y
está haciendo por la causa republicana”.
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