martes, 3 de abril de 2007

3 de abril. Martes Santo


Burla burlando, entre lloviznas, nubarrones, chaparrones, procesiones interminables con retoque de tambores y de trompetas, ha vuelto la Semana Santa de todos los años y una tradición no siempre de acuerdo con la cordura ni con la aconfesionalidad del Estado.

Volvió el fervor popular, la devoción, las procesiones televisadas, las imágenes recargadas de oro y plata, el olor a incienso. Volvió la tradición de una España ultra católica, defendida por obispos y sus fieles, que no renuncia a sus tradiciones, ni a las prácticas folklóricas, ni a las ceremonias en las que autoridades y cientos de miles de penitentes, músicos y fuerzas de seguridad, desfilan por las calles. Ante un público que tiende a confundirse con estas manifestaciones, y, sobre todo, sin la presencia de atónitos turistas, dudo que se produjeran de la misma manera.

En Cuenca, casi la mitad de sus habitantes son cofrades. En Aragón, el ruido es más fuerte y en Castilla y León, el silencio se hace más profundo.. En Murcia se distribuyen más caramelos entre los espectadores y en Lorca, donde los caballos hacen más cabriolas, se mezcla la cultura cristiana y la pagana. En Zaragoza, se oye un expectante batir de tambores. “Bailan” las vírgenes de Sevilla y, desde cualquier, balcón se cantan saetas. Hay “picaos” que se flagelan las espaldas desnudas con correas de lienzo trenzado. En Palma de Mallorca, los cofrades de 31 hermandades celebrarán en seis días nada menos que catorce procesiones.

El actor malagueño Antonio Banderas regresa de los EEUU para participar en la Semana Santa malagueña a donde ha acudido con su mujer, la actriz Melanie Griffith. Dice que para él "es un placer porque se trata de la identidad de un pueblo, de su personalidad, y esto es una fiesta anti-globalización de alguna forma, que viene a nosotros, y nos mostramos un poquito como somos". Frente a los que piensan que es algo que no debería existir, él defiende todo lo contrario. Banderas lanza su "pequeño pregoncito" y reclama que "para el futuro las cofradías se tienen que implicar socialmente de forma muy fuerte y seria, cada una en sus barrios y atendiendo a esos problemas específicos que existen. Ahí puede estar el futuro de la Semana Santa". Banderas ve las cofradías como "una ONG" y dice que le interesa, es eso, “una Iglesia que ha estado al servicio de los pobres y de la gente necesitada. Ese mensaje me interesa".

El Jueves Santo, el actor sacará a hombros el trono de la Virgen de la Esperanza, lo que será "probablemente el último año porque ya los huesos me crujen mucho bajo ese trono debido a que pesa mucho la Esperanza". Admite que ya es imposible ver procesiones como las veía en otra época. Y sobre lo de ser pregonero de la Semana Santa, confiesa estar "al servicio de la Agrupación de Cofradías" si lo decide, aunque dice que "hay mucha gente en la cola por delante de mí".

Quien no sólo no ha esperado en cola sino que incluso ha logrado ser por segunda vez pregonero de la Semana Santa es Pedro Serra, un empresario periodístico mallorquín que se jactara, hace unos años, de haber ejercido en su juventud de “probador de casas de señoras”. Por lo que se ve, en estas islas las influencias tienen su peso en oro.

No soy quien para criticar unas costumbres que conforman la idiosincrasia de nuestro pueblo, aunque puedo estar de acuerdo o en desacuerdo con estas costumbres. Y, en este caso, me limito a compararlas con las descritas hace ya dos siglos por otro español. Se trata del escritor José María Blanco White quien, en “Cartas de España, Sevilla”, recuerda la Semana Santa y hace una fuerte crítica sobre la religiosidad y la estructura social española:

“La procesión de madrugada resulta más impresionante por lo tranquilo de la hora y por el traje que llevan los devotos de la sagrada imagen. Todos los miembros de la cofradía visten túnicas negras, con un ancho cinturón... práctica penitencial muy usada en los tiempos antiguos. La cara se viste con un largo velo o antifaz... Los nominales penitentes avanzan en dos filas con paso medido y silencioso, arrastrando una cola de seis pies de largo y sosteniendo un algo cirio de unas doce libras de peso. El antifaz impediría totalmente la vista, si no fuera por dos pequeños agujeros, a través de los cuales se ven brillar los ojos. En un país en el que el Gobierno no tolera las fiestas de máscaras, el placer de salir disfrazado a la calle es un gran incentivo para que nuestros jóvenes se inscriban en esta asociación religiosa... Los supuestos penitentes se sienten recompensados de la fatiga y cansancio de la noche con la viva impresión que esperan hacer en los vencidos corazones de sus novias que, por medio de señales convenidas de antemano, son capaces de reconocerlos a pesar de los antifaces y la uniformidad de los vestidos”.

Blanco White recuerda la prohibición del Gobierno, en 1777, de “la repugnante exhibición de gente bañada en su propia sangre”... “La religión –termina diciendo– nada tenía que ver con estas voluntarias flagelaciones. Pero estaba muy extendida la idea de que este acto de penitencia tenía un excelente efecto sobre la constitución física. Y, mientras que por un lado la vanidad se sentía halagada por el aplauso con que el público premiaba la flagelación más sangrienta, una pasión todavía más fuerte buscaba impresionar irresistiblemente a las robustas beldades de las clases humildes”

Juzgue el propio lector y vea cómo hay tradiciones que en dos siglos apenas cambian.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me cago en Dios y me cago en la hostia santa. Tan tradicional es apoyar esa mierda como cagarte en ella. Yo me cago en ella. Una vieja tradición: cagarse en la Semana Santa. Me cago en la Santísima Semana Santa. Viva la tradición española: me cago en la putísima Semana Santa. Os lo escupe El Cagadios. Y no lo olvideis: El Cagadios me llaman/ porque El Cagadios soy/ pero mas cagadioses son/ los que a mi me están mirando. Que os den.

Anónimo dijo...

Aunque puedo estar de acuerdo con tu idea, no comparto tu forma de desarrollarla, que puede, en sus términos y descalificaciones, resultar ofensiva para el que vaya dirigida.
Es fácil cagarse anónimamente en tantas cosas y en más. Lo difícil es dar la cara y mantenerlas con el nombre y los apellidos.
Santiago Miró