Barenboim dirigió, en Viena, uno de los mejores conciertos del año.
Barenboim, reconocido activista por la paz
entre israelíes y palestinos, ya dirigió el concierto en 2009.
Baremboim saludó, al final, uno tras otro, a todos
los músicos de la orquesta.
El 19 de enero del 2012, el
músico Daniel
Barenboim aterrizaba en Madrid para ofrecer varios conciertos y varias entrevistas en
España. Para él, a sus 69 años, el sonido era física y la música, expresión del
alma. Ambos convivían una unidad indisoluble. El músico argentino, la única
persona en el mundo que disponía de nacionalidad israelí y palestina (además de
la española y argentina), detalló la historia de cómo una tarde terminó tocando
un fragmento de Tristán e Isolda en Israel. Pero no fue por su empeño,
como señaló el periodista que lo entrevistaba. Se lo pidieron en varias
ocasiones. Hasta que se hartó y, al término del último concierto que debía
ofrecer con la
Staatskapelle , tras un debate de 45 minutos con el público
(más de 3.000 personas) Barenboim invitó a abandonar la sala a los que no
fueran a sentirse bien con la interpretación. “Al final solo se marcharon 100,
–dijo–. Pero, claro, como buenos militantes, montaron el escándalo en la
puerta. La fibra moral del pueblo judío en Israel está hoy podrida… Hay que
darse cuenta –recordó– que no hay una solución militar o política al conflicto.
Hay que vivir juntos”. Entre tantas nacionalidades, ¿cuál es la identidad de
Daniel Barenboim? le preguntaron. “Mire, es sencillo: para el fútbol, argentina,
sin duda; gastronómica, italo-hindú; la musical, europea. Aunque con algunos
toques americanos en los compositores contemporáneos… ah, y para las mujeres,
¡todas!… La música no forma parte de la educación normal –argumentó–, ellos
dicen que la música y la cultura cuesta demasiado porque no hay suficiente
gente interesada, pero son los políticos los que la convierten en elitista”.
Sus palabras recobraron cierto sentido ayer en la
ciudad de Viena, en el Concierto de Año Nuevo ofrecido por la legendaria
Orquesta Filarmónica, en la sala dorada de la Musikverein de la
capital austriaca. Retransmitido por radio y televisión a medio mundo –92
países, con una teleaudiencia estimada entre 40 y 50 millones de personas, algo
único para un espectáculo de música clásica–, fue, gracias a la dirección de
Barenboim, uno de los mejores Conciertos de Año Nuevo de los últimos años.
Javier Pérez Senz escribió para El País
que “Barenboim, cuyo activismo, en el terreno de la paz y en la búsqueda de
puentes para superar el conflicto palestino-israelí, cobra especial relieve en
un año en que la guerra va a ser motivo de reflexión en todo el mundo, se ha
superado con creces con respecto a su anterior comparencia en este evento –dirigió
por primera vez el Concierto de Año Nuevo de 2009– y ha cuajado una actuación
de extraordinaria calidad, elegancia y buen humor”. El
concierto de Año Nuevo 2014, centenario del comienzo de la I Guerra Mundial, se
desarrolló bajo el signo de la paz, por lo que ejecutó el “Vals de los laureles
de la paz” de Joseph Strauss. Cabe recordar que la Filarmónica recuerda
sus horas más sombrías en el primer concierto de Año Nuevo de 1939, unos meses
después de la anexión de Austria a la Alemania nazi (Anschluss).
La elección de la diseñadora
británica Vivienne Westwood para el vestuario de los solistas del Ballet de la
Ópera de Viena y las localizaciones en escenarios tan bellos como el recién
restaurado palacio de Liechtentstein y el monasterio Klosterneuburg, que cumple
900 años, animaron la impecable transmisión televisiva de la ORF. Entre los momentos memorables,
la introducción del baile en directo en la sala, por séptima vez, durante la
interpretación del Danubio azul, surgió por iniciativa de
la bailarina española Lucía Lacarra.
Finalmente, mientras el público disfrutaba de
la marcha la Marcha
Radetzky , de Johann Strauss padre, cerrando oficialmente el
concierto, los espectadores acompañaron batiendo palmas. Fue entonces cuando pudimos
presenciar cómo y, por primera vez, Barenboim tomaba la iniciativa de saludar
uno a uno a todos los músicos de la Filarmónica de Viena. En
la década de los ochenta, la formación vienesa, cuyos músicos pertenecen a la
plantilla de la orquesta de la Ópera de Viena, decidió invitar cada año a personalidades
como Lorin Maazel, Herbert von Karajan, Carlos Kleiber, Claudio Abbado, Georges
Prêtre, Mariss Jansons, Seiji Ozawa, Nikolaus Harnoncourt, Franz Welser-Most,
Barenboim o Zubin Mehta, que tendrá a su cargo la próxima edición del
concierto. Este último, de origen indio, es
el Director Musical Vitalicio de la Orquesta Filarmónica
de Israel.
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