La envenenada herencia del Espírito Santo. (I)
“En aquellos
años de los 50 y 70, la Familia
Real española en Estéril y Cascais –reconoce Miguel Alba en
su artículo ‘El ocaso del clan Espirito Santo, los amigos banqueros del rey
Juan Carlos’, publicado en Vozpópuli– cimentó la amistad con una familia de
empresarios y banqueros portugueses que se hicieron con el BES (Banco del Espirito
Santo)…En el año 2000, ocho después de la creación de BES España, los Espirito
Santo llegaron al mundo de la vela nacional de la mano de Juan Caros, ya rey. El
logotipo del BES dominó su categoría, la caduca clase 500, durante varias
temporadas. El armador de aquel equipo era otro íntimo del rey, el duque de Airón,
Gonzalo Fernández de Córdoba, con quien el monarca fue olímpico en Munich’72 en
la clase Dragón. El sistema financiero se peleó deportivamente en las Regatas del
Rey celebradas en Palma de Mallorca en aquellos veranos de los ochenta y
noventa. Allí estaba el “CAM”, patroneado por el entonces Felipe, el “Caixagalicia”
y el mudo logotipo de La Caixa
en blanco inmaculado del “Bribón”, del Rey Juan Carlos.
Pero fue en tierra, en donde el holding de los
Espirito Santo dominó la vida empresarial portuguesa y de sus antiguas colonias,
a través de su matriz Espirito Santo Internacional (ESI). Una atalaya de éxito que se ha
convertido en un débil castillo de naipes que amenaza con llevar al ocaso a la
familia de banqueros amigos del rey, Juan Carlos. La semana pasada comenzó diluyendo a la familia de su banco en un 5%,
hasta rebajar su participación a un 20%. Sin embargo, la madeja de la reestructuración
de una deuda cercana a los 7.000 millones apenas se deshilachó. Y amenazó con
enredarse aún más. El gobernador, Carlos Costa, combinó sus mensajes de confianza hacia el
BES con otros que adelantaban su posible futuro: la ayuda del Estado en la recapitalización. De hecho, Costa
anunció este viernes en el Congreso portugués que el Estado luso contaba con
una línea pública de 6.400 millones a disposición del BES. Sin embargo, el
regulador estaba promoviendo una solución privada para el Banco Espirito Santo.
Las tres mayores empresas del holding, entre ellas Espirito Santo Financial
Group, dueña de la participación del banco, solicitó el concurso de acreedores.
No sólo perdió la presidencia del Banco Espirito Santo, después de 144 años,
sino que la familia se enfrentó a desaparecer
del accionariado del BES, reduciéndose hasta el 20%. El clan familiar pretendió
reestructurar la deuda del Grupo Espirito Santo, con sede en Luxemburgo, y que
superaba los 7.000 millones, mediante la petición de un concurso de acreedores.
El BES se enfrentó a un agujero por los préstamos
concedidos a su filial en Angola, ya que la garantía del gobierno de este país
africano sólo cubría el 70% de la cartera de créditos. Y la entidad decidió
adelantar el nombramiento de un nuevo equipo de gestión liderado por el
economista Vítor
Bento, quien ya ocupaba el cargo de presidente, en sustitución
de Ricardo
Salgado, máximo
responsable de la entidad durante los últimos 22 años. Esta estrategia, sin
embargo, no consiguió una mejoría de su cotización en Bolsa, ya que terminó la
sesión del lunes con un descenso del 8 % respecto al cierre del viernes. Y, en Portugal,
algunos medios como Jornal do Negocios, informaron de un posible agujero del BES
cercano a 3.000 millones por los préstamos concedidos a BES Angola.
Los problemas no eran del Banco Espirito Santo
sino del millonario quebranto del holding familiar. Sin embargo, tanto la
entidad como los clientes sufrieron las consecuencias de la millonaria
exposición. El banco contó con un colchón de capital 2.100 millones para
soportar su exposición de 1.182. Los clientes minoritarios estaban protegidos
por una garantía de 700 millones. A mediados de mes, ya se preveía que la
familia Espíritu Santo perdería el cetro de su entidad bancaria. En la disputa
familiar tuvo que mediar el propio Banco de Portugal. El asalto de José María Ricciardi
al sillón de su primo, Ricardo Salgado,
presidente del Banco Espirito Santo (BES), tuvo un final inesperado: la
llegada del economista Vítor Bento, un 'extraño' que tenía licencia para cambiarlo
todo. Su primera misión fue digerir la envenenada herencia para el BES y sus
clientes. Casi 3.400 millones de exposición en el agujero que presentaba el conglomerado
de empresas familiares. El
BES perdió casi en un mes la mitad de su valor. El montante de la deuda del
grupo con sus acreedores podía ascender a los 7.000 millones. Un cúmulo de
malos indicios sacudió al banco en
Bolsa. Portugal salió en defensa del banco, uno de los símbolos del país que
patrocinaba al gran símbolo de la calle, Cristiano Ronaldo. El
primer mensaje fue del regulador: “BES cuenta con un capital suficiente para
hacer frente a cualquier impacto negativo derivado de su exposición al grupo”.
Más tarde Pedro
Passos Coelho, primer ministro portugués, buscó los micrófonos
para repetir argumentario y pedir calma “Los depositantes pueden
tener toda la confianza –aseguró el primer político– porque sus ahorros están
asegurados (hasta 100.000 euros por el fondo de garantía luso)”.
Pero la deuda del grupo familiar con sus acreedores ascendía unos 7.000
millones.
Mañana (y II)
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