Dos balanzas para pesar agravios.
David Torres se lamenta, en
“Carmena entra al trapo”, de lo lamentable de la izquierda de este país. “Lo lamentable de esta historia –escribe en Diario
Público– es el modo en que la izquierda mediática ha reaccionado saltando a la
comba que marcaba Aguirre y no ha tardado ni 24 horas en sacar tarjeta roja,
cediendo el terreno, la camiseta y el partido. Esta izquierda de chiste ni
siquiera se ha enterado todavía de qué va el juego, cuando poco antes de las
elecciones, Aguirre insinuaba que su gran rival, Manuela Carmena, era
simpatizante etarra, es decir, una asesina y amiga de asesinos. La conclusión,
bien triste, es que a la izquierda de este país le falta cintura política, le
falta aguante, le faltan tablas y, sobre todas las cosas, le falta sentido del
humor. Es decir, distancia, ironía, crítica. Desde que Podemos ha saltado a la
arena, sus seguidores piden santos en lugar de políticos, personas sin mácula y
sin tacha que puedan mirar desde lo alto del pedestal al enemigo y decirle: ‘No
soy como vosotros’.
“No conozco a Guillermo Zapata
–precisa Torres–, no sé cómo será en la intimidad pero me da la impresión de
que, si los cerdos truferos de la caverna han encontrado tan sólo cuatro
chistes pésimos después de hozar y hozar en su pasado, hay muchas cosas
que no es y muchas también que no ha hecho. Puede haberse mofado del
Holocausto, pero no es un neonazi de última generación, como tantos diputados y
seguidores de ese partido que ni siquiera ha tenido el cuajo, a estas alturas,
de condenar el franquismo, una de las más nocivas y criminales dictaduras
europeas. Puede haberla cagado con varios chistes infames sobre niñas muertas,
pero no ha robado, ni participado en tramas criminales en Andalucía o en
Valencia, ni tiene cuentas en Suiza, ni ha desguazado plantas oncológicas, ni
ha cogido sobres de dinero negro, ni le ha mandado mensajes de ánimo por móvil
a un notorio delincuente el mismo día en que lo enchironaban. Para mí la frase
de humor negro más repugnante de los últimos años la pronunció Mariano Rajoy a
propósito de las cuchillas en la valla de Melilla y dice literalmente: “No sé
si pueden producir efectos sobre las personas”. Es una asquerosidad que
sólo le cabe en la boca a un psicópata o a un tonto de la baba, no a un
presidente del gobierno. Nadie pidió su dimisión, sin embargo. Tal vez porque
la diferencia es que, cuando la izquierda dice un chiste, nos lo tomamos en
serio, mientras que cuando la derecha dice o hace una burrada, nos lo tomamos
en broma. Quizá por eso, salvo escasas y muy honrosas excepciones, aquí la
lucha contra el franquismo se redujo a contar chistes del Caudillo”.
Pero,
visto el revuelo mediático que han provocado unos tuits del ex concejal
Guillermo Zapata cuando éste era un ciudadano anónimo en los que citó chistes
crueles dentro de un debate sobre los límites del humor, no pueden dejarse
impunes todas las expresiones injuriosas, racistas o que incitan al odio de
cargos políticos del PP tales como las de Esperanza Aguirre, Pablo Casado,
Manuel Jesús Gonzalez Capón, alcalde de Baralla, León de la Riva, el concejal
Pedro Vega, Rafael Hernando, portavoz del Grupo Popular en el Congreso, la
diputada Andrea Fabra, el presidente de nuevas generaciones del PP en Huesca
José Luis Ferrando o el concejal del PP en Paredes de Nava Jonathan Cabeza
Infante quien pidió en público un tiro en la nuca para el secretario general
del partido Podemos.
A menos que se utilicen dos balanzas, diferentes para cada grupo: una para
pesar las expresiones de Podemos y otra para las del PP.
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