Las misiones pedagógicas de la República en la España rural.
Escuelas viajeras o misiones pedagógicas
Sesión musical, en Navarrevisca (Ávila)
Misiones pedagógicas. Cine al aire libre en Las Alpujarras.
Las Marchas Pedagógicas o
Escuelas Viajeras nacen con la llegada de la IIª República, en 1931 en un
momento “nefasto” para España desde el punto de vista educativo, con unos “elevadísimos”
índices de analfabetismo. En el caso de Extremadura, más del 50 por ciento de
la población no sabía ni leer ni escribir, a lo que se suma un atraso enorme
desde el punto de vista económico, por tratarse de una región periférica y
eminentemente rural. Los organizadores de tales marchas luchaban contra el
abandono escolar temprano y supieran introducir el concepto de la coeducación,
destacando la construcción de 25.000 escuelas a nivel estatal y consiguiendo la
“dignificación” de la figura de los maestros.
Coincidiendo con un
momento “nefasto” desde el punto de vista educativo, con unos “elevadísimos”
índices de analfabetismo, surgieron los campamentos para muchos de los niños
del mundo rural que, por primera vez, salen de excursión fuera de sus pueblos.
Las misiones se abrieron al cine, al teatro, a la música y a los libros, que
llegaron a los pueblos. La nueva y enriquecedora experiencia, bajo el convencimiento
de que la cultura otorga libertad, rompieron con los cánones de la cultura
encorsetada y raquítica de la derecha. Sobre todo, en regiones periféricas, con
más del 50 por ciento de la población que no sabía ni leer ni escribir.
Desde el centro de
interpretación de Navas del Madroño una villa y municipio español, en la
provincia de Cáceres, cuando las bibliotecas llegaron, fueron los niños quienes
animaron a leer a los adultos. “El resultado fue, según Jesús Conde, quien publica
un reportaje sobre dichas misiones en Eldiriario.es, que todos acabaron con un
libro entre las manos. Las memorias del patronato de las Escuelas Viajeras
reflejan que, entre los niños, los autores preferidos eran Grimm, Andersen,
Hoffmann o Perrault. Los adultos se inclinaban más por Pérez de Ayala,
Cervantes y el 'Platero y yo' de Juan Ramón Jiménez. Supusieron una revolución en todos los
sentidos. Lucharon contra el abandono escolar temprano e introdujeron el
concepto de la coeducación. Destaca la construcción de más de 25.000 escuelas a
nivel estatal y la 'dignificación' de la figura de los maestros”.
Las Misiones Pedagógicas
o Escuelas Viajeras se extendieron a lo largo de todo el país con la llegada de
la II República. Nacieron con el afán de ilustrar a las clases más alejadas de
las grandes ciudades y los núcleos de la cultura. Escritores y maestros,
periodistas, médicos o abogados, fueron algunos de los voluntarios que se
enrolaron en el proyecto. Entre ellos María Moliner, Federico García Lorca,
Antonio Machado, Maruja Mallo o Elena Felipe. “Las misiones no defraudaron.
Traían bajo el brazo modelos educativos innovadores, rupturistas. Dirigían su
mirada hacia personas que habían sido despojadas de todo acceso a las artes, y
les abría una ventana de posibilidades. Allá donde iban, se repetían las
proyecciones musicales. Las gramolas resonaban en lugares inhóspitos. El cine
cogía movimiento por primera vez en las abruptas calles. Los lugareños
contemplaban con admiración un invento desconocido. Cuentan que incluso algunos
salían corriendo, atónitos ante los efectos de imagen y sonido. El teatro,
entendido como una herramienta de transformación, estremecía las almas de un
público entregado. Además, pusieron a disposición de los pueblos cientos de
colecciones de libros”. El historiador Fernando Ayala explica que el proyecto de
las Escuelas Viajeras estaba estrechamente vinculado con teorías educativas
progresistas del momento. Tenían su antecedente en la Institución Libre de
Enseñanza que impulsó Giner de los Ríos y en los movimientos de renovación
pedagógica. Su presidente fue Manuel Bartolomé Cossío, discípulo de Giner de
los Ríos y responsable del Museo Pedagógico Nacional.
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