El eterno retorno.
La historia es una eterna
repetición. El “eterno retorno” de Wikipedia es como en una visión circular del
tiempo, en el que los acontecimientos siguen reglas de causalidad. “Hay un
principio del tiempo y un fin que vuelve a generar a su vez un principio. Sin
embargo, a diferencia de la visión cíclica del tiempo, no se trata de ciclos ni
de nuevas combinaciones en otras posibilidades, sino de los mismos
acontecimientos, repetidos en el mismo orden, tal cual ocurrieron, sin ninguna
posibilidad de variación. De esta forma, se asume que todo lo ocurrido y lo que
ocurre en el universo, ocurrió ya y será así hasta el fin de los tiempos”. En la
literatura se encuentran ejemplos notables de esta idea, como en Madame Bovary
del escritor francés Gustave Flaubert o, en “Cien años de soledad” del
colombiano Gabriel García Márquez. Jorge
Luis Borges usó la idea del eterno retorno como tema para algunos de sus
cuentos. Asimismo, le dedicó dos noticias asombrosas, en las que exploró los
precedentes (y algunas variaciones) de esa visión (‘La doctrina de los ciclos’
y ‘El tiempo circular’, en Historia de la eternidad).
Hay teorías que sostienen que el tiempo ha existido por siempre.
En su libro “Siddhartha”, Hermann Hesse hace
uso de este concepto cuando su protagonista, quien lleva el mismo nombre de la
obra, mira cómo la historia de desobediencia y sufrimiento que vivieron él y su
padre respectivamente se repite entre él y su hijo. De forma parecida, Manuel
Vilas explica, en su novela “Ordesa”, cómo se repite entre sus hijos y él la
escasa atención y el desafecto que tuvo con sus padres antes de que estos
fallecieran, y muestra su convicción en que también está llamado a repetirse en
sus hijos el amor y arrepentimiento que posteriormente él experimenta. La idea
del eterno retorno también forma parte central de la obra del escritor checo
Milan Kundera, “La insoportable levedad del ser”, en donde relaciona el
concepto de gravedad o pesadez con el eterno retorno (tal como lo hiciera
Nietzsche), lo cual se encuentra, según el autor, en oposición a la levedad,
caracterizada por una condición de frivolidad propia de la posmodernidad. Los
personajes desarrollan sus historias y su interacción social en medio de la
dicotomía de la pesadez y la levedad. En “La historia interminable”, de Michael
Ende (capítulo XII), cuando la Emperatriz Niña le ordena al Viejo de “La
Montaña Errante” que le cuente la historia interminable, el Viejo le advierte
que, en ese caso, tendría que escribirla otra vez, y lo que escriba sucederá de
nuevo, dando lugar a un “final sin final”: de ese modo, entrarían al círculo
del Eterno Retorno, del cual es imposible salir. En la novela, la imagen del
símbolo del esplendor −el Áuryn− representa la idea del Eterno Retorno: dos
serpientes entrelazadas que se muerden la cola mutuamente.
Roberto R. Aramayo
firmaba el 19 de abril un artículo en Público en el que versaba sobre los malos
tiempos para envejecer y la escasez de recursos para los mayores de 60. “Antes
de la pandemia de la covid-19 −decía−, cumplir 60 años significaba entrar en la
madurescencia y tener casi media vida por delante. Incluso había que seguir
trabajando bastantes años más. Pues de otro modo se sobrecargaría el sistema de
pensiones, debilitado por una sustantiva merma de cotizaciones del precario
mercado laboral. Sin embargo, de un día para otro, esa edad se torna el umbral de
acceso al mayor grupo de alto riesgo sanitario, según las primeras estadísticas
de mortandad producidas por la pandemia. Los madurescentes devienen sin
solución de continuidad unos ‘vejestorios’, aunque sigan teniendo por delante
muchos años de actividad laboral para poder jubilarse y dejar su puesto
vacante. Por añadidura, la saturación del sistema sanitario plantea dilemas
morales harto complejos. Se impone que los médicos evalúen las ‘expectativas
vitales’ del paciente. Cuentan los antecedentes clínicos, pero también el
factor de la edad y, nos guste o no, tal criterio podría dar pie al paulatino e
inadvertido advenimiento de una indeseada eugenesia. Al tratarse de una
emergencia, las medidas adoptadas deberían ser provisionales. Con todo, pueden
dejar su poso, al modo en que lo hace la calumnia. En una sociedad donde
prolifera la escasez de recursos, los más viejos pueden acabar estorbando.
Recordemos el planteamiento de la película ‘Cuando el destino nos alcance’,
basada en una distópica novela con el significativo título de ¡Hagan sitio,
hagan sitio!, cuya trama tiene lugar en el año ¡2022!”.
Aquiles le da a Néstor el Premio de la Sabiduría Olímpica, Joseph Désiré Court, 1796-1865.
“Si no le comprendo mal
−advertía Roberto R. Aramayo−, a juicio del profesor Enrique Bonete, los
ancianos deberían ceder con alborozo su cuota de cuidados intensivos a
pacientes jóvenes, particularmente si estos tienen descendencia. Para sustentar
este parecer, alega principios éticos que hace coincidir con su particular
óptica cristiana e invoca una solidaria filantropía utilitarista en el seno de
‘la gran familia humana’, la cual se vería dignificada con semejante
planteamiento. Pretende sustentar sus tesis en Kant y Mill. Pero, a mi juicio,
la lectura de Kant arroja un saldo muy diferente. Siempre que reconozcamos un
principio tan fundamental como el de no utilizarnos a nosotros mismos como un
simple medio instrumental para lograr una u otra finalidad, al margen de cual
pueda ser ésta. Y ni siquiera un hipotético Dios estaría habilitado para hacer
algo así, según enfatiza el propio Kant al recalcar su premisa contra la
instrumentalización propia o ajena de las personas. Por lo tanto, nadie podría
considerar su deber el inmolarse en aras de un presunto bien mayor, toda vez
que, al hacerlo, estaría tomándose a sí mismo como un mero medio sin
considerarse al mismo tiempo como un fin. Por otro lado, en Teoría y práctica,
Kant rechaza que un presunto derecho en caso de necesidad justifique arrebatar
a otro naufrago su salvavidas y no se plantea en absoluto que nadie deba ceder
esa tabla de salvación”.
El hundimiento del Titánic. Willy Stöwer, 1912.
“Desde luego, hablamos de
situaciones donde impera una extrema emergencia, como la sufrida en el
hundimiento del Titanic. Un trance en el que –dicho sea de paso– los criterios
para subir al bote salvavidas estaban predeterminados por las tres diferentes
clases del pasaje. La cuestión es que, al creer insumergible la nave, no se
dotó a ese navío transatlántico con suficiente número de botes salvavidas.
Tranzando cierto paralelismo con esa imprevisión dictada por la prepotencia,
cabe preguntarse lo siguiente ante ciertos estragos de la covid-19: ¿Cuál es el
auténtico trasfondo de que no logremos reunir los recursos necesarios para
paliar las emergencias provocadas por la pandemia en sociedades donde tanto
menudea lo superfluo y escasean cosas que resultan de vital importancia? Si
tomamos en cuenta la edad o cualquier otro criterio personal para repartir la
escasez de recursos, el siguiente paso podría ser el de catalogar a la
ciudadanía según determinadas clases o categorías, e ir admitiendo sin darnos
cuenta una eugenesia generalizada, tras descartar a quienes tengan menos
esperanza de vida por una u otra razón… Una cosa es tener que tomar
puntualmente una compleja decisión deontológica en el trance del triaje, u
optar personalmente por la eutanasia, y otra muy distinta otorgarle una
cobertura teórica desde principios morales al indeseable trance de no poder
vernos asistidos por escasear unos determinados recursos, como si esa opción
pudiera devenir un criterio ético con validez universal para todos y bajo
cualesquiera circunstancias asimilables. Cuando en realidad es una máxima de
índole pragmática y totalmente coyuntural. Imaginemos que junto a la edad se
fueran tomando en cuenta otras circunstancias personales. Como las condiciones
físicas naturales o adquiridas, la situación patrimonial, los trastornos
emocionales, albergar unas creencias determinadas o el estar sin trabajo. Pues
todo ello viene a incidir en las expectativas de vida del paciente. Por esa
resbaladiza pendiente podríamos precipitarnos hacia el abismo de las doctrinas
eugenésicas y es peligroso asomarse a ese precipicio sin las debidas cautelas.
A veces las reducciones al absurdo permiten visualizar mejor los problemas. Así
lo hizo Jonathan Swift en su satírica ‘Una modesta proposición’. Exasperado
porque no se adoptaban medidas para frenar el abuso de los terratenientes con
sus arrendamientos durante malas cosechas concatenadas, y con ánimo de sacudir las
conciencias, Swift recurrió a su cáustica ironía. Los empobrecidos campesinos
podían decidir vender a sus hijos, para que se los comieran directamente
quienes hacían morir de hambre a toda su familia. Lo malo es que hubo quien se
lo tomó en serio”.
Afiche retro de garaje de
época. AXpop / Shutterstock.
Eludido el catastrofismo
y abordada la tercera edad en clave positiva, Roberto R. Aramayo tiende a
educar nuestra percepción social del envejecimiento. Según él, no es lo mismo
catalogar algo con la muy apreciada etiqueta de vintage que tildarlo de “trasto
viejo” y verlo por tanto como algo desechable. “Desde la noche de los tiempos,
tribus, ciudades, pueblos y naciones han regido sus destinos, dejándose
asesorar por un consejo de ancianos al entender que su experiencia resultaba
capital para fijar los rumbos de la comunidad. Entre nosotros, esa sensibilidad
parece haber cambiado. Quizá porque la juventud se siente postergada en un
sistema que les impone una feroz y excluyente competitividad mutua, situación
que bien pudiera propiciar tramas como la planteada por Bioy Casares en su ‘Diario
de la guerra del cerdo’, donde los jóvenes dan en atacar a sus mayores,
arruinando el júbilo de su jubilación. Dentro de las prioridades que la
traumática pandemia debería cambiar, está una robusta y bien dotada red
asistencial para el vulnerable colectivo de nuestros ancianos. Hay que costear
sin reparar en gastos cuidadores domésticos en hogares propios o tutelados y
brindar alternativamente acomodos dignos en residencias que merezcan tal
nombre. Este capítulo debería ser unas de las inversiones preferentes para
nuestras arcas públicas. A esta grave amenaza sólo se la puede combatir con una
cooperación global y cosmopolita de sesgo kantiano, que nos permita encontrar
con mayor eficacia vacunas para todos al margen de las patentes, allegar con
urgencia los recursos idóneos a este tipo de crisis y adoptar las medidas
oportunas destinadas a paliar los estragos económicos, políticos y sociales de
la pandemia de la covid-19. Para todo ello hay que poner entre paréntesis esa
despiadada competitividad económica ultraneoliberal que lo trastoca y subvierte
todo. En ese contexto, se debe incentivar el respeto hacia nuestros mayores
como un valor social ineludible. Quienes fueron ‘Los niños de la guerra’
siempre han sabido mostrar una solidaria generosidad con las generaciones
posteriores que ahora les regateamos a ellos por la hegemonía del pensamiento
único”.
Emilio Lledó, en su biblioteca.
Llegado a este punto,
Roberto R. Aramayo llega a una conclusión, encontrando instructivas reflexiones
en “Sobre la senectud de Séneca” para quienes tienen que aprobar las partidas
presupuestarias de cualquier Estado: “¿Acaso las nuevas generaciones no tienen
mucho que aprender de figuras tan imprescindibles como Emilio Lledó? Voces como
la suya resultan más necesarias que nunca en trances donde lo absolutamente
primordial recobra su protagonismo. Según la Iliada, el anciano Néstor era tan
astuto e ingenioso como Ulises, pero su mayor edad le hacía ser por añadidura
más prudente y conciliador. Tomemos nota. Más nos valdría venerar e integrar
socialmente a nuestros mayores, en lugar de apresurarnos a darlos por
amortizados. Sea cual sea nuestro camarote al iniciar el periplo de la vida, en
sus últimas etapas cualquiera merece ocupar una confortable cabina bien
equipada, sin temer verse arrojado por la borda como un lastre. Nuestra mirada
sobre nuestros mayores perfila el modelo de sociedad que anhelamos. A este
respecto, la crisis de la covid-19 ha reflejado una imagen bastante sombría en
el espejo de nuestra moralidad”.
“La danza de la muerte” de Stephen King.
Para Alejando Luque, en Eldiario.es del pasado lunes, “Esto
parece de ciencia ficción”, es quizá una de las frases más repetidas desde que
estalló la crisis de la COVID-19 y se decretó el consiguiente estado de alarma.
“A la memoria de muchos regresaron lecturas adolescentes –y no tan adolescentes– de virus devastadores, sociedades confinadas, oscuras
distopías y remedios sorprendentes. Pero ¿supo de veras vaticinar la literatura
de lo que se nos venía encima? ¿Podemos aprender algo hoy de aquellas
fantasías? El gaditano Rafael Marín confirma que ‘quitando los libros de
temática zombi, que ya son una pandemia literaria en sí misma, la ciencia
ficción ha tratado el tema que nos ocupa en múltiples ocasiones’. Las que nos
pillan más cerca en el tiempo son ‘La danza de la muerte’, de Stephen King, que
hace más de cuarenta años vio cómo una ‘simple gripe’ apodada el Capitán
Trotamundo se cargaba a casi toda la humanidad y nos contaba en mil páginas los
intentos de los supervivientes por reconstruir, de aquella manera, a la
civilización. Lo hacían posicionándose ideológicamente, quizá como nosotros, en
dos bandos, de ahí el título original del libro The stand: ‘El enfrentamiento’.
Los buenos, junto a una anciana negra, la madre Abigail, y los malos, junto a
un Hombre Oscuro, que uno imagina con tupé rubio’, añade el autor de títulos de
referencia como Lágrimas de luz, Unicornios sin cabeza u Ozymandias. Y añade un
título más a la lista: El libro del Día del Juicio Final, de la autora, Connie
Willis. En el futuro cercano, los historiadores viajan en el tiempo para ser
testigos de los hechos, aunque en teoría saben que no pueden alterar la
historia. Un fallo en la programación del sistema envía a la chica protagonista
no antes de la Peste Negra del siglo XIV sino justo en el meollo. La narración
de los efectos de la peste es desoladora. O sea, que esto que estamos viendo no
nos pilla de nuevas... al menos en vivo y en directo. Joaquín Revuelta, un
gaditano como Marín, confirma que Willis es quien ‘nos puede ayudar de verdad…
y también agobiarnos con esa obra maestra. En ella, ‘una joven historiadora,
lanzada al pasado para un estudio académico, se ve atrapada en mitad de la
epidemia de peste negra del siglo XIV, sin posibilidad de poder ayudar a nadie
y estando ella misma vacunada contra la enfermedad’, resume. ‘Es un libro que
nos plantea la lucha entre la mente de una persona del siglo 21 y la
imposibilidad de hacer nada contra un virus invisible y letal, que es lo que
estamos pasando muchos durante este encierro’. El autor de la novela ‘Esperando
la marea’ suma otras lecturas a este apresurado recuento: ‘Muchos libros de
ci-fi trataron el tema de las pandemias, aunque normalmente estas acaban con la
humanidad casi al completo. Todas son honestas y describen bastante bien lo que
ocurriría’, concluye.
Diana P. Morales, una de
las jóvenes voces consolidadas en la ciencia-ficción española, opina que cierto
carácter visionario es inherente a este oficio. “Como escritores de
ciencia-ficción, parte de nuestra tarea es prever qué escenarios se le pueden
presentar al ser humano y la sociedad en un futuro. En mi novela “Voces en la
ribera del mundo” (Premio Guillermo de Baskerville de novela 2019), los
protagonistas se enfrentan al fin de la civilización por el cambio climático y,
precisamente, a una pandemia. Yo misma, ante los acontecimientos actuales, me
he sorprendido por algunas coincidencias: el virus mata sobre todo a la
población mayor de 50 años, por ejemplo, y se plantean muchas encrucijadas,
como ahora, por el choque -evidente aquí y en mi novela, sobre todo en EEUU-
entre la economía de mercado y el bien de la humanidad”. Morales agrega que
“hay más novelas con pandemias. Recuerdo ahora ‘Estación Once’, de Emily st
John Mandel, o ‘Apocalipsis’, de Stephen King: los escritores de
ciencia-ficción sabíamos que era una gran posibilidad, sobre todo con el abuso
de los antibióticos y el probable surgimiento de súper bacterias o con el
derretimiento de los glaciares por el cambio climático, que pueden despertar
virus y bacterias ahora desaparecidos. Eso sí, tanto en esas novelas como en la
mía la letalidad suele ser mucho más alta y el caos que se provoca, mucho
mayor. Quizá por eso ninguno de nosotros había pensado en consecuencias como el
acopio de papel de WC o la locura de hacer pan… La realidad a veces supera a
cualquier ficción”. Lo cierto es que la ciencia-ficción ha demostrado ser, más
allá del entretenimiento, una forma de literatura comprometida con la salud
pública y la conservación del planeta. Covadonga González-Pola, autora de El
bosque de Sleipnir, clasificada como “ficción climática”, explica que “hay una
vertiente de la ciencia ficción ecologista que se conoce con el término
greenpunk, en la que se plantea que el ser humano, por fin, aprendió a vivir en
armonía con su entorno, de una manera no solo respetuosa, sino formando parte
de ella. Todas estas historias tienen en común que la especie humana tuvo que
llevarse una gran bofetada en forma de catástrofe que nos hizo darnos cuenta de
que no podíamos seguir como hasta entonces”.
Foto de La Gran Vía de
Madrid, totalmente vacía, durante el estado de alarma en las pasadas cinco
semanas. Foto de Kiko Huesca
“Este –añade Alejando
Luque, en Eldiario.es– es un tema que ha resurgido en las conversaciones con
autores en las últimas semanas con una nueva perspectiva: ¿Es este el detonante
que nos llevará a la revolución greenpunk que estábamos, por decirlo de alguna
manera, esperando? Evidentemente ninguno de nosotros deseaba lo que está
ocurriendo, pero intentamos plantearnos si a futuro tendrá consecuencias
positivas y si podremos aprender de ello. En el último año han sido varias las
iniciativas literarias en nuestro país que han dejado de mirar a los futuros
oscuros y a las distopías para buscar mundos, aunque realistas, más positivos y
cercanos a lo utópico. La ciencia ficción nos avisa de muchos problemas que
podrían ser desastrosos si se nos van de las manos y está claro que, entre
ellos, están las pandemias. No obstante, creo que también es bueno que los
autores estemos empezando (o volviendo) a escribir para proponer soluciones.
Hace unos meses Francia empezó a contratar escritores de ciencia ficción para
plantearse qué escenarios de naturaleza bélica eran más factibles. Ahora nos
vendría bien hacer una consulta a propuestas en positivo y tal vez aquí
podríamos ser pioneros. Desde luego, vamos a necesitar todas las posibles
propuestas que nos encarrilen hacia un futuro mejor”. “Los momentos de crisis
históricas siempre hacen pensar en qué tipo de sociedad surgirá después”,
explica Pablo Campos, codirector de la editorial especializada Triskel, desde
Sevilla. “Eso lo es lo que hacemos los escritores y editores de ciencia
ficción: imaginarnos de mayores. Para ello, lo habitual es coger elementos de
nuestra sociedad actual y agudizarlos, llevarlos al extremo por el temor a algo
externo, un prejuicio irracional o la conveniencia de un grupo. En estos
últimos años he reflexionado mucho sobre la sociedad cada vez más
individualizada que tenemos, y que ahora se encuentra aislada, con
prohibiciones expresas al contacto y la cercanía. ¿Hará esto que aceleremos una
tendencia irremediable hacia el individualismo radical, de la mano de la
tecnología, o nos servirá para añorar al grupo, a la fuerza del ‘todos unidos’?
Un buen autor de ciencia ficción deja que los lectores tomen sus propias
conclusiones. Así que, bueno, ya veremos qué pasa”, apostilla.
La doctora Lorma Breen.
El Despacho de Abogados
W. & T., haciendo un resumen de lo sucedido con la epidemia en los EEUU,
declararía: “La prominente doctora Lorna Breen, de 49 años, jefa de sala de
emergencia del Hospital Presbiteriano en Inwood, Manhattan, se quitó la vida al
no poder resistir ver tanto sufrimiento y ver morir a gente sin poder
ayudarles; el hospital había colapsado, no había equipos y personal para
atender a los enfermos del COVID-19. Los
pacientes mueren en las puertas del hospital y las ambulancias sin atención”.
“La doctora Breen es una heroína que trajo los más altos ideales de la medicina
a las desafiantes líneas del frente de la sala de emergencias...”, manifestaron
sus compañeros, denotando que era una mujer muy sensible; y que su mayor
desesperación fue cuando se enteró que una mujer había ingresado a urgencias
envenenada por haber bebido lejía, para curarse el coronavirus, maldiciendo a
Trump... Su padre, otro eminente doctor estadounidense, manifestó que su hija
se partía el brazo atendiendo a sus enfermos, llegando a contagiarse por
coronavirus: “Solo estuvo de baja una semana y media y volvió a su puesto de
trabajo”. Y recuerda sus palabras: “Me necesitan, no puedo abandonarlos...”.
Finalmente, declararía: “A mi hija se le veía muy deteriorada y me la llevé a
Virginia, donde decidió quitarse la vida al sentirse inútil...”
Pep Roig lo ha entendido
perfectamente al escribir en “Ultima Hora” el artículo '¡Y tú qué sabes!'. “Me
dijo de repente y por sorpresa mi esposa. Cuando aquella corresponsal de una
cadena española de televisión apareció con la mascarilla puesta, informando del
brote de coronavirus en Italia, yo consideré (como lo hicieron muchos
articulistas) que la chica pecaba de exhibicionismo sensacionalista. Mi mujer,
Leonor, que habría podido ser una muy buena periodista si hubiera querido
aceptar propuestas, me había espetado: ‘Y tú qué sabes’. Aunque el mismo día le
gané, eso pensaba, en instinto periodístico, viendo a Lorenzo Milá informando
de lo mismo en otra cadena sin la ‘innecesaria’ protección, y con articulistas
de varios medios alabando al hermano de Mercedes y se burlándose de la otra. A
continuación, vino la suspensión del congreso tecnológico en Barcelona, que
tantos millones aporta a la ciudad, y, de nuevo, me uní al coro de sabios
comentaristas de prensa, radio y televisión que sentenciaban la exagerada
medida preventiva. Y, de nuevo, el ‘¡Y tú qué sabes!’ de Leonor. Luego, se
acercó el 8 de marzo, con el anuncio de la manifestación feminista y con la
participación de representantes de PSOE, PP, Cs, Podemos y otros partidos,
menos el que celebraba su juerga en una repleta plaza de toros madrileña.
Leonor pensaba que debería haberse suspendido. ‘¡Y tú qué sabes!’ pensé yo,
aunque no me atreví a decirlo en voz alta. En lo de la concentración, los
articulistas de la oposición le daban la razón a mi mujer, pero no criticaban
que no se suspendiera la liga de fútbol ni otras competiciones deportivas que
concentran a miles de personas. Ahora, veo artículos de muchos de los referidos
opinantes que no supieron ver lo que ahora dicen que vieron. ‘¡Y tú qué sabes!’,
les diría yo…”
“Comida basura & política basura”.
Otros fotomontajes,
imágenes y fotos sorprendentes:
Detrás de la GRAN noticia del cierre del Hospital de IFEMA (con su circo político irresponsable de serie) por la reducción de casos, está la noticia del despido en Madrid de 10.000 profesionales Sanitarios que lo han dado todo en la lucha contra la pandemia. Y, en muchos casos, incumpliendo compromisos previos con los trabajadores.
Críticas a Casado por su “indecente” pésame por Michael Robinson: “Si añades 'Vendo Opel Corsa' lo dejas niquelado”. (Tremending)
“Decir que el periódico ABC ha vuelto a liarla con su portada del miércoles es ya una frase vacía: lo hace casi a diario desde que estamos confinados. No sabemos cómo definirla, quizás apocalíptica sea el adjetivo adecuado. Un tuitero, sin embargo, lo ha clavado: más que apocalíptica, la portada de este clásico diario es una película de serie Z. Bieto Rubido, el director del periódico conservador, no se le ha ocurrido que hacer un fotomontaje en el que se ve a Pedro Sánchez de espaldas, a la entrada de una cueva con forma de España y a lo lejos un paisaje con fábricas. El titular: “Pedro Sánchez nos impone su 'nueva normalidad”. ¿Así qué puede salir mal? (Tremending)
Pablo Motos, el
presentador de El Hormiguero se metió con el aspecto físico y la voz de
Fernando Simón, el director del centro de Coordinación de alertas y emergencias
sanitarias, tratando de hacer su “humor”. Sin pelos en la lengua, Motos afirmó:
“¿No os parecen muy largas las respuestas de Fernando Simón? Cómo es ese
hombre, ¡eh! Parece que lleva varios días durmiendo en un coche y cada vez se
le ha ido quedando la voz más aguda. Ahora tiene una voz que, cuando habla, se
giran los delfines”. Unas palabras que no han sentado nada bien en las redes
sociales y que han provocado una oleada por las “faltas de respeto” del
presentador.
La lágrima negra de Ayuso.
Pablo Iglesias da un monumental repaso a Vox en la sesión de control: “Ustedes ni siquiera son fascistas, son simplemente parásitos”.
Vídeo conferencia de los Reyes con Pau Gasol, Rafa Nadal, Antonio Banderas o Isabel Coixet para analizar el impacto de la pandemia de Covid-19 en la imagen de España y sumar esfuerzos para recuperar la confianza.
Vídeo conferencia de los Reyes con Nadal, Gasol, Alonso…
Donald Trump, hablando con Ángela Merkel.
Hay personas que son como los garabatos de los niños.
No son perfectas, pero te sabe emocionar más que un cuadro de autor.
Sasa Gyoker. Canción del viento.
Cristina García Rodero. “La tarde”, Campillo de
Arenas.
Gibert Garcin. 'Se rendre utile' (Convertirse en útil) 21 de junio de
1929.
Buenos días, tropa.
El humor en la prensa de esta semana: El Roto,
Peridis, Ortifus, Vergara. Manel F., Eneko. J. R. Mora, Pat, Ares, Enrique,
Atxe. Javirroyo…
El niño que el domingo no quiso salir ni a la calle, ni al parque, ni al río.
El plan de desescalada del PP (diagrama sinóptico), en la viñeta de Bernardo Vergara.
Poco a poco.
Ayuso hinchable.
De ses ca la da.
La nueva normalidad.
Hasta siempre maestro Michael Robinson
El nivel de Ayuso.
Virus del santo Confinamiento.
Pep Roig, desde Mallorca: Día de los bastones largos…. y las zapatilla,
Cada uno con su bola, Si no sabes,
insulta, Todas a una, Zafarrancho de combate, Depresión por confinamiento… La
presidenta regional, Isabel Díaz Ayuso, en Ifema, puso en riesgo a miles de
sanitarios al no cumplir las medidas de distanciamiento.
Los vídeos de esta semana:
La Verdad del ETERNO RETORNO - Explicación e Historia
Director de residencias: “Según nuestros proveedores
el Gobierno les ha prohibido vendernos EPIs"
Cuando el destino nos alcance - Película de culto por
Mario Giacomelli
¿Cómo pueden las
orquestas interpretar una pieza en este tiempo? Los instrumentos de viento,
como el fagot y la trompeta, pueden expandir todo tipo de patógenos, a la hora
de tocar. Lo complicado, aún más que escuchar, será interpretar. Hasta ahora se
ha realizado un intento en Gotemburgo, con un metro de distancia entre los
músicos, o en Praga con mascarillas.
Fecha del estreno, el 15 de abril del 2020.
Collegium 1704 - Beatus vir (Claudio Monteverdi)
Polònia - Polònia - 30/04/2020
Esta semana, Polònia
continúa valorando cómo evoluciona la pandemia y sus consecuencias para la
población. Por ejemplo, el confinamiento provocó la reaparición de algunas
especies salvajes entre nosotros que se analizan en Confinational Geographic.
A dos metros de distancia Máscaras Expresivas
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