miércoles, 5 de abril de 2023

Fricciones y deficiencias de la Semana Santa.

 

Faltan costaleros parala  Semana Santa.

Muchas hermandades y cofradías reconocen que no tienen personas suficientes para cargar sus pasos en las procesiones. “No hay un relevo generacional desde hace años y el parón de la pandemia se ha notado”, lamenta Eduardo Suárez, secretario de la Junta de Hermandades de la Semana Santa de Teruel. Alguna hermandad ha tenido que buscar soluciones como aligerar los pasos para que puedan ser llevados por menos personas, 20 en vez de 30. Otros prefirieron volver a ponerles ruedas.

En Jerez, la Hermandad de las Cinco Llagas ya tuvo problemas el año pasado, cuando hubo de recogerse prematuramente porque el paso de la virgen se quedó sin costaleros suficientes. Así que, este año se han anticipado, y han decidido contratarlos, según cuentan uno de sus fieles, Ernesto Romero.  “La solución que hemos planteado es volver a contar con una cuadrilla de costaleros asalariados. Va a contar con 48 hombres. Algunos son de Jerez, otros son hermanos de la cofradía y otros vienen de fuera”, explicó Romero a 'TVE'. “Llevar un paso, no es fácil. Ese es otro inconveniente a la hora de buscar candidatos. La imagen puede llegar a pesar más de 1.000 kilos”.

La edad mínima es 16 años con permiso de los padres.  Y, en algunas cofradías, la edad máxima es hasta los 60 años. Otra condición indispensable es la altura mínima: tener entre 1'41 centímetros y hasta los 1'63 desde el hombro hasta los pies. Por último, es necesario pertenecer a la hermandad, pero este año, igual que el anterior, muchas contarán con personas que no lo son (bien sea contratadas o voluntarias). Crecen, además, las quejas por la ocupación de la vía pública por parte de los bares y el cierre de calles que limita el tránsito de personas. Las fricciones en torno a esta celebración se remontan a 2019, periodo prepandémico en el que se fraguó un cambio de recorrido que levantó serios recelos, pero que, el año pasado, acumuló numerosas críticas con una presunta ‘bunkerización’ con gradas y cierres de calle que impedían el paso de los ciudadanos. Y se censuró lo que muchos consideraron un enclaustramiento deliberado de los pasos para favorecer la venta de abonos.

Joaquín Urías, en “La Semana Santa en Sevilla no es tan santa”, dice en ctxt: “Las cofradías de las zonas ricas del centro de la ciudad surgieron de la contención y falsa humildad. Visten colas largas de tejidos baratos ceñidas con cinturones de áspero esparto. Van en un orden estricto y silencioso y emocionan por esa presencia sólida de la espiritualidad que se impone al bullicio y el jolgorio al pasar. En cambio, las de los arrabales populares llevan terciopelos y capas, reparten caramelos y se toman la salida como una fiesta. Tradicionalmente se levantaban el antifaz a la mínima y aprovechaban cualquier bar para descansar un momento de tanta penitencia. Esa forma relajada de tomarse las procesiones esconde una devoción a menudo mucho más profunda por sus imágenes que se expresaba con las maneras de un barrio humilde y popular. Porque la cofradía sin el barrio no es nada especial. Y viceversa. El barrio es la unidad mínima de identidad social y, como tal, la expresión íntima de lo que somos cada uno de nosotros. En Sevilla esa identidad se plasma de manera emocional en el paseo por sus calles, una vez al año, de unas imágenes religiosas. Es un fenómeno que apela a lo que somos más que a lo que creemos. Y, por tanto, en su espiritualidad, desborda las miras estrechas de cualquier religión y, especialmente, los mandatos estrictos de la iglesia católica”.

Curiosamente, con la llegada de la República, la derecha de la Semana Santa de Sevilla de 1933 decidió boicotear la salida de procesiones, usando como pretexto el miedo a los rojos y usándolo como reclamo electoral. Los rojos, mientras, hicieron todo lo posible para que las cofradías salieran (aunque sin subvenciones ni crucifijos en la escuela).

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