jueves, 27 de abril de 2023

Otro Día del Libro

 

Escaparate de la librería madrileña Pérgamo el pasado 5 de enero, el día que cerró para siempre. Europa Press

Víctor Lenore escribe en Vozpópuli el siguiente comentario:

“¿Es el Día del Libro una fiesta luminosa con un lado oscuro o directamente forma parte del problema? El año pasado, muchos autores y editoriales que firmaban en las casetas de la Feria del Libro de Madrid no podían permitirse los precios de ningún alojamiento próximo a El Retiro, tal y como explicó la escritora y periodista Txani Rodríguez en su artículo ‘Voz de pobre’. Allí contaba que había telefoneado a un hotel de la capital, que se había negado a comunicarle el precio de la habitación por su manera de expresarse (quizá por hablar en castellano, desvelando su condición de no-turista, quizá por carecer de la seguridad que exudan los ricos, olían que no alcanzaba el presupuesto adecuado).

“Pocos días antes de este Sant Jordi, Patricio Pron, escritor argentino residente en Madrid, publicaba una página en El País donde denunciaba que ya no se venden realmente libros, sino que más bien el lector más bien se adhiere a celebridades, sean estas culturales o no. La industria editorial actual ‘ya no vende textos literarios, sino historias personales de superación’, explica. Muchos autores ‘participan activamente de esta estrategia y exhiben a sus hijos en las redes sociales, se fotografían practicando su deporte favorito, nos informan del estado de salud de sus familiares directos y del suyo propio, ensayan una postura sexy, cuentan qué han comido hoy o nos dan su opinión sobre la última teleserie como si todo ello fuera parte de su proyecto de escritura, toda su obra: penosamente, en muchos casos, lo es’, señala.

“El comentario que más he repetido en actos culturales este año es esta reflexión que hizo una vez Valerio Rocco, director del Círculo de Bellas Artes: ‘Ya nadie presume de ser culto, no existe esa aspiración que antes estaba muy presente en las élites sociales. Hoy todos buscamos lo mismo: ser jóvenes, ricos y salir guapos en Instagram’. Hemos vivido un proceso de homogeneización consumista donde los libros son algo prescindible, incómodo, anacrónico. No tienen valor ni en las tiendas de segunda mano para bibliófilos, donde un becario de veinte años te compra los volúmenes ‘al peso’ y no por su contenido. Ray Bradbury imaginó en Fahrenheit 451 un poder que temía a los libros hasta el punto de ordenar quemarlos, pero -como se ha dicho tantas veces- lo peligroso no es tanto eso como una sociedad donde los libros están ampliamente disponibles, pero ya nadie desee leerlos. Cada día estamos más cerca”. 

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