Ave, Donald, morituri te salutant.
Cuenta David Torres en
Diario Público que, por lo que parece, el segundo mandato de Donald Trump
empieza mucho más fuerte que el primero. “Un período caracterizado por un
repliegue de fronteras en el que el multimillonario del castor craneal se
dedicó a joder a su propio país en lugar de joder a los de fuera, como es
habitual en la política exterior estadounidense. Este principio de combustión interna
lo llevó al punto de promocionar un golpe de Estado en las postrimerías de sus
vacaciones en la Casa Blanca, indignado porque las votaciones presidenciales no
salieron como a él le daba la gana. Jaleada por Trump y sus mariachis, una
turba de fachas y paletos -algunos de ellos disfrazados de bisonte, para no
dejar dudas del nivel intelectual- tomó el Capitolio por la fuerza y, durante
cuatro años, la justicia estadounidense no tuvo medio, tiempo o ganas de
castigar al responsable…
“Teniendo en cuenta que
Trump todavía no ha tomado posesión del cargo, es posible que sus declaraciones
de anexionarse Groenlandia, Canadá y el canal de Panamá no sean más que un
órdago a la chica, una manera de acojonar al personal y luego recular un poco,
refunfuñando que bueno, que se conforma únicamente con Vancouver, Toronto,
Terranova, media docena de glaciares y el canal. Claro que también es posible
que estas declaraciones sean el preludio de la Tercera Guerra Mundial o de la
Cuarta o la Quinta, que tal y como anda la geopolítica es difícil echar
cuentas. Al fin y al cabo, el lema de Trump es hacer América grande otra vez, y
vete a saber las dimensiones que adquiere el adjetivo en la cabeza de un
tiparraco que se peina con ventilador…
“Entre los Kennedy, los
Bush y los Clinton hay sitio de sobra para otra dinastía más de pijos
descerebrados y, de momento, Trump ha enviado a su hijo a Groenlandia
aprovechando que llevaba algo de calderilla en el bolsillo. No cabe duda de que
el mundo desde la Segunda Guerra Mundial se rige bajo el yugo de las barras y
estrellas y que, desde la descomposición de la URSS, no hay un verdadero
enemigo que le haga frente, excepto China que, como siempre, no se sabe si
juega a los chinos o al mus.
(…) “Decía Dalí con
ironía abisal: “la única diferencia entre un loco y yo es que yo no estoy
loco”. En el caso de Trump el diagnóstico se complica ante la posibilidad de
una demencia senil, ya que, como se pregunta Lawrence O´Donnell: “Si Trump está
demente, ¿cómo lo sabremos?” A estas alturas resulta bastante complicado
calcular su edad mental, que lo mismo puede ser de 4 años que de 284. Su último
berrinche infantil es que quiere cambiarle el nombre al Golfo de México, algo
que le puede salir tan bien como cuando intentaron rebautizar las patatas fritas
por “patatas de la libertad” sólo por joder a Francia.
“Por sus ansias
expansionistas, Trump se perfila como un Calígula de Todo a Cien en un imperio
en franca decadencia, fanfarroneando de misiles y dólares, y nombrando
lugarteniente a Elon Musk en lugar de a un caballo. Hace poco, el jefazo del
vertedero virtual de Twitter se bautizó como Keikus Maximus (algo que podría
traducirse como ‘Caca de la Vaca’) y se puso de foto una rana. También le gusta
tunearse de gladiador romano, como si fuese Russell Crowe en Gladiator, aunque
a quien en realidad se parece Musk es a Joaquin Phoenix en Joker. La tontería
aquella de que los hombres estamos obsesionados con el Imperio Romano al final
nos ha pasado factura y en cualquier momento regresamos a las catacumbas. Es
curioso pensar que a los romanos no les quedaba otra que aguantarse cuando les
tocaba de emperador un Calígula, aunque otras veces tenían suerte y les tocaba
un Trajano. Ahora elegimos Calígulas a dedo, mientras los Trajanos brillan por
su ausencia. Ave, Donald.”
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