El Gran Apagón (por el autor de 'El Gran Apagón')
José A. Pérez Ledo escribe en ElDiario.es este
artículo sobre el tema del día:
“El 11 de abril de 2018
se produjo la tormenta solar más intensa jamás registrada. Dos días después, el
planeta quedó en completa oscuridad. Este evento fue conocido como El Gran
Apagón”.
“Escribí eso hace nueve
años, a principios de 2016. Es el arranque de una audioserie, esto es, un
podcast de ficción titulado precisamente 'El Gran Apagón'. Con dirección de Ana
Alonso y diseño sonoro de Roberto Maján, fue uno de los primeros estrenos de
Podium Podcast, la plataforma de audio del Grupo Prisa, y también uno de sus
primeros éxitos.
“Narraba las
consecuencias de un apagón global a través de varios personajes repartidos por
toda España. El Gobierno reaccionaba deprisa: decretaba el estado de alarma
(años antes de la pandemia) y emitía por radio un mensaje en bucle con una
serie de recomendaciones: conserve la calma, evite los desplazamientos, racione
el agua… En las primeras horas todo iba bien, pero, con el paso de los días, la
situación empezaba a descontrolarse.
“Fundimos a negro y
salimos casi una década después. 28 de abril de 2025. Estoy en mi casa, delante
del ordenador, manteniendo una reunión telemática. En mitad de una frase, la
pantalla se va a negro. Córcholis. Cojo el móvil para disculparme ante mi
interlocutora cuando veo el icono de un satélite. Solo llamadas de emergencia.
“Si esto fuese una
ficción, es aquí donde iría la careta, pero, como es la vida real, no me alarmo.
Vivo en Gordexola, un pueblo vizcaíno de apenas 2.000 habitantes repartidos a
lo largo de un frondoso valle. No es del todo raro que, de cuando en cuando,
las tormentas nos dejen sin luz y sin telecomunicaciones. Solo que hoy brilla
el sol.
“Mi portátil tiene
batería de sobra, de modo que salgo con él al pequeño jardín de mi casa y me
dedico a pulir los diálogos de una serie. De vez en cuando, miro el móvil. Nada
de nada. Varias secuencias después, empiezo a estar inquieto. Decido ir al
supermercado porque necesito mandarinas para el niño, aunque sospecho que un
psicólogo diría que eso no es más que una excusa. Voy caminando, apenas dos
minutos, y allí me encuentro a varios vecinos paseándose por los lineales con
las linternas del móvil encendidas. La encargada nos pide que miremos el precio
de lo que cogemos y lo vayamos sumando. Se fía de nuestras matemáticas. Me
gusta el detalle y lo anoto mentalmente para usarlo en alguna historia.
“De vuelta a casa con las
mandarinas, un vecino me pregunta si alguien habrá avisado a las autoridades.
Yo qué sé. Saca a colación una extravagante noticia de hace un par de semanas.
En una zona de Bizkaia, no lejos de donde estamos, una vaca se enredó con unos
cables y dejó a varios pueblos sin internet durante días. Nos preguntamos si
habrá sido la misma vaca. No es descabellado, esos animales son francamente
estúpidos.
“Sea como sea, ha pasado
ya hora y media y seguimos a oscuras. Mi pareja está en Málaga, quizá esté
preocupada, así que decido mandarle un mensaje. Me monto en el coche y empiezo
a alejarme del pueblo en busca de cobertura. Exactamente lo que haría un
personaje de ficción. Solo que un personaje de ficción pondría la radio. Yo
pongo un podcast. Campamento Krypton, especial frutos secos, con Berto Romero
de invitado.
“Me alejo más y más del
pueblo mientras escucho las teorías de Berto sobre los pistachos (que no vienen
al caso). En un momento dado, me cruzo con unas obras en la carretera. Están
instalando un semáforo nuevo y pienso: tate, estos han cortado un cable. No
tengo ninguna duda. La vaca es inocente. La culpa de todo la tiene esta gente
que a saber de dónde la saca el ayuntamiento. Pero llego al pueblo vecino,
mucho más grande que el mío, y descubro que los semáforos no funcionan.
Entonces, solo entonces, se me ocurre interrumpir las disquisiciones de Berto
(ahora sobre los kikos) y pongo la SER.
“Y ahí está. El primer
capítulo de 'El Gran Apagón', con las mismas voces. Los mismos periodistas que
amablemente colaboraron en el podcast haciendo de sí mismos dicen ahora cosas
inquietantemente parecidas a las que escribí hace nueve años. Soy un personaje
de mi propia historia y, al igual que ellos, carezco de todo lo necesario. No
tengo radio a pilas, ni linterna, ni agua embotellada. Voy bien de mandarinas,
eso sí. Lo peor: un rato después, oigo a Pedro Sánchez diciendo casi lo mismo
que dice mi presidente de ficción. Que nadie sabe nada, pero que todo el mundo
tranquilo. Estupendo. Si tengo razón, esto durará meses. Pero no dura meses,
aunque sí más de lo que me gustaría.
“La luz e internet se
restablecen a las ocho y pico de la tarde, cuando ya he convencido a mi hijo de
lo guay que va a ser cenar a oscuras. El teléfono vuelve en sí con decenas de
mensajes de oyentes que aluden a la serie y de periodistas que quieren que
entre en directo (lo querían, horas antes). Consigo hablar con mi pareja y con
mi madre. Todos bien. Respiro por fin aliviado… y entonces me viene a la mente
mi última ficción sonora. La Quiebra. Narra las consecuencias de la
desaparición del dinero. Una mañana todas las cuentas bancarias amanecen a
cero, no se sabe si por un fallo informático o por un ataque. En la serie sale
el presidente del Gobierno, que, ¿lo adivinas? Sí. Pide que estemos tranquilos”.
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