Mientras cantaban “un nuevo amanecer”, llovían bombas sobre Gaza
Europa se vistió de gala.
Se sentó frente al televisor. Aplaudió, votó, celebró. Mientras tanto, en Gaza,
niños cubiertos de polvo y sangre morían en silencio. Sus cuerpos pequeños, consumidos
por el hambre, se sumaban a una fosa invisible que nadie quiso ver en horario
de máxima audiencia.
No fue solo indiferencia.
Fue complicidad envuelta en lentejuelas. Más de 50.000 personas han sido
asesinadas. Más de dos millones sobreviven sin agua, sin comida, sin medicinas,
sin tregua. Pero el show debía continuar. RTVE escribió una frase. Europa
encendió las luces. Y las bombas no dejaron de caer.
No es nuevo. La Nakba no
fue un punto en el pasado, fue el prólogo:1948, 1967, 2023, 2025… Cada fecha es
una página más del mismo horror. Una historia escrita con expulsiones,
demoliciones, muros y crímenes amparados por el silencio.
Israel subió al
escenario. Cantó sobre un nuevo amanecer. Mientras su ejército sellaba
fronteras, disparaba a ambulancias, convertía panaderías en escombros. Mientras
se planeaban desplazamientos masivos a Libia, como si los palestinos fueran
muebles incómodos. Mientras cientos de niños morían sin anestesia, sin tregua,
sin final feliz. Y Europa, que reaccionó con firmeza contra Putin, hoy negocia,
comercia y aplaude a Netanyahu. Europa, que expulsó a Rusia de Eurovisión, hoy
premia con votos a un Estado que proclama su derecho a exterminar. ¿Qué más
hace falta? ¿Qué más tiene que romperse para que Europa deje de mirar a otro
lado?
Gaza es la prueba más
dolorosa de que el mundo ha aprendido a vivir con el genocidio en directo. Y
esa costumbre, esa frialdad, esa normalización, nos define.
Algún día, cuando
pregunten por este tiempo, no bastará decir “no sabíamos”. Porque sí sabíamos.
Lo vimos todo. Lo supimos todo. Y, aún
así, nos sentamos a ver Eurovisión.
(Spanish Revolution)
No hay comentarios:
Publicar un comentario