16 de enero. Jubilación viene de júbilo
Tras 24 años de actividad profesional y 12 en el paro, debo reconocer que mi nueva vida de periodista jubilado no ha cambiado mucho con respecto a la que llevaba antes. Dicen que jubilación viene de júbilo. Pero la alegría no proviene de la liberación de mi trabajo, sino de la plena capacidad para poder hacer lo que siempre hice, ahora con menos trabas y censuras. Durante mis años profesionales, vivía de mi salario. Trabajaba para poder vivir. En cambio, ahora vivo y me pagan por no trabajar. Con más años y más achaques, sigo haciendo lo mismo que hice durante años: escribo y describo la vida que me rodea, aunque ni viaje ni sea remunerado. Y, al no ser ya un profesional que vive de su trabajo en activo, me consideran un jubilado. ¡Valiente incongruencia!
Antes, como periodista e investigador social contratado, tenía derecho a un salario, a unas vacaciones y a una seguridad social. Ahora también, pero sin que tenga que apretarme el cerebro y sudar para una empresa determinada. Ya no pongo mi trabajo y mi esfuerzo al servicio del que me da de comer. Laboro como antes o incluso más, pero ya no estoy al servicio de una empresa, sino sólo al de mi conciencia y al de la sociedad en la que me acojo. Pero, aunque parezca mentira, en la actualidad trabajo mucho más intensamente que cuando estaba en activo. Puedo pasarme 10 horas diarias o más ante la pantalla de mi ordenador, frente a los libros de mi biblioteca, muchos de los cuales aún no terminé de leer o ni siquiera empecé. Pero lo hago no por el sueldo que antes tenía, ni siquiera por uno mucho menor, sino pura y simplemente porque me gusta y eso me llena y da cierto sentido a mi nueva vida de jubilado. Una jubilación que amenazaría mi vida si la utilizara para descansar y no hacer nada. Estoy seguro que el aburrimiento terminaría agotándome. En cambio, el trabajo, incluso el gratuito, nunca lo conseguirá. Al contrario, mi vida cobra ahora pleno sentido.
Antes, como periodista e investigador social contratado, tenía derecho a un salario, a unas vacaciones y a una seguridad social. Ahora también, pero sin que tenga que apretarme el cerebro y sudar para una empresa determinada. Ya no pongo mi trabajo y mi esfuerzo al servicio del que me da de comer. Laboro como antes o incluso más, pero ya no estoy al servicio de una empresa, sino sólo al de mi conciencia y al de la sociedad en la que me acojo. Pero, aunque parezca mentira, en la actualidad trabajo mucho más intensamente que cuando estaba en activo. Puedo pasarme 10 horas diarias o más ante la pantalla de mi ordenador, frente a los libros de mi biblioteca, muchos de los cuales aún no terminé de leer o ni siquiera empecé. Pero lo hago no por el sueldo que antes tenía, ni siquiera por uno mucho menor, sino pura y simplemente porque me gusta y eso me llena y da cierto sentido a mi nueva vida de jubilado. Una jubilación que amenazaría mi vida si la utilizara para descansar y no hacer nada. Estoy seguro que el aburrimiento terminaría agotándome. En cambio, el trabajo, incluso el gratuito, nunca lo conseguirá. Al contrario, mi vida cobra ahora pleno sentido.
Me pasa lo mismo con la trompeta. El día que no me lío con ella siento que me falta algo. Y cuando toco bien, me canso mucho menos y disfruto de su sonido. En cambio, cuando lo hago mal o paso de ella, mi gusto por este arte parece atrofiarse y me cuesta más recomenzar. Según algunas encuestas, uno de cada cuatro españoles, solteros y casados, dice sentirse solo con frecuencia y el cuarenta por ciento confiesa no tener ningún amigo íntimo. También yo me paso todo el día aislado. Pero, desde mi soledad voluntaria, aprovecho cada momento para conocer lo que antes no tuve tiempo de indagar. Y me deleito con el sonido limpio y transparente de mi instrumento. Por eso, pese a mi aparente aislamiento, me siento más unido a millones de personas que piensan y actúan como yo y, gracias al estímulo de sonidos y silencios, vivo más unido a este mundo.
4 comentarios:
Muy bien Santiago. enhorabuena. y esperemos que el Sr. Pizarro no se lleve el pacto de Toledo a su propia casa.
saludos. chiflos.
Me parece genial como encauzas tu vida de jubilado, pero creo que te justificas mucho, cuando dices que desde tu aislamiento voluntario, te consideras unido a muchas personas, que seguro que piensan como tu. Sinceramente, yo no estoy de acuerdo, y estoy segura de que deberías de comunicarte a nivel tertulias, charlas, tomando un café o de cualquier manera, porque no todas las personas tienen acceso a este medio de comunicar tu forma de ser o pensar. Y lo mismo que a otros les vendría bien oir tus ideas, a ti también te vendría bien, escuchar a los demás, cosa que desde tu aislamiento no puedes hacer.
Te agradezco tu consejo de salir más de mi aislamiento voluntario y escuchar más a los demás. Intentaré comunicarme por medio de tertulias, charlas, tomando algo con alguien en el bar, etcétera. Aunque, cuanto más pasa el tiempo, más mezquino y egoísta me siento con el mío y estoy menos dispuesto a perderlo como lo he hecho hasta ahora. Pero, insisto, te agradezco tu consejo.
Santiago Miró
Santiago, nunca se pierde el tiempo. Siempre sacamos algo positivo, cuando lo empleamos en escuchar a los demás, porque no dudes de que tu también apredes de ellos. Aunque reconozco que hay muchas personas que se creen poseedores de la verdad absoluta, y por lo tanto nadie les puede enseñar nada que no sepan. Afortunadamente aún quedamos seres en este planeta, que estamos convencidos de que aún tenemos que aprender muchas cosas más, y nos interesa lo que nos puedan transmitir las personas como tu, que habeis tenido la suerte de poder adquirir una cultura, y a su ver teneis el don de saber expresarla, con un lenguaje rico y sencillo, cosa no muy normal en los tiempos que corren.
Por lo tanto deja de lado ese sarcasmo que aprecio en tu comentario, y ten en cuenta que lo único que nos sobrará en esta vida es el tiempo.
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