Fotomatón Leibovitz.
El Banco de España presenta los retratos que ha realizado la fotógrafa Annie Leibovitz de sus majestades los Reyes de España.
David Torres confiesa en
Público haber leído unos cuantos análisis de fotógrafos profesionales y
críticos de artes sobre los retratos de Felipe VI y Letizia realizados por
Annie Leibovitz y reconoce que hay en ellos opiniones para todos los gustos. “Desde
quienes los consideran una mediocridad absoluta hasta quienes afirman que se
trata de una obra maestra, una astuta crítica de la institución monárquica que
expone por vía subliminal su ruina moral y su decadencia en todos los órdenes.
Mis conocimientos sobre fotografía se limitan a quitar la tapa del objetivo e
intentar no decapitar a la víctima, pero creo que no hace falta ser ningún
experto para sentir que estamos ante una imagen inquietante, una composición de
una hondura y complejidad fuera de lo común.
“Ante el díptico de
Leibovitz, mi primera impresión fue que me encontraba no en el Salón Gasparini
del Palacio Real sino en un oscuro caserón lleno de polvo y telarañas, con las
paredes recubiertas de lepra y los muebles a punto de desmoronarse. El rey está
inclinado, casi volcado por la penumbra y el peso de tantas condecoraciones, y
tiene que agarrarse a una mesa para no caerse, mientras que la reina,
acariciada de espaldas por la luz, parece una modelo de alta costura que acaba
de entrar por el balcón. Casi de inmediato me vino a la cabeza el parlamento de
Pedro Briones, el mendigo prácticamente ciego, amigo de Velázquez, a quien el
pintor le explica el boceto de Las Meninas en el drama de Buero Vallejo: ‘Un
cuadro sereno, pero con toda la tristeza de España dentro. Quien vea a estos
seres comprenderá lo irremediablemente condenados al dolor que están. Son
fantasmas vivos cuya verdad es la muerte. Quien los mire mañana lo advertirá
con espanto... Sí, con espanto, pues ya no sabrá si es él el fantasma ante la
mirada de estas figuras’…Velázquez colocó otro espejo en el vértice de Las
Meninas y difuminó a los reyes en su azogue, mientras Leibovitz ha metido en el
suyo un opulento vacío, un infinito de reflejos superpuestos uno tras otro.
“Hay muchos símbolos y
metáforas posibles detrás de ese juego de espejos, aunque resulta casi
imposible no pensar en la larga hilera de borbones que anteceden al monarca
tambaleante en primer plano, del mismo modo que la cámara de Leibovitz rinde
homenaje a Goya y a Velázquez. Son dos fotos que escarban en el espacio y en el
tiempo, exhibiendo los claroscuros de una dinastía decorativa, hecha de pompa y
circunstancia, de títulos y medallas, de vanidad, joyas y ropa cara, pero sin
la menor sustancia dentro. Quizá no sea casualidad que las dos fotografías
vayan a formar parte de una exposición temporal denominada ‘La tiranía de
Cronos’. Siempre es un riesgo enfrentarse al ojo despiadado de Leibovitz,
quien, décadas atrás, inmortalizó a Bush y a su gabinete de guerra -Powell,
Cheney, Rice y Rumsfeld- como lo que eran realmente: un gánster repugnante
rodeado de criminales…
“En total, el díptico nos
ha costado a los españoles la friolera de 216.000 euros, demasiado dinero para
contarnos lo que ya sabemos de sobra. Se trata de una inversión pública, pero
creo que esa fortuna bien podía haber ido destinada a dotar de electricidad a
las miles de familias desamparadas de la Cañada Real, una gente mucho más real
que la familia real y con la que Leibovitz podía haber hecho un retrato de
España para arrancarse los ojos de rabia. La verdad, siempre que voy al Prado
me quedo extasiado ante Las Meninas, pero donde se me saltan las lágrimas es al
contemplar esos retratos de vagabundos, enanos y bufones en los que Velázquez
desahogaba su compasión y su arte después de tanto aristócrata y tanta
vestimenta hueca”.
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