La tumba del 'fake' Juan III en El Escorial.
En este artículo de
Nieves Concostrina aparecido en Público,
quienes afirman que este país es de tradición monárquica harían bien en
echar una ojeada a la historia para comprobar que tenemos una monarquía que
aparece y desaparece más veces que el Guadiana, y eso no es, ni mucho menos,
señal de estabilidad ni de tradición. “Basta fijarse en que hace 140 años que
este país no entierra a un rey que haya muerto reinando. El último fue Alfonso
XII, y eso fue en 1885. Juan Carlos I debería ser el siguiente en morir por ley
natural, y, de no haberla cagado tan estrepitosamente, disfrutaría cuando le
tocara de un grandioso funeral de Estado con la presencia de primeras figuras
de casas reales, presidentes de repúblicas, primeros ministros, horas de
televisión, periodistas a la carrera, revistas del cuché con tiradas
especiales… y luego vendría una vistosa proclamación de Felipe, que, entre el
duelo y el jolgorio, juraría esa Constitución que se la refanfinfla porque no
le afecta.
“También es cierto que,
de haber seguido todo su curso normal, sería muy morboso, teniendo como tenemos
ya suficientes datos, ver a Felipe y a la ciudadana Ortiz despreciándose desde
el disimulo durante su proclamación, tal y como ocurrió durante la del
discípulo de Franco en el 75. Sofía tuvo que agacharse para entrar por la
puerta del Congreso, pero ella disimulaba a la perfección el desprecio hacia su
marido porque, ya lo dijo Juan Carlos, es una profesional con pedigrí. Pero no
ha sido posible, y, a no ser que nos la cuele Pedro Sánchez en caso de que el
óbito llegue en breve, Juan Carlos se ha quedado sin funeral ostentoso como yo
me quedé sin abuela. A Juan Carlos le pone enfermo hablar de su muerte. Esto se
sabe desde siempre, porque cada vez que alguien intentaba tratar el tema con él,
el entonces rey le montaba un pollo o lo echaba del despacho con cajas
destempladas. Hay suficientes testimonios publicados de esas fuentes bien
informadas de la Zarzuela, de colegas del delincuente y de Patrimonio Nacional
que corroboran la negativa de Juan Carlos a tratar el asunto de su
enterramiento.
“El exrey se cree, no
inmortal, sino ‘nmorible’… y mientras él vivía y (vive) la vida alegre y
divertida, ahí estaban los serviles funcionarios de Patrimonio Nacional más
cercanos a su corrupta majestad preocupados porque el Panteón del Escorial está
completo y ahí no caben ya ni Juan Carlos ni Sofía. Ni falta que hace, dice
ella, que no tiene intención de acabar ahí porque le parece un lugar infame,
lúgubre, feo… Dan ganas de no morirse solo con pensar que tienen que enterrarte
allí, pero pudriéndote durante 30 años en una sala contigua antes de que te
pasen a la cripta propiamente dicha del Panteón Real. Qué asco…
“Hasta donde se sabe,
porque dado el desprestigio de la monarquía y de los propios ocupantes de la
Zarzuela intentan generar las menos noticias posibles, Juan de Borbón y su
mujer, Mercedes de Orleáns, continúan en el pudridero. Sus sarcófagos están ya
preparados y colocados justo encima de la puerta que da acceso a la cripta.
Ninguno de los dos tiene derecho a esos enterramientos, porque ninguno cumple
con la norma de que en esa cripta se entierren solo reyes titulares y reinas
consortes que hayan sido madres de reyes. Y no, la condesa de Barcelona no fue
madre de rey legítimo. A Juan Carlos lo puso Franco por designación directa,
saltándose el orden de sucesión y sin que el ya exrey haya ostentado jamás el
título de Príncipe de Asturias. Solo fue infante de España y principito de
Franco. A partir de él, la línea dinástica se jodió: ni Felipe procede de la
legitimidad, ni mucho menos la ciudadana Leonor merece el cargo. Esto, lo
reconozco, es una queja absurda, porque los borbones se hacen trampas al
solitario y no hay ley que se les ponga por delante. Ni siquiera las suyas, las
dinásticas.
“Y si la señora condesa no merece su espacio en la cripta, ni les cuento su esposo, que este ya ni tocó trono. Pese a todo, y allá va una escandalosa prueba más de lo tramposos que son en Patrimonio Nacional (muchos sufren ya de una calcificación en las cervicales de tanto inclinarse), en el sarcófago que espera los huesos mondos y lirondos de Juan de Borbón ya está inscrito su nombre. Juan III han tenido el morro de grabar. El rey que nunca existió. Es un insulto a la historia en general, a la de la monarquía en particular y, sobre todo, a la ciudadanía. Es por cosas como estas por las que se les puede llamar a Juan Carlos y a Felipe, con todas las letras, embusteros.
(...)
“Algún medio llegó a
publicar en 2015 que Felipe estaba a punto de aprobar el proyecto… pero poco
después todo quedó silenciado y las noticias sobre el panteón gemelo con sus 26
sarcófagos preparados para enterrar más fauna borbona se perdió en la oscuridad
de las hemerotecas. No está el horno para bollos, debieron advertirle a Felipe,
que, para evitar despertarnos a la bestia, ni siquiera se ha atrevido a ordenar
el traslado de los huesos mondos y lirondos de sus abuelitos, el rey fake Juan
III y la Regina fake Mercedes, desde el pudridero a la cripta real. Y les
aseguro que están más que podridos. No tanto como Juan Carlos, pero casi casi”…

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