viernes, 24 de octubre de 2025

Del Nobel al Planeta: ¿queda algún premio respetable?

 

Del Nobel al Planeta: ¿queda algún premio respetable?

Premio Nobel de la Paz y Premio Planeta: dos señores premios de reconocido prestigio, dotados con un millón de euros cada uno. Durante décadas fueron referencia, espejo donde se miraban los creadores de cualquier certamen con ínfulas. Pero, este año, al recaer el Nobel de la Paz sobre a la venezolana Corina Machado y el Planeta al tertuliano de El Hormiguero, Juan del Val, pusieron el listón por los suelos. 

“La verdad -comenta Juan Tortosa, en Público- es que tanto el Nobel como el Planeta tuvieron siempre una cara B, pero se solía hacer la vista gorda. Aunque el de la Paz se lo llegaran a dar a Henry Kissinger en 1973 y el Planeta en 1994 a un Camilo José Cela (Nobel de Literatura en 1989, por cierto), Cela fue sentenciado por “apropiación indebida” (los jueces no quisieron llamarlo plagio) de la trama y la estructura de la historia con la que ganó el premio. En 2005 Juan Marsé dimitió como miembro del jurado del Planeta porque consideraba ‘fallidas’ las novelas ganadoras y lamentaba ‘el descrédito que arrastra el galardón desde hace años’…

“El Nobel de la Paz tampoco se queda atrás. El caso de Kissinger sigue siendo un escándalo moral difícil de digerir. Que el arquitecto de la guerra de Vietnam y los bombardeos sobre Camboya, Laos y Vietnam del Norte fuera premiado mientras aún caían bombas es una ironía sangrante. Tampoco olvidemos a Barack Obama, galardonado apenas nueve meses después de llegar a la Casa Blanca. Las ONG de derechos humanos denunciaban ya entonces que sus políticas contradecían el espíritu del premio. Pero la maquinaria simbólica necesitaba un héroe amable, un rostro mediático. Y se lo dieron.

Así que no, no debería sorprender a nadie que el Nobel de la Paz haya recaído este año en una política venezolana de derechas acusada de pedir la intervención militar de Estados Unidos en su propio país. Adolfo Pérez Esquivel, Nobel argentino y referente moral, se lo recordó en una carta abierta: ‘¿Por qué llamaste a los EEUU para que invadieran Venezuela?’. Tampoco debería escandalizar que el Planeta haya ido a parar a un polemista que trabaja en una cadena televisiva que pertenece al mismo grupo editorial que concede el premio.

“¿Han sido los premios siempre terreno pantanoso? ¿Por qué seguimos aceptándolos, a pesar de sospechar, o saber, la suciedad en la que se mueven? Digo yo que un premio tendría que ser un reconocimiento, una señal moral de que alguien ha destacado por méritos que trascienden lo común. Pero en la práctica opera en un espacio mixto: marketing, juego de alianzas, legitimidad simbólica, concesiones opacas… En ese hueco, los mecanismos de poder se infiltran. ¿Cómo se entiende si no que premios que han gozado de tanto reconocimiento hayan ido tirando poco a poco su prestigio por la borda hasta desembocar en el bochorno de este año?

“Eran vox populi los tejemanejes del Planeta, pero ¿hacía falta confirmar las sospechas de manera tan descarada? Por otra parte, desde el punto de vista de la persona premiada, ¿es un honor que te den un premio, o el cheque adjunto te acaba alejando de cualquier consideración moral? Porque también es una responsabilidad, y quien acepta un premio de dudosa reputación se convierte en cómplice del sistema que lo produce…

“La mayoría de los premios están pensados para halagar la vanidad (muchos no están dotados de cuantía económica) y a fe que cumplen su objetivo a juzgar por lo que tanta gente parece estar dispuesta a hacer hasta colocar uno en su vitrina. Si hay que pagar se paga, si hay que comprar se compra, si hay que corromper se corrompe. Y el que los patrocina se publicita gratis. Así, cuando te llaman para ofrecerte alguno, ya sea desde un club de amigos del sacacorchos, por lo general sueles aceptar encantado y en ningún momento te cuestionas si te lo mereces o no. Si los premios siempre han contenido un punto de sospecha y desde un aspecto moral la mayor parte deja mucho que desear, el escándalo este año con el Nobel de la Paz y con el Planeta certifica mi convicción de que no se merecen ningún respeto”.


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