martes, 27 de octubre de 2009

Carta abierta a Diego Armando Maradona.

Maradona, celebrando la clasificación argentina del Mundial de Fútbol.


Los argentinos respiraron con alivio el miércoles, 14 de octubre, tras vencer por 1-0 a los uruguayos y clasificarse para el Mundial de Fútbol 2010, pero el triunfo no logró disipar la desilusión de los aficionados con el director técnico, Diego A. Maradona. “Es un respiro –comentaba un vigilante de automóviles – ya estoy tranquilo. Pero, al mundial no vamos bien. Maradona como jugador es todo pero como técnico es malísimo”. Éste se mostró grosero en una rueda de prensa, pronunciando frases como estas: “Para los que no creyeron, con el perdón de las damas, que la chupen, y que la sigan chupando. Yo soy blanco o negro. Gris no voy a ser en mi vida. Ustedes me trataron como me trataron, sigan mamando”. “No le tengo miedo a nadie. Me critique quien me critique. Desde los 15 años me vengo peleando con todos ustedes (por los periodistas). Hoy tengo 48 y los voy a seguir peleando. A mí, las críticas no me entran. Primero, que no tienen huevos para entrarme”. “Que esquiusmi, ni esquiusmi (por el 'disculpe' en inglés). La próxima te meto una patada en los huevos”…

Las grosería de Maradona pueden costarle cara. Joseph Blatter, presidente de la FIFA, aseguraba que no les quedaba otra alternativa que pedir al comité disciplinario que actuase contra el entrenador. Y Daniel Vila, presidente de Independiente Rivadavia de Mendoza (equipo que juega en segunda división) y copropietario de la empresa de medios para la que trabaja el periodista particularmente agredido por Maradona, presentaba una denuncia ante la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), en la que exigía que se despida al 'Pelusa'. “No hay que dejar pasar este exabrupto. Es un escándalo mundial que Argentina no se merece”, indicó Vila.

Ante tal cúmulo de despropósitos, una carta de un argentino llamado Gabriel Jefferies y publicada por la prensa decía, entre otras cosas:

“Señor Maradona: Tengo una inevitable necesidad de manifestar cuánto dolor, cuánta pena y decepción me da haberlo visto celebrar de esa forma, la paupérrima clasificación de Argentina al Mundial de Fútbol de Sudáfrica… Yo crecí viéndolo y admirándolo. Tenía 4 años en el mundial 78. Lo vi sufrir en el 82. Celebré como todo argentino en las calles, en el 86, cuando su destreza única, talento regalado por Dios, condujo a nuestro país a obtener su segundo título. Y fue gracias a usted.

“Sufrí con usted en Italia, con cada patada, con cada codazo, con cada foul, y en cada definición por penales. Lloré amargamente en Estados Unidos, ese 1994. Y así he seguido su trayectoria. No soy futbolista. No juego bien al fútbol ni en un picado de barrio. Pero sé admirar a un buen jugador. Y fundamentalmente, soy argentino… Por eso me duele tanto verlo a usted celebrar una clasificación que todos sabemos, incluso usted, que fue mediocre. Es más, deficiente. Pero no me duele eso. Me duele verlo a usted. Me duele ver a lo que ha llegado. Me duele verlo enajenado, desaforado y fuera de sí, insultando a quien se ponga por delante. Usted argumentará que es parte de su coherencia, que siempre fue igual. Pero a mí me duele porque esa incapacidad de mirar hacia adentro y ver si realmente hay algo que debe ser cambiado, es la misma que tenemos como país.

”¿Sabe qué, Maradona? Yo no soy una dama, ni soy periodista. Ni soy de los que lo critican siempre. Pero sus insultos del otro día me insultaron a mí. A mis hijos. A mi dignidad. A mi argentinidad. Me dio una profunda vergüenza que mis hijos lo vieran de esa forma. Me imagino que si lo mira dos veces, también le dará vergüenza que sus hijas lo vean insultar así. ¿Es realmente la forma de dirigir el destino futbolístico de un país? ¿Se cree capacitado para eso?

”Probablemente usted jamás leerá esta carta. Probablemente, si la lea, me denostará. Probablemente alguien, como suele ocurrir en mi país, me patoteará. Pero me siento en la obligación de decir ‘Basta’. Usted necesita insultar; yo necesito decir esto… En tanto no sea capaz de asumir sus faltas, sus culpas, y la profunda herida que ha causado en mucha más gente de la que usted imagina (no sólo damas y periodistas), usted seguirá siendo usted. Es muy probable que no le importe. Que piense que esto se olvidará con un campeonato mundial, o con cualquier despilfarro pirotécnico que equivale a los espejitos de colores con los que hace más de 200 años nos vienen engañando todos los que pretenden dirigir una parte de este país. Pero no, señor Maradona. Esta vez no.

“Le pido a Dios por usted. Para que pueda abrir los ojos. Pedir perdón, a veces nos hace más grandes que hacer un gol con la mano”.

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