Una guerra por un Museo.
La de cosas extrañas que a veces ocurren en una isla. Por ejemplo, en Mallorca, se pelea a muerte por un Museo. “Compañeros y compañeras –dice la web Palma, Ciutat Oberta (Palma, Ciudad Abierta) que acabo de recibir–, gracias por vuestro apoyo. Continuad remitiendo el manifiesto a vuestros contactos y animaos a firmar si aún no lo habéis hecho. La urgencia nos apremia”. A continuación me detallan la lista de las personas que han apoyado la campaña “POR UN MUSEO DE TODAS Y DE TODOS. Ni un paso atrás”. Y me informan sobre las presiones del impresor y periodista Pedro Serra a las instituciones a fin de provocar un cambio de rumbo en la orientación del Museo Es Baluard”.
A continuación, me remiten una serie de artículos que hacen referencia al tema, aparecidos en la isla, como el de El Mundo.es, publicado el 2 de los presentes por Marcos Torío. “Serra –escribe Marcos Torío– dirige una campaña de desprestigio contra la alcaldesa de Palma, la socialista Aína Calvo, por el control de dicho Museo. Al parecer el único objetivo es acabar con la alcaldesa. Pedro Serra ha sacado a la calle los tanques de letra impresa con un objetivo: desgastar la imagen de la alcaldesa de Palma por no plegarse a sus exigencias en el Museo. El editor no oculta la intención de reeditar la cárcel de papel con la que cubrió la figura de Ramón Águiló, primer alcalde socialista de la democracia, contra quien inició una guerra desde sus diarios cuando se negó a cederle el Teatro Municipal. El lunes 21 de septiembre celebró una cena en honor al ex ministro, César Antonio Molina, y, a mantel puesto, declaró ante los asistentes: ¿Sabéis quién era Ramón Aguiló? Yo me lo cargué, igual que voy a acabar con Aina Calvo”.
Los ataques a la alcaldesa desde los periódicos del Grupo Serra se han sistematizado desde mediados de agosto con informaciones críticas a la gestión de la primera edil, dirigente y presidenta, al mismo tiempo, del Patronato Es Baluard. El editor recrimina a Calvo y a la directora del Museo, Cristina Ros, que no se expongan todas las obras que están en su propiedad. Y lamenta que la alcaldesa se haya gastado más de un millón y medio de euros en plena crisis, habiendo tanta obra en el museo para ser mostrada. Antes era el propio editor quien compraba obras en subastas sin la supervisión de un comité de expertos. Y nunca consideró excesivo el presupuesto con el que contaba, similar al actual. Las discrepancias con Calvo comienzan desde el momento en que la alcaldesa le releva en la presidencia del Museo para acabar con casi cuatro años de gestión personalista y falta de transparencia gracias a la connivencia del gobierno de coalición entre el PP y UM. Las continuas injerencias del editor, quien imponía su criterio basado en amiguismos e intereses personales, hacen que la primera directora abandone el cargo. Los escándalos crecen y los dirigentes instan al editor a que espere el inicio de la nueva legislatura para volver a cambiar la dirección.
En octubre de 2007, Aina Calvo asumía la presidencia del Museo, por primera vez en manos de una institución pública. Serra perdía el liderazgo y postula al hasta entonces concejal de Cultura del PP, Rogelio Araújo, como nuevo director, quien abandona la política. Calvo sufre críticas cuando designa a dedo a la comisaria de arte, Cristina Ros. La primera edil deja caer, por primera vez, críticas veladas a la anterior etapa. Y Ros, que firma, en febrero de 2008, un contrato de dos años, no es una persona de confianza para Serra como lo fuera Araújo, quien le sirviera fielmente en la anterior etapa.
Un año y pico más tarde, el patronato aprueba la programación con una monumental exposición de Anselm Kiefer como propuesta estrella en el quinto aniversario de Es Baluard. En una reunión con los representantes de Art Serra se acuerda retirar parte de la colección para realizar una relectura de las piezas y ganar espacio en favor de Kiefer. El editor y socio fundador comienza a gestionar su propio homenaje y redacta un anuncio para que la prensa difunda el agradecimiento que él mismo ha fabricado. Y no llega a un acuerdo con la presidencia ni la dirección. Del Museo desaparecen las fotografías de Serra con los Reyes y se desata una tormenta por la retirada de una placa en la que figuraba Don Pedro como presidente del patronato. Su poder personalista se diluye inevitablemente a favor del interés público.
El 4 de septiembre del 2998, Pedro Serra cursa un requerimiento en el que denuncia incumplimiento de estatutos por no mostrar sus cuadros. Miembros del patronato desmienten este extremo, alegando una interpretación parcial e interesada del contrato por parte del editor, que continúa librando un pulso por recuperar el poder. Luego, su hija, Carmen Serra renuncia como vicepresidenta. Y Serra prepara el contraataque mediante una encuesta con malos resultados para la alcaldesa.
Mañana continuará (Y IIº) Una guerra por un Museo.
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