miércoles, 7 de octubre de 2009

Polansky-Boadella: Dos caras semejantes con objetivos diferentes.






Alguna vez, al comparar dos personalidades del mundo del espectáculo, las letras, la política o el deporte, uno se encuentra con caras, hechos o circunstancias muy parecidas, aunque con ideologías muy dispares. Basta, por ejemplo, con comparar los rostros del director de cine, Roman Polansky y del director de teatro, Albert Boadella. Cuando más me fijo en sus facciones y rasgos, más parecidos físicos encuentro en sus semblantes. Y sin embargo, cuando estudio la ideología de cada uno, me doy cuenta de lo dispares que son.
Empiezo por el primero, un grandioso director que llevaba 30 años huyendo de los EEUU y que fue detenido hace nueve días en Suiza. Polanski llevaba huyendo de la justicia estadounidense desde febrero de 1978, año en el que consiguiera la libertad bajo fianza y se trasladara a Francia, ya que, desde allí, no era posible su extradición. En mayo de 1988 se verificó que la orden de arresto internacional seguía vigente tras saber que el cineasta planeaba ir a Alemania, Dinamarca, Suecia, o Brasil. Los intentos por atraparle continuaron con el cambio de siglo. Finalmente, la Oficina del fiscal del distrito de Los Ángeles preparó una solicitud de orden de arresto cuando el realizador, de 76 años, apareció en el festival de cine de Zúrich, donde debía recibir un premio por el conjunto de su obra. Petición que fue ejecutada por las autoridades suizas el 27 de septiembre de 2009.

Polansky había sido detenido en Los Ángeles, en marzo de 1977, acusado de drogar y de violar a Samantha Gaimer, una joven modelo de 13 años, en la residencia de Jack Nicholson, protagonista de Chinatown, cinta que Polansky había dirigido tres años antes. El realizador admitió haber mantenido relaciones sexuales con ella. Nunca ha vuelto a EEUU, ni siquiera para recoger el Oscar que le concedieron en 2003 por la película “El pianista” (un estremecedor relato sobre la ocupación nazi de Polonia, donde murió su madre en un campo de concentración). La víctima, Samantha Geimer, que ahora tiene tres hijos y más de 40 años, ha explicado recientemente en una entrevista que su supuesto agresor no es un peligro para la sociedad y “no necesita ser encerrado para siempre”.

En 1968, su segunda esposa, Sharon Tate, cuando estaba embarazada de ocho meses, había sido asesinada por miembros de la secta de Charles Manson. Su fama de director comenzó a labrarse en Europa, primero con una decena de cortometrajes y cintas rodados en Polonia y después, con su primera obra maestra, “Repulsión” (1965), Polanski daba así las primeras pinceladas de un universo propio, lleno de atmósferas sugestivas caracterizadas por la intriga, que comenzaría a consolidar de la mano del guionista francés Gérard Brach.

Por su parte, Albert Boadella, nacido en Barcelona, el 10 de julio de
1943, actor y dramaturgo, director de la compañía de teatro Els Joglars y activo autor del teatro español, también ha conocido el exilio. Su primer gran problema con las autoridades tuvo lugar el 2 de diciembre de 1977. Tras dos meses de representar la obra “La Torna”, una cruel sátira del proceso a Heinz Ches, fue encarcelado para ser sometido a un consejo de guerra por un presunto delito de injurias al Ejército. Pero, el día antes de la vista, protagonizaba una espectacular fuga de la cárcel y se refugiaba él también en Francia. Fue declarado por el tribunal en rebeldía. Luego, regresó de manera clandestina hasta que, en marzo del 79, fue de nuevo detenido y encarcelado hasta que, en julio, salió en libertad provisional, al tiempo que la autoridad militar se inhibía del caso. Y, en 1985 fue exculpado del delito de injurias.

A lo largo de su trayectoria, con el común denominador de su defensa de la libertad y de su crítica al dogmatismo, Boadella ha realizado críticas furibundas al poder, fuese este del color que fuese: a Jordi Pujol, a Franco, a algunos obispos y a ERC, lo que le ha supuesto el odio de sectores aparentemente dispares, como la ultraderecha española, el independentismo catalán (de derechas y de izquierdas) y sectores del catolicismo. Y se ha ganado enemigos tanto en el mundo teatral como en el institucional catalán, siendo ninguneado, por razones políticas, en diversos medios de comunicación.
Pese a algunas coincidencias entre ambos, los dos son personajes son totalmente diferentes. Y es sólo cuando comparamos las caras de ambos, cuando caemos en la cuenta de que podrían ser hermanos de sangre.

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