La puerta giratoria de Zarzuela.
“¿A qué se dedica hoy el ex rey
Juan Carlos? –se pregunta Isaac Rosa el
pasado lunes en Zona Crítica de Eldiario.es–. A vivir como un rey, pero sin las
molestias del cargo. En el país de las puertas giratorias, cómo no iba a haber
una en la primera casa de España, domicilio del primer ciudadano del reino: el
palacio de la Zarzuela, donde aún duerme el rey emérito Juan Carlos las noches
que anda por Madrid. ¿Y por qué digo que en Zarzuela hay una puerta giratoria?
¿Es que el viejo rey ha sido fichado por una eléctrica? ¿Es consejero de un
banco de inversiones? ¿O lo acogió la siempre acogedora Telefónica? Nada de
eso. La puerta giratoria de Zarzuela no es como las demás: tiene giro de 360
grados. Juan Carlos entró por esa puerta el 2 de junio, y volvió a salir por el
mismo sitio, en un movimiento rápido, visto y no visto. Es decir, que se quedó
donde estaba. ¿Entonces? ¿Cuál es la gracia de esa puerta giratoria? Pues que
le permite conservar los privilegios de monarca, pero sin las molestias del
cargo. Es decir, vivir como un rey, en el sentido más popular de la expresión.
Vivir como un rey pero sin el coñazo de ser rey, sin viajes protocolarios,
recepciones, inauguraciones y despachos con Rajoy. Vivir como un rey, pero sin
disimulo, y sin tener que pedirnos disculpas si mete la pata”.
“A
eso –continúa Isaac Rosa– se ha dedicado
el ex rey desde que se jubiló: a vivir como un rey. Y si no, vean. Mantiene
residencia, pues ni siquiera se mudó, dejando a su hijo y nuera en la casa que
ya tenían. También conserva su asignación presupuestaria, ya que sigue siendo
miembro de la familia real, y ahora además tocan a más
en el reparto, al ser menos miembros en la
familia, sin las ex infantas. Aparte de casa y sueldo, disfruta de protección
jurídica. Dejó de ser inviolable, pero el
Congreso lo hizo aforado por la vía urgente, lo que en la práctica, con la
cortesana ayuda de fiscales
y jueces, equivale a ser inviolable. Aforamiento
que además se extiende a todas las actuaciones de su vida privada. No sea que
le salga por ahí un hijo no
reconocido, o quieran pedirle cuentas por los negocios de su hija, o
las comisiones que gestionaba su ‘amiga íntima’. ¿He dicho ‘vida privada’? Ahí
está la gracia de la puerta giratoria de Zarzuela: que desde que abdicó, ya
todo es su vida privada, sus asuntos. Lo que antes era blindaje institucional y
mediático, ahora es vida privada. No sabemos dónde ni cómo celebró su 77 cumpleaños, ni nos importa, pues es su vida privada; como lo es su gira
gastronómica por los mejores
restaurantes de España, su fin de año en Hollywood, su patrimonio nunca aclarado, o sus tratos con Corinna
(lean este artículo de
Jesús Cacho, yo sigo boquiabierto).
“Aunque
algunos nos preguntamos, a lo Pla, quién paga todo esto, habrá también quien
piense que el ex rey se tiene bien merecida su jubilación dorada: que tras
cuarenta años cuidándonos, después de habernos traído la democracia, derrotado
un golpe de Estado y otras hazañas bien sabidas, qué menos que disfrutar de la
vida algo más que las tediosas regatas de velero, las cacerías de elefantes o
aquellas entrañables y sencillas navidades esquiando con la familia. Y tienen
razón. Lo de Juan Carlos tiene mérito, mucho. Su última gesta en este Reino de
España ha sido convertir una rancia
monarquía, de la que uno solo podía salir muerto (pues de lo contrario perdería
sentido el invento dinástico), en una profesión con jubilación y puerta
giratoria. Y con pedorreta de propina para los republicanos: ‘¿No queríais rey?
Pues ahora tenéis dos’. Viva el rey”.
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