Ese tandem infernal clerofascista.
En los
últimos años he participado como músico en muchas Semanas Santas a la vez que
las he criticado duramente en mis escritos, denunciando la estrecha
colaboración entre militares y religiosos y me he negado a formar parte de este
tandem infernal clerofascista. Por una razón sencilla y demoledora: desde mi
ateismo, me opongo y me resisto a colaborar artísticamente en actos que supongan
un apoyo activo o pasivo con el militarismo. Y opino que hacerlo con militares uniformados y armados
hasta los dientes, forma parte de una flagrante contradicción.
Juan
Antonio Aguilera lo denuncia abiertamente en el artículo “¿Vírgenes castrenses,
militares devotos?”, publicado en
Andaluces.es: “El beatomilitarismo llega a la osadía de organizar la primera
comunión de “niños castrenses: espeluznante denominación que hace temer por
unos niños víctimas de un doble adoctrinamiento, el religioso y el militar. (No
olvidemos, como adoctrinamiento militar, los ‘materiales didácticos’ que el
Ejército ofrece a los niños en su web).
¿Es posible que ocurra y exista todo esto si ya no estamos en el
nacional-catolicismo? Este se caracterizaba por la comunión de la Iglesia
católica con el poder político, pero también con el militar, de manera que los
tres conformaban una amalgama aterradora y repugnante, pues se apoyaban entre
sí para la represión y desgracia del pueblo”.
“Desde
1978 –insiste Aguilera–, tenemos una Constitución que proclama que ninguna
confesión tendrá carácter estatal, pero el Observatorio de la Laicidad no se cansa de mostrar, día a día, sin
excepción y desde hace años, que los hechos desmienten esa noble admonición. La
Iglesia católica sigue disfrutando de privilegios desaforados, los niños
continúan siendo adoctrinados con sandeces y normas morales más que dudosas en
la escuela (no se queden en el currículo católico, vean también el islámico y
el evangélico), y las autoridades públicas no dejan de dar muestras de
servilismo confesional. Todo muy tradicional, pero muy vergonzoso, pues esas autoridades se
deben a todos los ciudadanos, y no de
manera especial a los que profesan ciertas convicciones religiosas. Cada vez
que actúan confesionalmente, nos defraudan y se revelan indignos de sus cargos.
La estampa del rey (vestido en solemnes ocasiones como máxima autoridad militar)
inclinando la cerviz ante cada cardenal que se le pone por delante, simboliza y
resume el nefando confesionalismo estatal”.
De ahí
que la escena de uno soldados desfilando marcialmente y llevando en alto el
Cristo de la Buena Muerte nos transmita la impresión de que se mantienen las
infames querencias nacional-católicas. No
se trata de episodios aislados, sino muy frecuentes y hasta habituales en las
Semanas Santas que, bajo capa de imágenes pías, participan en procesiones y
honran como capitanes generales, sin privarse de pronunciar arrebatados
pregones cofrades. “Si hacen esto quienes se encargan de la pedagogía militar,
¿qué podemos esperar del resto? El
pasado 23 de marzo, Juan Cifuentes
Álvarez, General jefe de la Brigada Paracaidista, manifestaba en una entrevista su desbordada
devoción por el “Cristo de Ánimas
de Ciegos” y por la Semana Santa malagueña al completo, y, apelando
a la tradición, hacía partícipe de su fervor a toda su
unidad militar. En la procesión –reconoce el general–, no somos militares sino
devotos de nuestro Cristo. Si en la procesión no son
militares, ¿por qué van como tales? ¿Por qué no se les ocurre
dejar los uniformes, los fusiles y los tambores en el cuartel y procesionar a
título particular? El
mismo titular sugiere que no se debe ejercer de militar (por ejemplo, yendo
uniformado y armado) mientras se muestra devoción por el Cristo de
Ánimas de Ciegos (o por la advocación que sea, aunque tenga una denominación
menos extravagante). No hay problema con esas manifestaciones religiosas… como
actividades privadas (es decir, cuando no se ejerce la función o representación
pública). Pero muchísimos militares (como tantos otros cargos, autoridades, y
empleados públicos civiles) no llegan a comprenderlo; no entienden que algunas tradiciones son traiciones a la democracia”.
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