martes, 3 de marzo de 2020

Ernesto Cardenal: el adiós del cura poeta que nunca se supo arrodillar.


En 1983, Juan Pablo II amonestando a Ernesto Cardenal.

Ernesto Cardenal, “poeta, sacerdote y revolucionario”, símbolo de la poesía y la rebeldía de Nicaragua.

Jesús Bastante nos lo recordaba ayer en Eldiario.com: “El 4 de marzo de 1983, Juan Pablo II llegaba a Nicaragua, y su ministro de Cultura, el sacerdote y poeta Ernesto Cardenal, lo recibió arrodillado. Con gesto duro y el dedo índice señalándole, Wojtyla reprendió públicamente al religioso por formar parte (como también su hermano Fernando, otro sacerdote) del Gobierno sandinista. El Papa que odiaba a los comunistas no podía soportar a dos curas, integrantes de la Teología de la Liberación, formando parte de un Gobierno 'rojo'. ‘Usted debe regularizar su situación’, le amonestó Wojtyla. Cardenal sólo pudo callar, sonreír y seguir hacia adelante. Tuvo que ser Francisco, el primer Papa latinoamericano, quien volviera a permitirle celebrar la Eucaristía”.

Ese cura arrodillado, que jamás postró sus ideas, acaba de morir, a los 95 años, en Managua. El fallecimiento fue anunciado por su compañera, la poetisa Gioconda Belli. “Les escribo para avisarles que Ernesto Cardenal, nuestro gran poeta, acaba de morir a sus 95 años después de una vida de entrega a la poesía, la lucha por la libertad y la justicia”, anunció Belli, añadiendo que el poeta será enterrado en la comunidad que él mismo fundó, Solentiname, e invitó al pueblo nicaragüense a participar, el lunes, en el funeral en la catedral de Managua.

Tras el triunfo de la revolución en 1979, Cardenal fue nombrado ministro de Cultura, cargo en el que permaneció hasta 1987. Su hermano Fernando fue titular de Educación hasta 1990. Diecisiete años más tarde, Cardenal explicaba a la BBC: “El cristianismo tal como lo vemos en el Vaticano, no es el que Cristo quiso para la iglesia; pero mi fe es en Cristo, no en el Vaticano; si el Vaticano se aparta de Cristo, yo sigo con Cristo”. Pero la llegada del Papa Francisco y su idea de Iglesia pobre y para los pobres volvió a acercar al teólogo a la cúpula vaticana. Y si Juan Pablo II le condenó, el Papa Francisco rehabilitó al poeta revolucionario.

En cambio, desencantado por la corrupción sandinista, Cardenal se apartó de Daniel Ortega, convirtiéndose en su mayor crítico después de su regreso al poder en 2007. Y, en los últimos meses del poeta estuvieron marcados por una creciente persecución. Hace justo un año, el sacerdote trapense exigió la salida de Ortega y de su mujer, Rosario Murillo. “Queremos simplemente que la pareja presidencial se vaya, no hay nada que dialogar (…). Ellos deberían saber lo que está pasando sin que yo se los diga. No tengo libertad para decirlo, no hay libertad de ninguna clase. Cualquiera puede sufrir la represión. Ni yo estaría libre tampoco”. Sin embargo, al conocerse el fallecimiento del poeta, el Gobierno ha decretado tres días de duelo nacional, calificando a Cardenal de “gloria y orgullo” de Nicaragua.

Nominado hasta en cuatro ocasiones al Premio Nobel de Literatura, Cardenal tuvo tiempo de escribir sus últimos poemas antes de abandonar este mundo, en el que deja una extensa obra traducida a más de 20 idiomas, entre las cuales destaca “Canto a un país que nace”, “Homenaje a los indios”, o “La Revolución perdida”. Sus obras han sido traducidas a más de 20 idiomas y han recibido reconocimientos internacionales como la orden Legión de Honor en Grado de Oficial del Gobierno de Francia. Con su muerte, Nicaragua pierde a su mayor referente literario después de Rubén Darío.

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