domingo, 29 de marzo de 2020

Este virus no es una guerra, es una catástrofe.

       Carteles de Mr. Zé, basado en una gráfica de Carles Fontserè.

“El enemigo no está a las puertas, penetró hace ya tiempo en la ciudad. Ahora, la muralla para contenerlo está en todo aquello que hemos puesto en pie como país y como comunidad”. No eran palabras de Manuel Azaña durante la Guerra Civil, sino del actual presidente, Pedro Sánchez, formulaba dos o tres días después de declarar estado de alarma por el brote de coronavirus. El lenguaje bélico de hace 75 años, tras unas despiadada Guerra Civil, volvía al discurso de los dirigentes del mundo para hablar de la lucha contra la pandemia. Y el director creativo vallisoletano, Félix Rodríguez, conocido como 'Mr. Zé', decidió rescatar la estética de los carteles de la II República y la Guerra Civil para concienciar al pueblo de la importancia de colaborar entre todos para erradicar dicho virus, a la manera de los artistas del bando republicano que durante la guerra sirvieron para –entre otras cosas señalar la importancia de la higiene de los soldados a través de sus míticos carteles. De esta manera, el artista vallisoletano, aprovechaba la primera semana de reclusión durante el estado de alarma para diseñar la serie de carteles bajo el lema “Guerra al coronavirus” basados en diseños reales de la época. Y, través de sus diseños, quiso rememorar a reconocidos cartelistas de los años treinta que “crearon vanguardia a nivel mundial”, como José Bardasano, Carles Fontserè o Arturo Ballester, para crear sus propias proclamas en tiempos de coronavirus. “La idea era traerme los carteles de esa época al momento actual”, explica a Clara Roca en Eldiario.es. Con lemas actualizados como 'Unión y disciplina contra el coronavirus', Mr. Zé busca “que la gente se conciencie de que es algo que hay que ganar entre todos”.

       El diseñador Félix Rodríguez, conocido como Mr. Zè. | Foto Danimantis.

Son diseños “del pueblo y para el pueblo”, que se centran en que la gente se quede en casa, pero también en defender la sanidad pública o en agradecer a China los esfuerzos por la búsqueda de una vacuna. Diseños difundidos y compartidos en los últimos días a través de las redes sociales. “Lo más bonito es recibir mensajes de gente que los aprecia, más allá de la estética, por el uso que le pueden dar”. Mr. Zé cuenta a Clara Roca cómo le han escrito médicos y personas de distintos ámbitos que usan las gráficas en su ámbito laboral. Es lo que ha ocurrido con trabajadores de las plantas de empresas como Renault e Iveco en Valladolid. Los empleados difundieron algunos de los diseños entre sus grupos de trabajo en plena reivindicación para pedir el cierre de los centros de producción por la falta de seguridad y de medidas sanitarias apropiadas ante el coronavirus. Acostumbrado a trabajar en casa, Rodríguez confiesa que no lleva del todo mal el confinamiento. “Lo que me afecta ahora mismo es que tengo una persona a mi cargo que tiene 80 años con una afección pulmonar, lo que conlleva al miedo a que le pueda pasar algo”. El vallisoletano lamenta ver que haya gente que vaya a casas de amigos a tomar café o que “sacan al perro veinte veces” en pleno estado de alarma. “Al final, estos carteles, al igual que otros artistas que han hecho otra serie de acciones, sirven no solamente para concienciar, sino para llamar la atención a la gente que no está siendo del todo responsable”. Con el lema “Obreros/as, no produzcáis más. Basta de riesgos capitalistas”, uno de los carteles llama al cierre de las fábricas de productos que no son de primera necesidad. Mr. Zé también recibió mensajes desde Latinoamérica, como de Chile, Perú o México. “Me piden permiso para imprimir las gráficas y llevarlas a las fábricas. Ahí –advierte– el coronavirus está empezando a llegar y no se están tomando ningún tipo de medidas”.

General Villarroya: “En ese difícil momento, ante esta 'guerra irregular y grave' que se está librando, somos soldados”.

El Gobierno lanzaba el pasado día 20 un mensaje directo a la ciudadanía que se resistía a seguir las medidas restrictivas del estado de alarma por el coronavirus Covid-19, advirtiendo de que hay “vigilancia por tierra, mar y aire”. Así lo trasladó, desde La Moncloa, José Ángel González, comisario principal y director operativo de la Policía Nacional y responsable técnico del Ministerio del Interior, después de señalar que “no nos podemos relajar” para poder frenar la expansión del Covid-19. Por su parte, el jefe de Estado Mayor de la Defensa (Jemad), general Miguel Ángel Villarroya, agradeció el comportamiento “como soldados” de los ciudadanos que afrontan “con disciplina” las medidas de confinamiento que fijan el estado de alarma. “Están todos comportándose como soldados en este difícil momento”, declaró Villarroya ante esta “guerra irregular y grave” que se está librando. El general comenzó su alocución afirmando: “Sí, hoy es viernes en el calendario, pero, en estos tiempos de guerra o crisis, todos los días son lunes. El esfuerzo no cesa por el día del calendario”. Y continuó: “Ayer hablé de disciplina en esta rueda de prensa; tengo que felicitar a todos los españoles por la disciplina que están mostrando todos los ciudadanos, comportándose como soldados en este difícil momento”. Y mostró la presencia de un total de 2.640 efectivos de las Fuerzas Armadas en 55 ciudades españolas, apoyando diferentes servicios sociales, la instalación de infraestructuras temporales y realizando tareas de reconocimiento de necesidades, de presencia y de desinfección. “Este despliegue advirtió el general– se mantendrá el tiempo que sea necesario para realizar su función, ni más ni menos, en los puntos que se han considerado, incluido en Cataluña, pese a las críticas de los sectores independentistas”.


En un país cuyos habitantes se hallan sumidos y enclaustrados en sus casas desde el 14 de marzo, las palabras de aliento militar del Jemad provocaron, sin embargo, reacciones de diversa índole. “¿Hay ya club de fans del general Villarroya?”, se pregunta una periodista tras la icónica frase del mando del Ejército en la rueda de prensa. “Nunca me hubiera imaginado a mí mismo en la vida, celebrando a un JEMAD en un discurso”, dice por su parte José Miguel Contreras, periodista y comentarista político. E Íñigo S. Ugarte advierte sorprendido que “en esta crisis, el lenguaje bélico es habitual entre los políticos y hasta cierto punto inevitable. Pero lo del general Villarroya empieza a ser un poco cargante. Empezar su intervención con un ‘sin novedad en el frente’ resulta alarmista y un tanto penoso”. Otros usuarios tampoco empatizaron con las palabras de Villarroya: “Qué pronto cae esta gente en la tentación del discurso belicista”, comenta uno de ellos a través de Twitter. El despliegue de cerca de 3.000 miembros de las Fuerzas Armadas, incluyendo la autonomía de Cataluña, y las palabras de Villarroya de que se mantendrían “el tiempo que fuera necesario para realizar su función”, provocaron la reacción y protesta de las autoridades catalanas. El representante del Jemad comenzó su alocución afirmando que “hoy es viernes en el calendario, pero, en estos tiempos de guerra o crisis, no cesa por el día del calendario”, como lo demostró la presencia de las Fuerzas Armadas en 55 ciudades españolas, apoyando diferentes servicios sociales y realizando tareas de reconocimiento de necesidades, de presencia y de desinfección.

Santiago Alba Rico: “No creo que todos seamos soldados. Tenemos que ser ciudadanos responsables”.

Santiago Alba Rico, filósofo y escritor nacido en 1960 en Madrid, vive desde hace cerca de dos décadas en Túnez, donde ha desarrollado gran parte de su obra.  Le sorprendió el estado de alarma en una pequeña localidad de Ávila y allí continúa, alejado de su residencia habitual en Túnez. Él y Yayo Herreno firmaban el pasado domingo un artículo en CTXT titulado “No es una guerra, es una catástrofe” en el que sostienen que para esta batalla no se necesitan soldados, sino ciudadanos; y esos aún están por hacer. La catástrofe es una oportunidad para ‘fabricarlos’. “En nuestro país aseguran ambos–, al mismo tiempo que se desplegaba el Ejército en algunas ciudades, hemos visto al portavoz de Sanidad, Fernando Simón, escoltado en las ruedas de prensa por el JEMAD, el general Villarroya, cuyas intervenciones adoptan muchas veces el tono de una arenga de trinchera: habla de una ‘contienda bélica’ y de una ‘guerra irregular’ en la que todos ‘somos soldados’, invocando una ‘moral de combate’ y reivindicando los ‘valores militares’ para afrontar la amenaza colectiva. Pero, digámoslo con toda claridad: lo que estamos viviendo no es una guerra, es una catástrofe en la que puede ser necesario movilizar todos los recursos disponibles para proteger a la sociedad civil, incluidos los equipos y la experiencia del Ejército. Pero el hecho de que una catástrofe exija tomar medidas de excepción no autoriza a emplear sin peligro una metáfora que, como todas, transforma la sensibilidad de los oyentes y moldea la recepción misma de los mensajes. Llamar a las cosas por otro nombre, si no estamos haciendo poesía, si estamos hablando, además, de cuidar, curar, repartir y proteger, puede resultar una pésima política sanitaria; una pésima política. Ahora que estamos afrontando la realidad –frente al mundo de ilimitada fantasía en que habíamos vivido en Europa las últimas décadas, no deberíamos deformarla con tropos extraídos del peor legado de nuestra tradición occidental. Como marco de apelación, interpretación y decisión, la metáfora de la guerra –salvo que la utilicen los médicos y los sanitarios abrumados por las muertes que no pueden evitar– nos debe suscitar una enorme preocupación”.


“Guerra, ¿contra quién? –siguen ambos preguntándose– ¿Quién es el enemigo? En cuanto pronunciamos la palabra ‘guerra’ comparece ante nuestros ojos un humano negativo que merece ser eliminado. Con esta metáfora de la guerra, en efecto, ocurre algo paradójico: se humaniza al virus, que adquiere, de pronto, personalidad y voluntad. Se le otorga agencia e intención y se deshumaniza y criminaliza a sus portadores que, en realidad, son las víctimas. El enemigo de este desafío sanitario, si se quiere, está potencialmente dentro de uno mismo, lo que excluye de entrada su transformación en objeto de persecución o agresión bélica. Por eso, esta resbaladiza idea de ‘guerra’ da razón sin querer a los que, llevados de un pánico medieval, acaban convirtiendo en enemigos a los portadores del virus, olvidándose de que ellos mismos –al menos potencialmente– también lo son. Sólo se puede hacer la guerra entre humanos y a otros humanos y, si hay que ‘guerrear’ contra el virus, acabaremos haciendo la guerra contra los cuerpos que lo portan o, lo que es lo mismo, contra la propia humanidad que queremos bélicamente proteger. En estado de ‘catástrofe’ es sin duda muy necesario ‘reprimir’ severamente, como se hace con los transgresores del código de circulación, a quienes violan el confinamiento, poniéndose en peligro a sí mismos, a sus vecinos y al sistema sanitario en general, pero ni siquiera esos pueden ser los ‘enemigos’ de una ‘contienda bélica’, salvo que queramos confundir, en efecto, el virus con sus potenciales portadores, y generar, además, una ‘guerra’ civil entre los potenciales portadores. Pero, ¿vale el discurso del enemigo para atajar el efecto de un virus? Los seres humanos somos vulnerables y frágiles. Nuestra historia ha estado y está atravesada por la enfermedad y la exposición al hambre, los virus y el abandono. Hemos sobrevivido construyendo relaciones con la naturaleza y entre las personas para tratar de minimizar el riesgo y la inseguridad. El cuidado y la cautela, el apoyo mutuo, la cooperación, la sanidad y educación pública, las cajas de resistencia, el reparto de la riqueza han sido los inventos que han ido poniendo las sociedades en marcha –de forma marcadamente desigual e injusta en ocasiones– para asumir y bregar con el inconveniente de que la vida transcurra encarnada en cuerpos que son frágiles y vulnerables e incapaces de vivir en solitario.


“Construir economías y políticas sobre la fantasía del ser humano, como un ser sin cuerpo y sin anclaje en la tierra que le sustenta es lo que genera una guerra contra la vida, contra los ciclos, contra los límites, los vínculos y las relaciones. Construir economías y políticas sobre la fantasía del ser humano, como un ser sin cuerpo y sin anclaje en la tierra que le sustenta es lo que genera una guerra contra la vida, contra los ciclos, contra los límites, los vínculos y las relaciones. En los momentos de bonanza se esconden e invisibilizan, restándoles valor y despreciando, precisamente las tareas, oficios y tiempos de cuidado que solo se hacen visibles en las catástrofes y en las guerras. La guerra, violencia armada, es precisamente la negación del cuidado, masculinidad errada, justificación del sacrificio de vidas humanas en aras de una causa superior. Ahora bien, no debemos olvidar que aquí la ‘causa superior’ es precisamente la salvación de todas y cada una de las vidas humanas en peligro. No se trata de dar virilmente la vida por la causa gritando viva la muerte, sino que la causa es el mantenimiento de la propia vida. No existirá una victoria final que dependerá de la disciplina y de la conversión en soldados, como señalaba en su comparecencia el General Villarroya. El sacrificio al que se apela, tanto en la catástrofe como en la retaguardia de cualquier guerra, no es más que la intensificación de la lógica del cuidado, de la precaución, del sostenimiento cotidiano e intencional de la vida en tiempos de catástrofe, que son los mismos esfuerzos que hay que hacer para sostenerla cotidianamente. En toda guerra, decía Simone Weil, la humanidad se divide entre los que tienen armas y los que no tienen armas, y estos últimos están siempre completamente desprotegidos, con independencia del bando o la bandera. En el estado de catástrofe actual, los españoles, todos potencialmente víctimas del virus, se dividen, en cambio, entre los que no pueden hacer confinamiento y los que sí pueden hacer confinamiento o, si se prefiere, entre los que se exponen más o se exponen menos al virus. Los que se exponen más al virus –el personal médico, los transportistas, las cajeras de supermercado, las limpiadoras y cuidadoras, etc.– ni tienen armas ni se pelean entre sí con el propósito de proteger a los ‘suyos’. Al contrario de lo que ocurre en las guerras, este ‘anti-ejército desarmado’ –provisto solo de microscopios, termómetros, bayetas, manos y sentido del deber– ni se hace la guerra ni se la hace a los que están encerrados en sus casas, menos expuestos y completamente desarmados. Es, como dice Leila Nachawati, exactamente lo contrario: se exponen para protegernos a todos, a sabiendas de que de esa forma también se protegen a sí mismos y al orden civilizado del que dependen y que depende de ellos. Por eso debemos admirarlos y apoyarlos; y por eso es una irresponsabilidad inmoral y suicida incumplir la normativa sanitaria. Pero si hay una situación distante de la guerra –en su temperatura ética, anti-identitaria y ‘universal’es precisamente la catástrofe que estamos viviendo. En todo caso, lo que opera en contra de la ‘causa superior’ –la salvación de todas y cada una de las vidas humanas en peligro– son las medidas económicas tomadas en la última década y las políticas que ahora es necesario corregir a toda prisa para proteger a los socialmente vulnerables. En este sentido, y allí donde la responsabilidad individual y la institucional, donde lo común y lo público, se cruzan, nuestros políticos y nuestras élites económicas son más responsables –pues conjugan ambas condiciones– que los ciudadanos privados”.

El jefe del Estado Mayor de la Defensa, Miguel Ángel Villarroya, en la Moncloa.

“No es una guerra concluyen Santiago Alba Rico y Yayo Herrero– , es una catástrofe. Es verdad que para dos generaciones de europeos (en otros sitios la verdadera guerra es su normalidad cotidiana) esta paliza de realidad es lo más parecido a un conflicto bélico que hemos vivido. Pero la crisis del coronavirus es, en sustancia, lo contrario de una guerra. Lo que también merece un análisis en profundidad. Lo real no se nos ha presentado como mala voluntad o identidad belicosa sino como contingencia impersonal adversa en un contexto capitalista que (aquí sí está justificada la metáfora) lleva años haciendo la guerra a la naturaleza, los cuerpos y las cosas. Es la ‘impersonalidad’ no bélica de la catástrofe capitalista la que hay que revertir y transformar: por eso es tan importante esta convergencia trágica de responsabilidad individual e institucional que nos muestra ahora la importancia de los cuidados personales y colectivos. El fin del capitalismo puede estar acompañado de guerras, pero no será una guerra: su anticipo y su metáfora, como colofón de su dinámica interna de ilimitación incivilizada, es este ‘virus’ sin cara y replicante que aparecerá una y otra vez, y cada vez más, en forma de ‘catástrofe’. Y, para esta batalla no se necesitan soldados sino ciudadanos; y esos aún están por hacer. La catástrofe es una oportunidad para fabricarlos. La imagen del ejército en la calle –y hasta la de un general en una rueda de prensa– puede estar justificada pero también inquieta, política y antropológicamente. Para que dejen de inquietar –y hasta nos alegremos de su presencia, si es que es realmente necesaria– sería indispensable que nuestros políticos (todos hombres, por cierto) dejen de inscribir su intervención en el marco de una ‘guerra’, de una ‘contienda bélica’’, de una recuperación de los ‘valores militares’. Sólo los médicos pueden hablar de ‘guerra’ y, en cuanto al espíritu de ‘sacrificio’, citado por el general Villarroya, quizás deberían ser las ‘madres’, y no los militares, las que nos diesen lecciones. Un amigo muy inteligente nos dice que necesitamos ejemplos movilizadores y épica salvífica. Es verdad. Pero esto no es una guerra, es una catástrofe. Bastante duro es afrontar una ‘catástrofe’ como para que, además de temer al virus, acabemos temiendo a nuestras co-víctimas y a los que están intentando protegernos... El ejemplo es el de ese hombre o mujer que, en el balcón de enfrente, a cuatro metros de distancia, descubre de pronto en su odioso vecino (al que hasta ayer estrechaba la mano con indiferencia o desagrado) una existencia afín y casi amiga a la que no puede abrazar. No deja de ser hermosamente paradigmático que sea en una situación de aislamiento social impuesta, cuando los besos y los abrazo se proscriben, cuando de repente conocemos los nombres de quienes viven en nuestro bloque, nos preocupamos de si tienen alimento o necesitan medicinas. Esto no es una guerra, repito, es una catástrofe…Venceremos sólo si no hay víctimas humanas. Venceremos quizás esta vez. Pero habrá que prepararse para la siguiente y esta sacudida que reordena las prioridades puede ser un entrenamiento crucial”.

      El coronavirus aviva la guerra fría.

Juan Antonio Casaluga, en un artículo aparecido en Nuevatribuna.es, nos recuerda lo que nos puede deparar esta pandemia: un mundo menos abierto, fin de la globalización, mayor dominio de China y debilitamiento del liderazgo norteamericano. “Algunos dirigentes mundiales –escribe– han acudido a la terminología bélica para referirse a la lucha contra el coronavirus. Resonancias churchillianas se han escuchado en Macron, en Sánchez o en Conte. Menos en Merkel, siempre más comedida. No en Trump, que ha vuelto a dar buena muestra de su incontinencia y su imprudencia. (…) En el centro de la tormenta se sitúa China. La pandemia ha vuelto a tensar las relaciones entre las dos superpotencias. En buena parte del mundo occidental se observa un reconocimiento medido de la actuación china. En la administración Trump, sin embargo, se ha preferido optar por el espíritu combativo de la guerra fría. Desde el absurdo término de “virus chino” empleado por el lenguaraz presidente, hasta los reproches directos o velados de algunos de sus colaboradores. El secretario Pompeo acusó a Pekín de ‘provocar un riesgo para su pueblo y para todo el mundo’. Steve Bannon, el otrora ultraderechista jefe propagandístico luego despedido, dijo que, en realidad, Trump se equivoca: no es “virus chino”, sino “virus comunista chino” (...). Lo curioso del caso es que Washington y Pekín comparten un historial de positiva colaboración en materia de pandemias. Al comienzo de la crisis, parecía que se iba a seguir en la misma línea. Trump charló cordialmente por teléfono el 7 de febrero con Xi Jinping y le ofreció la ayuda del Centro de prevención de enfermedades. Pero algo ya se había torcido horriblemente unos días antes. Comenzaron los cruces de reproches y amenazas y el postureo nacionalista por ambas partes (…) Otros analistas más templados tratan de ofrecer una visión más allá de la angustia actual sobre cómo el Coronavirus cambiará el mundo. Una docena de expertos en relaciones internacional ofrecen un diagnóstico ligeramente pesimista: un mundo menos abierto, fin de la globalización en su estado actual, mayor dominio de China, más estados fallidos y debilitamiento del liderazgo norteamericano. Pero también se hace virtud de la necesidad y se predice un renovado sentimiento de resistencia, la reinvención de empresas y sectores, la urgencia de diseñar nuestras estrategias de convivencia mundial y una optimista invocación de cada cual a sacar lo mejor de sí mismos. Lo que Macron, Sánchez y Conte, por citar sólo a los líderes europeos más agobiados, han tratado de hacer desde ya mismo”.


Fotomontajes, imágenes y fotos sorprendentes:

Agentes de la Policía local de Algaida (Mallorca) cantando y animanado a los vecinos. 

Esto no es un montaje ficticio, sino real. La tarde del sábado, 21 de marzo, un grupo de agentes de la Policía Local del municipio de Algaida (Mallorca) hizo sonar sus sirenas para que los vecinos salieran a sus ventanas y balcones. Uno de los agentes, que era cantante del grupo mallorquín Ses Bubotes, salió de su vehículo y preguntó a la gente: "¿Tenéis ganas de cantar con nosotros? Pues ¡vamos!"


Y el policías, guitarra en mano, comenzó a cantar “En Joan petit quan valla” (Cuando baila el pequeño Juan). Acompañado por las palmas y el baile de sus compañeros policías, los vecinos, desde las puertas y ventanas, corearon la canción. El espectáculo se repitió en Pina y en otros pueblos y ciudades de la isla. El vídeo se hizo viral en Twitter y en las redes, dando la vuelta al mudo hasta tal punto que Ivanka Trump, la hija del presidente norteamericano, lo compartió en sus cuentas personales. “Un vídeo increíble que nos llega desde Mallorca, España escribió en el breve texto con el que se acompaña el vídeo– ¡Gracias a los hombres y mujeres que destacan en la aplicación de la ley en todo el mundo!”. El municipio mallorquín de Algaida cuenta con unos 5.600 habitantes y está ubicado en el interior de la isla.

Buenafuente: “Cuando salgamos, va a haber tantas ganas de contacto que hasta Rufián y Abascal se van a abrazar”.

Late Motiv celebró el martes pasado una nueva entrega del programa con su presentador y colaboradores habituales desde casa, dedicando el espacio a “las vecinas y vecinos solidarios”. Confinado en su hogar junto a su familia, Andreu Buenafuente bromeó sobre cómo será el mundo y cómo estaremos nosotros cuando el encierro acabe. “Cuando salgamos, va a haber tantas ganas de contacto físico que hasta Rufián y Abascal se van a querer dar un abrazo”, afirmó.

Cambio de banderas.

En las películas los gringos salvan al mundo, en la vida real son los cubanos. 

La pandemia también se llama religión, y se cura leyendo.





Deberían dejar sus plazas públicas de camas hospitalarias y curarse con sus banderitas, misas, toros y muñecos. Son los PP 'Virus' que desviaron el dinero público a la sanidad cortijera de los chiringuitos de sus amiguetes. Ahora, los hipócritas salen de la cloaca para criticar, cuando deberían ser los primeros en abandonar sus plazas de camas de los hospitales públicos.

¡Que la resistencia de los Galos nos contagie!





Horas más tarde, el rey Felipe, visitaba el hospital de campaña de IFEMA, con semblante serio y con mascarilla y guantes, siguiendo atentamente las explicaciones del personal sanitario encargado de la gestión de este hospital. Don Felipe realizó un recorrido por las instalaciones, excepto por los espacios ya ocupados por pacientes Por su parte, la reina Letizia, canceló su agenda pública y se mantiene en cuarentena tras su acto con Irene Montero del pasado 6 de marzo. La ministra de Igualdad dio positivo en coronavirus, y, aunque los reyes se hicieron la prueba y ésta dio negativa en Covid-19, Letizia decidió anular todos sus actos por prevención.

¡Fuerza, no estás solo, Dani! (A Dani Rovira, tras anunciar que tiene cáncer).


El Jueves. Todas las monjas de una residencia de mayores en Madrid se han ido, abandonando a los residentes. ¡Todo muy cristiano!


1.500 profesionales sanitarios enferman diariamente de Coronavirus en España. Ya hay muertos en nuestras filas. Somos profesionales sanitarios, no mártires. Basta. (Texto y viñetas de Mónica Lalanda).

La UE se ha subido a un árbol.

Alemania y Holanda frenan un plan conjunto europeo y se niegan a que se utilicen ya recursos comunitarios. Los holandeses dijeron: “Ellos (Italia) admiten a personas en UCI que nosotros no incluiríamos porque son demasiado viejas”.

Distancia de seguridad entre mininos en un tejado.




El humor en la prensa de esta semana: El Roto, Peridis, Eneko, Pat, Manel F., Vergara,  Atxe, Malagón, Luis Cifer, Enrique…  













Oposición laboral.
La caída.

 Tiempos modernos.


 Echo de menos el fútbol.
 La unión.
 La chispa.

 El pollo.







Pep Roig, desde Mallorca, sugiere un aplauso extensivo a otros como repartidores, estanqueros y a todos aquellos que siguen con su labor de más llevadero el problema. Y añade: Olvido interesado o ignorancia, Sigamos, País de expertos en materia, Es la guerra, Carroñeros.…







Los vídeos del momento.

Declaraciones general Villarroya el 19 de marzo de 2020

Declaraciones general Villarroya el 20 de marzo de 2020

El Rey visita el hospital de campaña de Ifema

¿Qué le hace el coronavirus al cuerpo? | BBC Mundo

EL Cazador de Cerebros - Entrevista a Luis Enjuanes sobre el Covid-19

La voz de Iñaki Gabilondo | 25/03/20 | Y en medio del drama, los buitres


Si bien la canción 'Resistiré' se ha alzado como himno ante la pandemia, un grupo de 16 artistas han compuesto 'Quédate en casa', una canción que es ya el himno oficial del festival 'Yo Me Quedo En Casa'.

Polònia - Polònia - 26/03/2020

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