Puigdemont y la ruleta rusa.
David Torres escribe en
Público que, puesto que derribar el gobierno de coalición de Pedro Sánchez no
está nada fácil, “Puigdemont y sus mariachis han decidido echar una mano. Han
votado no a la ley de la amnistía animados por el mismo instinto suicida con el
que yo envidaba órdago a la grande con dos pitos, cuatro y siete en mis tiempos
de jugador de mus. No se sabe si es por mantener el suspense, por acrecentar la
tensión o por seguir corriendo en esa loca huida hacia adelante… Probablemente
sea un poco de todo, suspense, tensión y diversión, un cóctel que Puigdemont
sirvió en bandeja al proclamar una república catalana de quita y pon, una
república de ocho segundos que estableció un nuevo récord mundial en las Olimpiadas
del republicanismo. Decir sí y luego no, ya sea a la amnistía o a la
independencia, demuestra una inusitada fortaleza de carácter y también, por qué
no decirlo, cierta cautela ante la posibilidad del triunfo. A fin de cuentas, a
ver qué diablos iba a hacer Puigdemont con la independencia, no digamos ya con
una república donde él fuese presidente. Es mucho más emocionante continuar
soñándola, persiguiéndola igual que el Coyote al Correcaminos o que un perro
ladrando detrás de un coche.
“Ya que se trata de que
el tiovivo no deje de dar vueltas, con su negativa a la amnistía, Junts le ha
dado a la justicia la oportunidad de desempolvar la trama rusa: una
conspiración en la que un enviado del Kremlin les prometió a los asesores de
Puigdemont ayuda económica e incluso diez mil soldados para que declarasen la
independencia de Catalunya. Al parecer, la idea era fundar una sucursal de
Suiza entre los Pirineos y la línea del Ebro, un paraíso exclusivo para
millonarios rusos hecho a base de criptomonedas, escalivada y barretinas en
lugar de maletines repletos de billetes, queso, chocolate y relojes de cuco.
Para redondear la jugada, aquella tenebrosa reunión tuvo lugar en octubre de
2017, primer centenario de la Revolución Soviética, una efeméride que evoca la
célebre sentencia de Karl Marx: lo que sucede como tragedia se repite como
farsa y a veces incluso como fabada.
“No es casualidad que el
juez que ha vuelto a destapar esta teoría -digna de una secuela de James Bond
protagonizada por Anacleto, agente secreto- se apellide Aguirre. Los
magistrados y los servicios de contrainteligencia españoles no paran de
trabajar, sobre todo a la contra y en el extranjero, ya que en España todavía
no han sido capaces de descubrir quién coño andará detrás del misterioso epígrafe
‘M. Rajoy’. Por lo visto, el objetivo final de Putin era desestabilizar Europa,
que no le parecía bastante desestabilizada después del Brexit hasta el punto de
que pretendía enviar diez mil sobrinos a Catalunya en una versión moscovita y
descafeinada de los cien mil hijos de San Luis.
David Torres termina así
su artículo: “A Putin se le ha acusado de muchas cosas, desde colocar a Trump
en la Casa Blanca a interceder a favor de Daniel Craig para que James Bond
pareciese un hijo suyo. La última vez que intentaron demostrar que Puigdemont
era un espía ruso fue cuando Cospedal cayó en una broma que le gastaron dos
humoristas desde la agencia Sputnik. De momento, la amnistía, igual que la
independencia catalana, viene también en diferido y en forma de simulación,
aunque parece que Puigdemont esté jugando él solo a la ruleta rusa en cada
votación. Lo mismo se pega un tiro, sí, pero anda que no es emocionante”.
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