viernes, 30 de mayo de 2008

30 de mayo. Mentiras y "verdades" de la publicidad.

Esta mañana, al instalar en un rincón las hojas de un periódico caduco para que mis gatos depositen sobre ellas sus deposiciones y eliminen sus orines –lo hacen con placer sobre letra muerta e incluso se atreven con la prensa del día si la necesidad les apremia–, pude observar sobre una doble página la claridad y atractivo publicitario de unas frutas vendidas en un supermercado. Coloreaban y apetecían aquellas maravillosas frutas fotografiadas e impresas, sublimando las de la propia realidad. Porque, cada vez que he acudido a dicho establecimiento en busca de las mismas, he sufrido la misma decepción por el engaño. En directo y ante mis ojos, aquellas frutas no tenía nada que ver con las anunciadas en el periódico. Lo que me hace reflexionar sobre la gran mentira en la que se sostiene la publicidad. Una publicidad que, al ser parte del sostén de los periódicos que leo, me hace dudar continuamente sobre la objetividad e imparcialidad de los mismos.

En efecto, desconfío de cualquier anuncio publicitario presentado, incluso de los que acaparan premios. Es más, creo que el hecho de ser aceptados por cualquier medio, por muy serio que sea, lo condiciona y, en cierta manera, desprestigia. Para mi, el mejor producto es aquel que no precisa de la publicidad en prensa, radio o televisión, sino que es promocionado de boca en boca. O, lo que es lo mismo, el que no precisa de dichos medios para darse a conocer. Y, de igual manera, la mejor noticia es la que no precisa de patrocinadores, ni de propaganda partidista, ni de métodos promocionales para darse a conocer. Porque, ya se sabe, éstos, supeditados a la publicidad, viven y crecen gracias a los anunciantes que los pagan y a los publicistas que viven de ellos. Lo malo del caso es que las noticias, sin los medios de comunicación, no se propagan a su velocidad acostumbrada. Lo que presenta una doble alternativa: o se acepta la inmediatez de las mismas, con todos los condicionamientos que la publicidad lleva consigo, o la circulación lenta y torpe de las noticias puede suponer su estancamiento o pérdida de las mismas, aunque sin el peligro de su manipulación. Aunque, ¿quién sabe?, también éstas son capaces de aliarse a su paso con cualquiera...

Porque la publicidad, en general, tiene mala fama. A todas horas del día te bombardean con ella desde cualquier medio. Y ya se sabe: cuanto más se repite, más creíble se hace. Es lo que, al menos, Goebbels, ministro de propaganda nazi, creyó y demostró. Para él una mentira mil veces repetida se convertía en una verdad.

2 comentarios:

Daniel Hermosel Murcia dijo...

No me meteré demasiado con la publicidad, que al fin y al cabo trabajo para una agencia, aunque sea de publicidad en recuros humanos. Pero en una sociedad donde todo está en venta, la guerra comercial arrasa con todo.

Por cierto el enlace que tienes en la derecha a La Cicatriz no funciona.

Saludos

Anónimo dijo...

"No compre aquí, vendemos muy caro"
Así reza el cartel perpetuo de la famosa zapateria "los guerrilleros" en la puerta del sol madrileña. No lejos de allí, en la plaza de los mostenses, una conocida tienda de ultramarinos se denomina "el sol sale para todos" Extraño nombre para un comercio. Quizá sean reclamos, más que anuncios. Los caballos de los picadores (y perdón por la metáfora taurina) llevan parches en los ojos, sin duda para que no vean lo que se les viene encima. En todo caso, es seguro que lo intuyen. Del mismo modo los individuos estamos indefensos ante las embestidas publicitarias, y como ocurre con los caballos, quizá protegerse empeore aún más las cosas, y aumente el desasosiego. Por ello quizá la comparación cibernetica resulte más apropiada. Nuestro cerebro dispone de una papelera de reciclaje cuyos contenidos se eliminan de cuando en cuando, liberando espacio. De nosotros depende tirar la basura.
chiflos.