domingo, 4 de octubre de 2009

El duro despertar, tras la corazonada de las Olímpiadas, y otros desvelos.


Falló la corazonada de Gallardón.

Hace varios días, decía César Calderón en su blog Netoratón 3.0: “Si por una de esas improbables casualidades que rigen el funcionamiento de ese club de ociosos llamado ‘Comité Olímpico Internacional’, Madrid se lleva las olimpiadas de 2016, será sin duda un éxito de Alberto Ruiz Gallardón, de Esperanza Aguirre y, por extensión, de Rajoy. En cambio, si como todo indica, ganan Chicago o Río de Janeiro, que no les quepa duda de que la culpa será de Zapatero. Faltaría más”. Pero, hasta el último momento, Gallardón confiaría en su presentimiento.


El apoyo masivo en la capital de España una semana antes de anunciarse el ganador, no sirvió de nada. Madrid se quedaba afuera.


Madrid perdió frente al Brasil y, de la corazonada de Gallardón, pasamos a una fuerte decepción. El presidente del PP, el miércoles pasado, al escaquearse con ironía ante la clásica pregunta sobre la trama de corrupción de su partido, tenía él también todas sus esperanzas. Acosado por las últimas informaciones sobre el “caso Gürtel” en Valencia, don Marianito contestaba con su típica ironía gallega: “En Valencia como todos los españoles, apoyan la candidatura de Madrid 2016 y se van a llevar una alegría”. Ese mismo día Rajoy concluía su intervención en la sesión de control del Congreso alrededor de las 09.15 horas. Luego, estuvo reunido en el despacho con algunos de los más destacados dirigentes de su partido: Soraya Sáenz de Santamaría, Ana Mato, Esteban González Pons… María Dolores De Cospedal se unía a dicha reunión sobre las 12.00 horas. Y, cuando al fin, poco antes de las 13 horas, se disponía a abandonar el Congreso, unos periodistas le preguntaron sobre las posibilidades de Madrid para acoger los Juegos Olímpicos de 2016. Rajoy reconoció que no era nada fácil hacerse con ellos, y menos aún con la competencia del presidente de EEUU, Barack Obama, y la del presidente brasileño, Lula da Silva, que defendían las aspiraciones de Chicago y de Río de Janeiro. Destacó, no obstante, que, a la cabeza de la delegación española, acudía el Rey y recalcó que tenía confianza en sus posibilidades, toda vez que el trabajo hasta aquel momento se había “hecho bien”. “Se ha dado la batalla –reconoció– y ojalá tengamos suerte”. No en vano, el mismo viernes, se desplazaba a la capital danesa para formar parte de la delegación española y trasladar su apoyo. Pero esta vez ni su esperada suerte, ni la presencia del Rey Juan Carlos, ni la del presidente del Gobierno, ni la del propio presidente del PP, pudieron con el descontrolado azar que, una vez más, se había vuelto loco, despreciando la esperanza española.


Madrid, de la corazonada a la decepción.


Frases como “vamos a ganar sin duda”, “nadie tiene bazas tan positivas”, “somos los mejores” y otras similares no salieron sólo de Gallardón, necesitado de este premio, sino de todos y de cada uno de los representantes españoles, burlados por la elección de 140 variopintos personajes de 73 nacionalidades diferentes, de los cuales sólo 42 habían disputado unos Juegos. Con el apoyo de cientos de miles de madrileños e imbuido por una ola de optimismo oficial hispánico, Gallardón estaba más que convencido de que, al menos oficialmente, nos los llevaríamos. Pero las circunstancias nos fueron –helàs– adversas y nos quedamos con un palmo de narices.


Con esa cara se quedaba Gallardón.


El masivo apoyo popular, la presencia de los deportistas –sólo fallaron Gasols y Nadal– y el innegable nexo de todas las facciones políticas y administrativas no habían servido, en este caso, de nada. Brasil había frustrado los planes de la España soñadora.



El abrazo del ganador, Lula, al que le llegó su hora, y del perdedor, Zapatero, quien reconoció su derrota.


Pero, olvidémonos de ese amargo trago de quienes esperaban hacerse con los Juegos y sigamos con la crónica de esa tarde del miércoles en la que Rajoy se desplazó por la carretera de Valencia al encuentro con Camps. Unas horas después, el presidente del PP se citaba con el de la Comunidad Valenciana en el Parador de Alarcón (Cuenca). Y hablaron, mientras almorzaban. La polémica por las últimas revelaciones del caso “Gürtel” que apuntaban a una supuesta financiación irregular del PP valenciano, los había reunido en ese lugar. Sucedía justo el día en que la Fiscalía archivaba la querella presentada por Ricardo Costa, vicepresidente primero del Gobierno valenciano, contra los policías que elaboraron el informe sobre la supuesta financiación ilegal del partido. Los dos jefes “populares”, resguardados tras un biombo, intentaron no ser vistos ni oídos por el resto de clientes. La cita se celebraba en medio de una supuesta tensión existente entre Génova y Valencia. Superado el llamado “caso de los trajes”, Rajoy, siempre leal a sus amigos, abordaría el informe policial acusatorio de graves irregularidades financieras en el PP. Camps hablaría, en su defensa, del “montaje” de una nueva conspiración contra el PP. Las denuncias de posibles delitos de financiación ilegal y blanqueo de dinero publicadas en “El País” y “El Mundo” fueron inmediatamente rechazadas por él. Dolores de Cospedal había sido la primera en reclamar medidas “contundentes”. Dijeran lo que dijeran, tras ese encuentro, Rajoy, guardó un silencio cómplice que levantaría comentarios en su contra.



Rajoy y Camps, amigos inseparables ¿se enfrentaron o se apoyaron mutuamente?


Esa misma tarde, en Valencia, un periodista pregunta a Camps: ¿Hablaron Rajoy y usted de dimisiones en el PP de Valencia? Y Camps responde: “Esto…sí, pedimos una dimisión. Que dimita… Zapatero”. El presidente valenciano no parece estar dispuesto a cortar ninguna cabeza de su comunidad para atajar el escándalo de la posible financiación ilegal de su partido. Y Rajoy, desde la madrugada del 10 de marzo del 2008, momento en que pierde por segunda vez las elecciones generales frente a Zapatero, tampoco parece haberse enfrentado directamente con quien, le había especialmente apoyado. Convencido tal vez de que, antes o después, las cabezas valencianas terminarán rodando, dejó que fuera Camps quien comenzase el macabro juego, antes de que se hundiera definitivamente en la jungla. Y, desde la madrileña calle de Génova, dejaría a los suyos que hicieran de malos para quedarse al fin con la operación zanjada. Rajoy demostraba así su táctica sutil. Nunca matar a la primera; hacerlo lentamente, como sucedió con Bárcenas. Nunca presentarse ni como primero ni como el último de la fila. Su objetivo es siempre el de escalador imparable hasta alcanzar sus metas. Por eso, y por si acaso, tampoco quiso faltar en Copenhague, pese a que no sabía si sería un éxito o un fracaso. En el primer caso, quería formar parte del mismo. En el último, con un presidente de Gobierno como aquel, ya era de prever…



Rajoy, Camps y Costa.


En el pleno del Congreso, el ministro de Interior es preguntado por Ignacio Cosidó, diputado del PP, por el criterio seguido en la concesión de las últimas condecoraciones policiales. Cosidó acusa a Rubalcaba de no tener “el más mínimo pudor” por condecorar con las máximas distinciones a los agentes que “elaboraron los informes sobre la oposición, informes que llegan antes a los periódicos que a los juzgados”. Al mismo tiempo, arremete contra la Fiscalía por actuar con “criterios partidistas”. “Lo que quiere el ministro del Interior –apostilla– es parapetarse detrás de la Policía y no se lo voy a consentir”. Por el contrario, Alfredo Pérez Rubalcaba asegura que desconoce cuántos de los policías que investigan el caso “Gürtel” han sido condecorados. Pero que, si le hubieran consultado, habría dicho que los premiaran, “aunque sólo sea por las infamias que han aguantado” del PP sobre su trabajo. “En el Estado de Derecho –concluye Rubalcaba–, son los policías los que piden explicaciones a los presuntos delincuentes, no al revés. Y ustedes están en lo segundo, simplemente para tapar sus casos de presunta corrupción”.



Mientras tanto, Iniciativa del Poble Valencià presenta una denuncia al Fiscal General del Estado para que investigue si el Tribunal Superior de Justicia de la Comunitat Valenciana (TSJCV) ha ofrecido un trato de favor al president de la Generalitat, Francisco Camps, al archivar el caso “Gürtel”. Dicha denuncia es contra Juan Luis de la Rúa, amigo reconocido de Camps y demás personas que pudieran estar implicadas, por un posible delito de prevaricación. La acusación se basa en que “se han omitido y separado de las diligencias judiciales” informes de la Brigada de Blanqueo de Capitales que, según Iniciativa, “presentaban indicios racionales de una trama de financiación ilegal del PP en la Comunitat Valenciana”, algo que, para Mónica Oltra, portavoz de esta formación es “insólito en el sistema judicial”. Iniciativa añade “la estrecha e íntima amistad” que une a De la Rúa y a Camps y que, según el escrito presentado, se manifestó el 20 de septiembre de 2008, cuando Camps dijo: “Tendremos que buscar en el diccionario una palabra distinta para definir esta íntima y sentida relación que nos une”.




De la Rúa, juez y amigo de Camps.



Manel Fontdevila presenta: “El juez y, sin embargo, amigo” y “Regreso de Copenhague.




Territorio Vergara nos muestra “La batalla de Copenhague”



Kap, por su parte, ofrece “Le Chefs d’oeuvres du dessin d'humour” (Los maestros del dibujo de humor). Editado por Planète en 1968, se trata de un buen libro para añadir a la biblioteca si a uno gusta de los garabatos. No hace falta ni siquiera saber francés para disfrutar de los mismos en este volumen, aderezado con un interesante prólogo de Jacques Sternberg (para leerlo sí que se requiere dominio del idioma...) El buen amigo Bonil quedó tan impresionado por este libro que le ha dedicado un blog, donde uno puede catar las obras que se recogen en este volumen de 43 dibujantes franceses entre los que están André François, Bonnot, Barbe, Cabu, Chaval, Desclozeaux, Folon, Wolinski, Topor, Siné, Sempé, Reiser, Cardon, Bosc, Chaval, Gébé, Serre… y un largo etcétera. Autores que, en aquel momento, eran jóvenes promesas o dibujantes alternativos y que hoy son clásicos de la historia del humor. “Escogí a aquellos –nos dice Sternberg– que han comprendido que el humor es un arma de ataque, un grito de alarma en un desierto, una forma de desesperación, una sucursal del pánico y de lo insólito, el último peldaño, y que este humor no tiene absolutamente nada que ver con el chiste de temporada, el humor picante familiar o el chiste de esquina” (…) Están, pues “aquellos que hacen dibujo de humor y no caricatura”. Una antología que “invita más a soñar que a reír, (porque) el humorista será siempre un hombre que toma la vida con mirada trágica antes que tomársela en serio, como todo el mundo. Son los dibujantes que muchas veces corren el riesgo de convertirse en malditos y desterrados”.








Por último, dos dibujos de Pep Roig: “Infantilandia” y “Es que nos lo ponen a huevo…”





Y dos videos de Diariocrítico. El primero: Gallardón salva a Aguirre. La presidenta madrileña se libró de un buen tortazo gracias al alcalde.

El segundo: Gallardón y Madrid sin juegos. La corazonada no convence al COI.

1 comentario:

Anónimo dijo...

En Madrid, la prueba reina hubiera sido el salto de vallas, y como disciplina preolimpica la espeleologia. No hay problema: Nos quedamos con la infra----estructura.

Y si, ciertamente Gurtel cada vez se parece más a Filesa. Los dos grupos parlamentarios más importantes de este país también se copian los errores. De este modo la política consistiría en abrir brecha en el desacierto. Se redistribuyen las culpas, que nunca serán suficientemente juzgadas por la innovación de la autoría, y la eximente del derecho del turno para cometer la tropelía. Jamás se devuelve nada de lo saqueado. Así que: Vayanse todos pal carajo.
chiflos.