miércoles, 8 de septiembre de 2010

El mal despertar de un sueño feliz.

Messi, autor del gol contra España a los diez minutos del inicio.


Después de dos meses de disfrute de un título que imprime carácter, la selección española, acostumbrada al delirio de ser ganadora del Mundial de Fútbol, se sintió de repente humillada por la derrota propiciada por Argentina por 4-1. Exactamente sesenta días le duró el sueño de una larga noche de verano en el que se sintió la mejor del mundo. Aunque el aviso de Argentina le supo a amarga decepción.

No es que no lo hubiera advertido Del Bosque el lunes pasado: “Lo peor que le podría pasar el equipo es creerse los reyes del mundo por haber ganado un Mundial”. El técnico de la selección española explicaba que, a pesar de haber hecho historia, no hay que pensarlo demasiado. “Hemos acabado con el objetivo de ganar un Mundial –indicaba– y nos preparamos para revalidar el título europeo. No debemos aburguesarnos, porque tenemos por delante mucha responsabilidad”. El salmantino advertía que no había una selección "favorita" de cara al amistoso y apuntaba que, si España ha ganado el Mundial no ha sido sólo por la “calidad” del equipo sino gracias al "esfuerzo", que hicieron todos los jugadores durante el Mundial de Sudáfrica.

Millones de seguidores confiaban en que el buen hacer de la selección española superaría a los argentinos y, pese a ser un partido amistoso, vencería como había vencido a Portugal, Alemania, Holanda y otros equipos. Pero el equipo español, al que le acababan de conceder el Premio Príncipe de Asturias por su “espíritu de equipo, sencillez y compromiso con los valores del deporte”, se quedó desbordado por la apisonadora argentina, que contaba entre sus mejores jugadores a Messí –el último ganador del Balón de Oro–, Higuaín y a Agüero, futbolistas contratados igualmente por equipos españoles. Y, pese a que, en la segunda parte, los españoles mejoraron el partido, sólo consiguieron un gol y varios balones al poste de la portería argentina.

Después de la advertencia de México, que logró un empate con la España campeona del Mundial, Argentina nos volvía a derribar. Como San Pablo, camino hacia Damasco, nos volvimos a caer del caballo. El jugador que simbolizaba la caída era, esta vez, Pepe Reina, al que le metieron tres goles, uno de ellos, de la manera más tonta, tras un resbalón. Se acababa el sueño inmortal de gloria hispánica. Ahora, al fin, sabíamos que también nuestros jugadores son humanos y cometen fallos. También ellos son doblegados, derrotados y abatidos. La lección aprendida no debería olvidarse en vano. Las victorias no son eternas. Y al despertar, como en la vida, sabemos que no existen los vencedores absolutos.


2 comentarios:

Antonio Tello dijo...

Querido Santiago, si te dijera que estoy contengo con el resultado del partido te mentiría. De todos modos, no hay que darle mucha trascendencia.
La que se vio anoche es la verdadera selección argentina, la campeona olímpica de Beijing, y no la desvirtuada por la ignorancia de Maradona.
Muy probablemente, si hubiera ido esta Argentina al Mundial este partido se hubiera jugado en cuartos y quizás el resultado no hubiese sido el mismo, ya no lo sabremos. Pero quiero decirte algo, el verdadero triunfo de la selección española no fue sólo la de ganar la copa del mundo, sino demostrar que la belleza también es eficaz. Lo de anoche fue una anécdota, el resultado quizás fruto del error de pensar que se encontrarían con la Argentina de Maradona y se encontraron con la ARgentina del toque y la velocidad. Para mí fue un choque fratricida. Un fuerte abrazo

Sa ntiago Miró dijo...

Gracias por expresar tu opinión de argentino-español. Me quedo sobre todo con tu definición de "choque fraticida" de este encuentro al que yo tampoco le doy "mucha trascendencia"

Santiago Miró