16 de junio. Argentina: cuando el ex presidente suple a su esposa, la presidenta.
Cristina Fernández agarra el bastón de mando juntamente con su esposo, el ex presidente, afrontando la primera gran crisis.
La noche del 30 de marzo, la presidenta, Cristina Fernández, aconsejada por su esposo, el ex presidente Néstor Kirchner, se dirigía a los argentinos para despotricar contra el paro de productores agropecuarios. Fernández tachó la acción de éstos de “extorsión” y se burló de los todoterrenos de los huelguistas. Para ella, el paro patronal era un desafío político y desafiaba duramente a los huelguistas. Pero, en su huida hacia delante, no se imaginaba que sus palabras desencadenarían una protesta social en su contra. La presidenta afrontaba así un paro que dejaba a Argentina sin sus alimentos básicos: carne, leche, frutas, verduras... Quince días más tarde, se sentía obligada a pedir “humildemente” que se levantaran los cortes de ruta que impedían la llegada de los alimentos básicos a los centros de distribución. Y se quejaba de los insultos leídos en algunas de las pancartas mostradas en las rutas y en algunos blogs.
A primeros de junio, Cristina Fernández, cuya popularidad descendía en las encuestas, anunciaba un plan para desactivar el paro. El conflicto se había convertido en la mayor crisis política de los últimos años. Atizado por las declaraciones del ex presidente, el campo argentino se había levantado en pie de guerra contra el Gobierno. Kirchner, vocero presidencial, no dejó de acusar de golpistas a los huelguistas e interpretó su protesta como un desafío político que pretendía obligar al Gobierno de su esposa a variar la política económica marcada durante su mandato (2003-2007).
Por su parte, Cristina Fernández había dejado que su esposo y, a la vez, presidente del Partido Justicialista, ofendiera y soliviantara a los huelguistas. Preocupada por la imagen que esta huelga le provocaba, saltó de nuevo a la palestra y, rodeada por todo su Gabinete, anunció la buena nueva, desmintiendo al anterior presidente, Néstor Kirchner. Su discurso no se parecía en nada al mantenido por él. Por lo visto, había aprendido del ejemplo de Hillary Clinton, marcada muy de cerca por Bill, su esposo, igualmente ex presidente, quien perjudicara con su discurso más que beneficiara a su mujer. Clinton había perdido la candidatura a la presidencia porque eligió las estrategias y a las personas equivocadas. Fernández trató de corregir los fallos y aseguró que se trataba de “defender la soberanía alimentaria de los argentinos”. Ante un Kirchner ausente en las imágenes, pidió perdón por “si alguien se había sentido ofendido por una palabra o un gesto” e hizo un llamamiento a todos a “trabajar en paz”.
Pero, una semana más tarde, los productores agrarios no parecen haberse movido un centímetro de su postura, adoptada al iniciarse el paro el pasado 10 de marzo. El conflicto, que lleva ya 96 días, ha vuelto de nuevo a recrudecerse, con carreteras bloqueadas que impiden el paso de camiones cargados con grano. La Gendarmería Nacional decidió levantar por la fuerza el piquete sobre la ruta 14 y detuvo a 19 personas. Entre ellas, se encontraba Alfredo De Angeli, líder de la Federación Agrafia de Gualeguaychú, símbolo y la cara mediática de la protesta agraria en contra del Gobierno de Cristina Fernández, liberado cuatro horas después. De Angeli declaró, tras su liberación, que la protesta sigue.
Mañana: (y II) El Gobierno argentino se cierra en banda.
A primeros de junio, Cristina Fernández, cuya popularidad descendía en las encuestas, anunciaba un plan para desactivar el paro. El conflicto se había convertido en la mayor crisis política de los últimos años. Atizado por las declaraciones del ex presidente, el campo argentino se había levantado en pie de guerra contra el Gobierno. Kirchner, vocero presidencial, no dejó de acusar de golpistas a los huelguistas e interpretó su protesta como un desafío político que pretendía obligar al Gobierno de su esposa a variar la política económica marcada durante su mandato (2003-2007).
Por su parte, Cristina Fernández había dejado que su esposo y, a la vez, presidente del Partido Justicialista, ofendiera y soliviantara a los huelguistas. Preocupada por la imagen que esta huelga le provocaba, saltó de nuevo a la palestra y, rodeada por todo su Gabinete, anunció la buena nueva, desmintiendo al anterior presidente, Néstor Kirchner. Su discurso no se parecía en nada al mantenido por él. Por lo visto, había aprendido del ejemplo de Hillary Clinton, marcada muy de cerca por Bill, su esposo, igualmente ex presidente, quien perjudicara con su discurso más que beneficiara a su mujer. Clinton había perdido la candidatura a la presidencia porque eligió las estrategias y a las personas equivocadas. Fernández trató de corregir los fallos y aseguró que se trataba de “defender la soberanía alimentaria de los argentinos”. Ante un Kirchner ausente en las imágenes, pidió perdón por “si alguien se había sentido ofendido por una palabra o un gesto” e hizo un llamamiento a todos a “trabajar en paz”.
Pero, una semana más tarde, los productores agrarios no parecen haberse movido un centímetro de su postura, adoptada al iniciarse el paro el pasado 10 de marzo. El conflicto, que lleva ya 96 días, ha vuelto de nuevo a recrudecerse, con carreteras bloqueadas que impiden el paso de camiones cargados con grano. La Gendarmería Nacional decidió levantar por la fuerza el piquete sobre la ruta 14 y detuvo a 19 personas. Entre ellas, se encontraba Alfredo De Angeli, líder de la Federación Agrafia de Gualeguaychú, símbolo y la cara mediática de la protesta agraria en contra del Gobierno de Cristina Fernández, liberado cuatro horas después. De Angeli declaró, tras su liberación, que la protesta sigue.
Mañana: (y II) El Gobierno argentino se cierra en banda.
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