lunes, 2 de junio de 2008

2 de junio. Los tropiezos del Rey y de Fidel.



Dos tropiezos de Jefes de Estado que presiden países separados por el Océano Atlántico provocaron la alarma y un derroche de tinta impresa. Me refiero,en primer lugar, al que el Rey, Juan Carlos I, protagonizara el pasado viernes, al perder el equilibrio cuando bajaba las escaleras del escenario del Palacio de Congresos de Barcelona, en la cena del cincuenta aniversario del Círculo de Economía. El monarca no llegó a caer, al ser sujetado por algunas personas. Entre los invitados al acto, Mariano Rajoy y Rodrígo Rato, quienes sólo se saludaron breve y fríamente. La torpeza real no fue única. También otros premiados, como Jordi Pujol y Pascual Maragall, ex presidentes de la Generalitat de Cataluña, tuvieron problemas con el pequeño escalón del escenario, destinado a aguar la fiesta.

Otro Jefe de Estado que sufriera idéntico traspié no tuvo tanta suerte. Sucedió el 22 de octubre del 2004 en Cuba y los suyos no pudieron arropar al actor, en este caso, Fidel Castro, con 78 años y 45 al frente del Gobierno, quien terminó estrellándose contra el suelo, tras una intervención pública de 60 minutos de duración. Otro tropiezo tonto que, esta vez sí, traería cola, pese a sus palabras posteriores ante las cámaras de TV: “Estoy entero”, las mismas que pronunciara en el verano del 2000. En aquella ocasión, el Comandante se desvaneció momentáneamente sobre una tribuna, ante un sol que caía a plomo.

Su primera caída había provocado la intranquilidad y despertado la preocupación, amén del cierto ánimo festivo entre sus más acérrimos enemigos al sur de la Florida. Su segunda, fue más seria y su tropiezo, mucho más decidido. Se fracturó la rodilla izquierda y sufrió una fisura del húmero de brazo derecho. Fue el inicio de la retirada paulatina, con el nombramiento, poco después, de su hermano en la jefatura del Estado. En cambio, la caída don Juan Calos I, con 68 años y 38 al frente del Estado, fue más premeditada e indecisa, tal como se ve en el vídeo, y no pareció tener otras consecuencias. Aunque ¿quién sabe?... La vida puede dar muchas vueltas y, a la larga, un mismo suceso puede ser interpretado de distintas maneras. Por de pronto, ambas imágenes –la del Rey y la de Castro–, dieron la vuelta al mundo.

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